Idiota.

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―Vamos, no me hagas repetirlo.
La voz incitante y sexy de (…) hizo gruñir a Nnoitra. Esa bruja sabía perfectamente lo que hacía. Pero lo último que Nnoitra quería era ver a Ulquiorra detrás de él por meterse con la única fracción que tenía.
(…) le pasó las manos por el pecho, por encima de ropa que enmarcaba cada rasgo de su esbelto físico.
―Luego, ahora no quiero problemas con el debilucho de Ulquiorra.
―Nadie nos ve ―insistió ella, pegando su cuerpo al de él contra la mesa.
Eran tan diferentes, pero sin embargo eso les importaba una mierda.
(…) era la única arrancar que había logrado ser fracción de la Cuarta Espada, por una extraña e inexplicable razón Ulquiorra la protegía con celo. Como si fuese algo muy importante para él. Y cuando se enterara de que Nnoitra llevaba meses acostándose con ella, seguramente le pediría la verga en bandeja de plata.
Nnoitra era un salvaje, un perrito sin dueño hasta que (…) apareció para ponerle todo patas arriba de nuevo, justo como hacía en aquel momento que le metió la mano en los pantalones sin ninguna vergüenza.
―No podemos hacerlo aquí.
―¿Por qué no? ―le preguntó ella al oído, su pequeña mano se coló a través de los pliegues de ropa hasta encontrar lo que buscaba. Estaba más que listo, duro y bastante grande para su mano. Agarró el trozo de carne con ganas y a Nnoitra se le escapó un gruñido que terminó en un gemido gutural―. ¿Nunca lo has hecho en el salón del té?
―No ―dijo, tensando la mandíbula―. ¿Y tú?
Ella sólo le respondió con una sonrisa y desvió la mirada sin decir nada.
Tenía unas inmensas ganas de hacerlo con Nnoitra en la mesa, con él entre sus piernas como el salvaje que era. ¿Y él? Parecía una monja remilgada mientras intentaba no rozarse con ella, porque si lo hacía y le daba en el lugar exacto sabía que terminaría teniendo sexo con ella allí mismo aunque estuviesen todos tomando el té y disfrutando de las vistas.
―Vamos, Nnoitra, te necesito ahora ―dijo (…) jadeando contra el pecho de él.
Balanceó su pelvis hasta sentir la erección de Nnoitra donde quería, y vaya si lo encontró.
―No caeré en tus juegos, mujer. Lo haremos cuándo, dónde y cómo quiera ―respondió Nnoitra creyéndose superior a (…).
―¿Estás seguro, idiota?
El cuerpo de Nnoitra comenzó a temblar de rabia, de impotencia que sentía cuando ella lo tocaba como en aquel momento. Con sus delicados dedos rozando la punta de su pene, incitándolo con aquella mirada divertida, lamiéndose los labios tan apetitosos.
(…) se mordió el labio inferior, sabía que eso y lo que haría a continuación sería dinamita suficiente. Muy despacio, con la mano que seguía en los pantalones de Nnoitra, agarró al completo su miembro, apretando en la base y siendo más suave en la punta, de arriba abajo. Nnoitra respiró entrecortadamente, se puso rígido pero en ningún momento hizo ademán de apartarla, al contrario, le tomó la mano que lo acariciaba para enseñarle cómo debía hacerlo.
―Joder, mujer.
(…) sonrió triunfante, ése idiota nunca le ganaría en superioridad. Sabía cómo descontrolarlo.
Nnoitra le quitó la mano a (…) bruscamente y la agarró de las nalgas para sentarla sobre la mesa mientras se peleaban por quitarse la ropa de la parte superior con prisas. Ella le agarró del pelo largo para acercarlo y besar sus labios. A diferencia del resto de su cuerpo, eran la única cosa suave, el resto…
Él le amasó las nalgas, apretándola contra su cuerpo. La sujetó por los muslos y buscó entre las capas de ropa lo que deseaba, sonrió cuando lo encontró.
―Vaya, esto de aquí es muy dulce… ―le murmuró junto a su boca―. Voy a tenerte abierta de piernas y voy a lamerte hasta que me exijas la polla.
«Oh, Nnoitra eres tan romántico», pensó (…) irónicamente.
―Si quieres, te la exijo ya. ―(…) enredó sus dedos en los cabellos del arrancar, miró el ojo derecho pequeño y rasgado de color violeta con el que Nnoitra la observaba.
Algunas veces le encantaría que fuera un poco más romántico, no sabía cómo, pero podía pedirle consejos a Aizen. Seguro que él sabía complacer bien a su reina sin ser un cavernícola.
Nnoitra no dijo nada, pero sonrió cuando deslizó un dedo en el interior de (…) y encontró la superficie resbaladiza.
―Apenas te he tocado, mujer ―susurró, burlón― y ya estás preparada.
―No puedo evitarlo.
―No quiero que lo hagas. ―La penetró con el dedo, mordiéndose el labio inferior cuando (…) se contrajo sin remedio contra aquel dedo―. No quiero que lo hagas, mujer.
El tono grave de sus palabras la hizo estremecerse. Jamás había usado aquel tono, como si con ello le quisiera darle a entender otra cosa aún más profunda.
Gimió, agarrándose a sus hombros con ambas manos.
Menuda imagen deberían estar dando, (…) sobre la mesa con Nnoitra entre las piernas mientras la tocaba sin remilgos.
Sin darse cuenta de lo que pasaría, Nnoitra rompió las bragas y la ropa inferior de (…) en un acto salvaje, se deshizo también de su ropa y acarició la piel sedosa de esa mujer, desde los sensibles y delicados tobillos hasta sus caderas.
Esa bella mujer que lo traía comiendo de su mano desde que se enfrentó a él sin ningún tipo de cobardía.
―¡Joder! ―gritó (…) cuando la punta de la erección de Nnoitra presionó contra su lubricada entrada, respiró hondo y le clavó las uñas en la carne de los hombros cuando la penetró sin ningún tipo de aviso.
Cómo siempre que estaban juntos, le había hecho daño. ¿Acaso nunca se iba a enterar Nnoitra que los cuarenta centímetros que tenían de diferencia en altura a (…) la destripaban por dentro?
(¿Alguna alma podría explicárselo aquel idiota, por favor? :v)
La obligó a recostarse en la mesa y le agarró de las rodillas para que (…) no cerrara las piernas. Se metió tan profundamente en ella que sólo con eso ya podía notar el cuello del útero en la punta de su pene, los órganos internos de (…) le sujetaban con tanta fuerza que no ponía el ojo en blanco porque, según él, se vería débil y patético.
Si, aquello era lo que necesitaba.
―¡Mierda! ―exclamó Nnoitra, jadeante, cuando (…) movió la pelvis en un movimiento tan perfectamente estudiado que se le erizaron los pelos del cuerpo entero.
Ella cerró los ojos, sintiéndose llena. ¿Cómo no iba sentirse así?
―Eres tan prieta… ―sus, entrecortadas y burlonas iban unidas a un deseo doloroso y placentero para el arrancar. (…) respiró hondo al tiempo que lo sentía entrar más dentro, aquello la hizo sentirse más elástica.
―Tú la tienes demasiado grande…
Nnoitra soltó una de sus piernas para ponerla sobre el bulto que se divisaba en el vientre de la chica, bajó un poco más la mano hasta acariciarle el clítoris con duros y rítmicos círculos que la hacían gemir.
Todo su interior se contrajo y se estrechó causándole más incomodidad. (…) le miró a la cara. Se veía tan salvajemente hermoso sobre ella, con aquella aura de superioridad y dominancia.
―Vas a gritar mucho.
Aquella promesa oscura la excitó a la escala mil sin razón. El sudor empañaba sus cuerpos desnudos. La sala estaba en la penumbra y lo único que interrumpía el silencio eran sus propios gemidos y gruñidos.
A (…) se le escapó un grito cuando Nnoitra salió casi por completo y la volvía a penetrar con una fuerza casi animal. Pero vamos, Nnoitra jamás sería suave con ella, obvio por ser mujer.
―Ah.
Entraba tan hondo que casi no podía soportarlo y se esforzaba por gritar lo menos posible, pero tal como había prometido Nnoitra, iba a gritar mucho.
La pequeña molestia iba acompañada por una agradable sensación dolorosamente placentera al salir y entrar de nuevo en ella.
Nnoitra le soltó las piernas y apoyó ambas manos en la mesa, una a cada lado de la cabeza de (…) que le rodeó con sus piernas haciendo más profunda la penetración.
Ella observaba los esfuerzos que hacía para no caerle encima, pero (…) quería sentirlo pegado a su cuerpo. Se abalanzó sobre él para besarlo con ansias locas lo que obligó a Nnoitra a incorporarse con ella rodeando sus caderas, él le correspondió el beso sin dejar de moverse mientras obligaba a (…) a subir y bajar por toda su gruesa longitud.
(…) pensaba que se iba a volver loca como Nnoitra siguiera moviéndose de aquella manera tan ruda. Gimió ocultando el rostro en el cuello de Nnoitra, sentía los pechos pesados, le ardía el vientre y podía sentir el mismo calor irradiando del cuerpo de él.
Nnoitra sentía que las piernas le fallarían en cualquier momento, y eso no lo iba a permitir. Volvió a recostar a (…) sobre la mesa sin cuidado, con una mano la tomó del cuello para impedirle que se levantara. No le asfixiaba, pero ejercía la fuerza necesaria para que no se levantara de nuevo. Le agarró una pierna y se la subió al hombro para embestirla con más fuerza.
―¡Nnoitra! ―gritó ella embelesada, todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo le avisaban que algo bueno iba a llegar. Nunca antes había estado tan húmeda y caliente, quizá fuera porque se sentía observada. ¿Lo estarían?
Imaginarse semejante cosa hizo que su morbosa mente la excitara.
«Mierda, me corro», pensó él. Y lo hizo, pero eso no impidió que sus embestidas se detuvieran.
(…) se sintió que su calor se mezcló con el de Nnoitra, pensar en ello la hizo tener un orgasmo arrollador. Sujetó la mano con la que Nnoitra le agarraba del cuello, le obligó a soltarla para besarlo.
No sabía porqué se sentía completo cuando ella lo besaba, cuando gemía su nombre al alcanzar el clímax pero era algo que no cambiaría nunca. Ni aunque Ulquiorra o el mismo Aizen se lo pidieran. Nadie, absolutamente nadie se la iba a quitar.
(…) capturó el labio inferior de Nnoitra con sus dientes de forma juguetona, él seguía moviéndose pero de forma más pausada mientras se dejaba mimar por esa pequeña mujer.
―Joder, ha estado bueno ―soltó ella divertida, de forma provocativa mientras pegaba sus pechos desnudos al tórax de Nnoitra.
―¿Sólo bueno?
(…) se rió, pero al escuchar cierto ruido tras la puerta su sonrisa se esfumó por un segundo.
―No oigo nada, seguro que Aizen aún no está.
―No sé, pero parecía que animales ahí dentro. ―(…) reconoció la voz de Starrk seguida de la de Harribel.
(…) se tapó la boca con ambas manos al sentir que Nnoitra no dejaba de moverse y el deseo de liberarse volvía a nacer en su interior, Nnoitra recobraba fuerza al tiempo que el eco de las voces se alejaba.
―¿Ahora te da vergüenza?
―Claro que no, es sólo que a Aizen no le hará gracia ver que ensuciamos con fluidos su sitio en la mesa ―le respondió ella con las mejillas rojas.
―¿Y eso importa?
Él le agarró del pelo y la obligó a echarse atrás para dejarle acceso libre a su garganta, le pasó la lengua por la vena palpitante y la escuchó murmurar.
―Ay, eso duele.
―Pero me gusta morderte y que todos vean que tienes dueño.
(…) le tomó el rostro entre las manos, aún no podía creer que ese bruto insensible se moviera con delicadeza en su interior, y le plantó un beso corto en los labios. Se observaron unos segundos sin decir nada, sólo observando el rostro del otro.
―¿Qué?
―Nada ―dijo ella, con sus delicados dedos recorrió los labios del arrancar.
―¿Lo has hecho alguna vez en el trono de Aizen?
La chica se quedó un poco en shock. ¿Qué había dicho?
―Eh… ¿por qué preguntas eso?
―Por qué quiero hacerlo allí contigo, (…).
Oír su nombre en boca de Nnoitra fue lo único que la convenció. Era la primera vez que la llamaba por su nombre sin ningún insulto de por medio y eso le encantó.
―Cuándo, dónde y cómo quieras, Nnoitra ―le respondió ella con una sonrisa.

¡Ja, pues lo tienen claro!, pensó Aizen al verlos a través de un monitor. El resto de Espadas estaban ahí viendo aquellos dos locos en el salón del té.
―Aizen-sama, ¿dónde va? ―preguntó Gin.
―Al trono, le pondré plástico ―le respondió.

10 Minutos en el Paraíso y más. (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora