Mi propiedad

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Hueco Mundo.

Cuando querías algo, normalmente se decía en voz alta. Claro y bien dicho para evitar los malos entendidos. Pero eso no pasaba con cierta joven.
(...) era esa clase de persona que se guardaba sus pensamientos, sus sentimientos y algunas veces sus opiniones para no faltarle el respeto a nadie. Sin embargo, había un hombre al que no soportaba.
¿Por qué? Sencillamente por ser un egocéntrico, arrogante y estúpido hombre que se había robado su corazón. Además de haberla secuestrado y arrastrado consigo a un lugar desértico donde todos eran unos monstruos, al menos la mayoría. Ella se llevaba bien con Gin y Starrk, para ella, los únicos con los que podía sentirse algo segura.
En cambio con Aizen, con ese maldito hombre que la había llevado en contra de su voluntad. Separándola de su familia.
Prefería la compañía del gruñón malhablado de Grimmjow a estar sola con él más de un minuto.
Lo peor del caso es que le veía a todas horas cuando salía de su habitación. Como en ese momento.
―Debería de irme a otro sitio ―se dijo la chica al ver a Don Egocéntrico esperándola fuera―. ¿Qué haces aquí? ¿Te perdiste?
Aquellos ojos entrecerrados estudiaban con detenimiento a la chica. Tenían un brillo que era... no tenía con que compararlo. Pero juraría que su falta de respeto no le había pasado inadvertida.
Era demasiado intenso.
―Quiero hablar contigo para aclarar unas cosas, Blake (...).
Aizen Sōsuke sonrió de lado al ver el rubor en las mejillas de la chica.
No sabía por qué, pero esa joven tan sencilla le llamaba la atención de una forma muy peculiar, por eso no le importó llevársela de la Sociedad de Almas a Hueco Mundo donde ella no tenía dónde esconderse.
Donde podría tenerla solo para él. Para saciar su necesidad de tenerla bajo su poder. La deseaba... Tanto, que estaba seguro que podría agredirla de alguna forma... si llegaba a rechazarlo después de sus palabras.
―No quiero hablar con un hombre como tú ―le respondió con altanería.
Aizen le acarició la mejilla acercándose mucho a ella que retrocedió por instinto.
―Vamos, querida ―le ordenó con un tono de voz suave, pero muy amenazante.
(...) hizo acopio de valor y obedeció a regañadientes.
No le gustaba nada recibir ordenes de ese estúpido nerd, ahora guapo sin lentes, pero igualmente un nerd estúpido que se creía un dios.
Estuvieron un buen rato caminando en dirección oeste del palacio, a (...) le dolían demasiado los pies. En cambio Aizen caminaba con una tranquilidad total.
―Ya no puedo más ―le dijo ella deteniéndose frente a lo que parecían al menos doscientos escalones ascendentes.
Los ojos azules de (...) se encontraron con los de él, parecía un animal a punto de atacarla. En un abrir y cerrar de ojos, Aizen le puso un brazo por debajo de las rodillas y con el otro le rodeó la cintura y parte de la espalda. La había cogido en brazos y levantado como si no pesara más que un saco de plumas.
―Como nuestra primera noche de bodas ―dijo él de modo cínico.
(...) se tensó por su comentario nada apropiado.
―Sólo que yo nunca seré tu mujer ―le dijo ella ofendida.
―No quiero que seas mi mujer. No querría a alguien como tú jamás. ―La miró de reojo―. Sólo quiero aclarar unas cosas, además de follarte.
(...) estaba sorprendida.
En primera por sus palabras hirientes, no sabía por qué pero saber que no la quería como su mujer le había hecho daño.
Segundo, sus propias palabras no cuadraban con su actitud y en el modo en que la había alzado. La había cargado con delicadeza y una sutil forma elegante.
La joven (...) podía sentir el calor que emanaba el cuerpo del castaño.
Era una hoguera. Inconscientemente se recostó contra él.
Así que se iba a acostar con él, quisiera o no.
Ella no quería olerlo. No quería rozar su garganta con la nariz. Oh, qué bien olía ese nerd.
(...) no quería cerrar los ojos y apoyar la cabeza en su hombro, pero lo hizo. Y lo hizo siendo plenamente consciente de que él sonreía triunfante.
Aizen tensó la espalda y se apresuró a subir los escalones. Cuanto antes llegara y la soltara en el suelo, mucho mejor. Si seguía así con ella, la apretaría contra él y acabaría no dejando las cosas claras con ella. Y eso no lo iba a permitir.
Tenía ya mucho tiempo esperando para poder «aclarar» las cosas con ella y no iba a perder esa oportunidad de oro que se presentaba ante él.
(...) apretó los labios y volvió a concentrarse en la sensación tan extraña que se iba formando en su estómago y pecho. Algo en la actitud de Aizen la inquietaba y la ponía en alerta máxima. Y todavía no sabía por qué.
Por fin llegaron al final de las escaleras, Aizen no dejó a (...) bajarse hasta que entraron a una habitación, el recinto estaba solitario y en un estado impecable. Podría decirse que estaba en las condiciones perfectamente planeadas por Aizen.
―¿No hay nadie? ―dijo (...) preocupada, la sonrisa que mantenía Aizen la estaban poniendo más nerviosa de lo normal.
―No. Solo estamos tú y yo, querida.
A (...) se le aceleró el pulso. Aizen la había metido en una habitación magnifica, llena de lujos y una cama... Una grandiosa cama.
Las manos se le enfriaron y empezaron a sudar.
―¿Qué hacemos aquí? ―volvió a preguntar ella.
―Hay cosas que tenemos que «aclarar», como por ejemplo tú sitio en mi cama, bajo mi cuerpo. ―(...) cerró sus manos en puños sobre la ropa de Aizen. Sentía la imperiosa necesidad de correr, y en ese momento sabía el por qué.
Ella comenzó a forcejear, necesitaba salir de ahí cuanto antes.
―Tranquila, querida ―le susurró con calma―. Relájate, (...).
Como si fuera una orden de lo más natural, su cuerpo obedeció.
―No, no me hagas esto, por favor... ―dijo ella con los ojos humedecidos, y tragó saliva.
―Deja de luchar. ―La dejó sobre la cama con mucho cuidado y se subió sobre ella colocando sus rodillas a los costados de ella―. Esto tarde o temprano iba a pasar. Vamos a disfrutar los dos. ¿O acaso no quieres, querida?
―Por favor, para. Te equivocas al pensar en que yo te...
Aizen la tomó de la mandíbula con fuerza, haciendo que (...) dejara de hablar.
―Soy tu amo y dueño, aprende eso si quieres que te trate con cuidado, querida ―le susurró rozando sus labios, tomó sus delicadas muñecas y se las colocó sobre la cabeza.
(...) no podía forcejear con él, su propio cuerpo no la obedecía. ¿Se creía que se mandaba solo o qué?
Aizen la miró detenidamente.
Si, era muy hermosa y manipulable. Aún no entendía muy bien por qué la reclamaba sólo para él. O por qué tenía la necesidad de tenerla en la cama. Tal vez por la simple confianza que se tenía ella con Gin, especialmente, con Starrk.
Se pasaban mucho tiempo juntos y eso no le gustaba nada.
(...) le veía con autentico terror, pero al mismo tiempo con esperanza.
Con una pequeña esperanza de que no fuera ese monstruo que ella creía ver en él en ese mismo momento.
Pero estaba equivocada.
El monstruo que tenía sobre encima, ella misma lo había ido creando a medida que lo rechazaba. A medida que lo agredía indirectamente con sus comentarios y opiniones sinceras sobre él. A medida que fijaba la vista en Starrk.
(...) por su parte quería creer que Aizen solo intentaba asustarla por sus malos tratos, pero no parecía nada de eso.
Conocía a Aizen desde hacía un tiempo, su presencia siempre le hizo sentirse incomoda, no solo por su aspecto de rasgos sencillos, tranquilos y perfilados. Si no también por su aura inquietante e imponente. Y tenerlo encima de ella, con una evidente erección solo la asustaban más.
―No quiero que me trates de ninguna manera, estúpido ―le escupió ella las palabras con tono venenoso.
Aizen entrecerró sus ojos hasta convertirlos en una fina línea. Había querido ser amable pero...
―Muy bien, si así lo quieres. ―En un parpadeó ató las manos de (...) sobre el cabezal de la cama, era un maldito bakudo. Con una elegante rapidez la desnudó, él se despojó de su ropa y se subió a la cama con (...) a su merced.
(...) era demasiado bonita para un bruto como él. Con su cabello negro, largo y sedoso con un olor a fresas lo volvían loco. De una u otra manera la mirada azulada y penetrante de la chica le resultaba algo fascinante. Algo que debía ser suyo y de nadie más.
Ella por su parte estaba perdida en su mirada posesiva. La miraba como un loco posesivo, y ella nunca había tenido relaciones ni con locos ni con posesivos ni con nadie del sexo opuesto. Nunca se había sentido atraída por el sexo opuesto, prefería estar centrada en cosas importantes para su vida. Pero la idea de una relación no había tenido cabida posible. Y sentirse atraída por Aizen, la humillaba de una forma denigrante. Al menos, darse cuenta de ello.
Y el tamaño de «aquello».
¿Algo como eso podría entrar en ella? No sabía nada de tamaños y esas cosas pero era claro que Aizen estaba bien dotado. Como un semental purasangre.
Ese hombre era espléndido en su desnudez. Sus piernas estaban tan fornidas y tenía músculos tan delineados y grandes que también podrían ser las de un jugador de fútbol. Los labios, los ojos, los pómulos, la nariz...
Una cara masculina, pero llena de arrogancia y egocentrismo.
―¿Por qué haces esto? ―le preguntó ella con la voz ahogada―. ¿Eres un monstruo de verdad? ¿Quieres asustarme?
Aizen no le respondió.
Hacía rato que lo único que quería era estar dentro de ella y sentir acogido por su interior.
Se arrodilló delante de su cuerpo y le puso las manos debajo de las rodillas. Las dobló hacia arriba haciendo que flexionara las piernas y las separó un poco para ver sus partes más íntimas.
Ella estaba expuesta para él. Su sexo se abría para él.
―No ―(...) intentó cerrar las piernas resistiéndose a su íntima exploración.
Le avergonzaba que le viera de forma tan depredadora.
Los labios internos de su vulva estaban hinchados, húmedos y palpitantes.
―Joder ―dijo él, complacido y lascivo, mientras se masajeaba el pene de arriba abajo, bajo la sorprendida mirada de (...)―. Ya estás lista.
―No, Aizen. No... No lo estoy... Yo nunca... ―Ahora si que estaba asustada.
―Cállate, querida... ―le dijo él colocándose entre sus piernas.
Aizen enfureció al sentir el rechazo de (...).
Intentaba quitárselo de encima pero con sus manos atadas de era imposible. No se lo quitaría fácil.
Tomó la cabeza de su pene y lo rozó descaradamente sobre la hendidura de (...), la chica se tensó visiblemente cosa que Aizen malinterpretó como rechazó por su parte...
(...) sentía un ardor profundo a la altura del ombligo, y se bajaba hasta concentrarse allí donde él rozaba.
―No, no te atrevas a tocarme, monstruo ―le gritó ella desesperada.
Aizen levantó el rostro hacia ella para mirar su boca.
Tenía los ojos cristalinos, rubor en los pómulos y su labio inferior temblaba descontroladamente.
―Si, tienes razón, querida ―se colocó de rodillas entre sus piernas. Deslizó las manos por debajo de sus caderas, las levantó apretándolas con ansia y acomodó la punta de su erección en su entrada―. Soy un monstruo, y tú eres mía.
Con un movimiento directo y seco la penetró de una sola embestida.
No por completo.
Ella era muy estrecha y, además, se había encontrado con una barrera en el camino que había hecho retroceder la penetración, pero que había logrado derribar con una fuerte presión.
(...) gritó intentado mover las piernas, apartándolo de ella, queriendo que saliera. Sentía que se estaba partiendo en dos. Santo Dios, qué dolor... Sólo sus hombros y su cabeza estaban tocando la cama. La espalda y las caderas se elevaban a varios centímetros del colchón. Aizen la sostenía así.
Ella se echó a llorar con tanta tristeza que intentó esconder el rostro entre su brazo y la almohada, pero parecía que con cada movimiento que hacía para coger aire, ese monstruo se clavaba más en ella.
Su primera vez. Era su primera vez y estaba con ese animal de Aizen.
Sentía el tembloroso cuerpo de (...) con el suyo, quería pedirle perdón.
Disculparse por haber sido tan bruto con ella. Pero ya le había hecho daño. Le había arrebatado la virginidad de una forma que ninguna mujer debería de conocer jamás. Pero sus palabras le habían cegado y enfurecido por completo.
―Salte de mí, monstruo hijo de puta ―pidió (...) completamente partida en dos y con el ceño fruncido de dolor.
Sentía que ya nada tenía sentido en ese momento.
Aizen tomó aire y se salió apenas unos milímetros, pero entonces se perdió en el hilo de sangre que cayó sobre la sabana. (...) y su primera vez. Ella era suya. Suya.
Una oleada de posesión le recorrió las entrañas.
Intentó tranquilizarse, intentó salirse, pero a (...) le dolía.
(...) no podía creer que Aizen saliese sólo porque ella se lo pidiese. Él era muy grande... y la había desvirgado con mucha rudeza. Parecía que iba a hacerle caso, pero no. Tenía razón: Aizen no iba a salirse.
―Para ―le pidió mientras ahogaba las lágrimas, irritada consigo misma por tener que pedirle, suplicarle, a ese animal.
Aizen sintió asco de si mismo. No le gustaba ver las lágrimas de (...) resbalar sin control y perderse en sus sienes.
―(...)... yo... ―él quería, pero no podía disculparse. No sabía hacerlo. Tomó aire y decidió acabar lo que había empezado―. Sólo déjame entrar un poco más ―impulsó las caderas con cuidado hacia delante y se introdujo unos centímetros más. Notó que ella lo quería rechazar―. Estás tan cerrada... ―se inclinó sobre ella y aplastó su pecho contra el de ella, apresándola en la cama―. Déjame un poco más...
―No, me haces mucho daño... ―gritó ella con la cara llena de lágrimas, luchando por liberar las muñecas.
―Lo sé, lo sé. Maldita sea ―se lamentó sinceramente. Ya no quería causarle más dolor. Al menos si ella se relajara―. Queda poco... un poco más... ―se había introducido por completo.
El interior de (...) lo sujetaba con tanta fuerza que estaba a punto de eyacular. Era cálida y acogedora. Y estaba completamente quieta, pero su cuerpo temblaba violentamente.
Ella quería preguntarle por qué hablaba con ella en la cama o por qué le explicaba lo que estaba haciendo.
La cara de Aizen estaba tensa. No podía continuar si ella se quejaba, ya le había hecho daño suficiente. Deslizó una mano entre sus cuerpos y ella se envaró.
―Ni se te ocurra.
―Cálmate, (...) ―le pidió apoyando la frente en el hombro de ella, respirando con dificultad.
Llegó al triángulo de rizos negros y deslizó el dedo corazón entre la hendidura.
Tocó inevitablemente el punto donde se unían sus cuerpos, tan íntimamente unidos, donde él estaba tan placenteramente tenso enterrado en ella.
(...) siseó de dolor.
Ella ya no lloraba abiertamente, lo hacía en silencio. Aizen abrió la palma de la mano sobre el triángulo azabache, marcándolo como suyo. Deslizó el pulgar en círculos sobre su clítoris, mientras el corazón le separaba un poco los labios vaginales y los frotaba.
Aizen tocaba y palpaba con el pulgar la protuberancia que sabía que dispararía el su placer.
(...) sintió que se relajaba, pero ella no quería relajarse.
Ese hombre cruel y egocéntrico se había metido en su interior como si realmente fuera su amo y ahora la miraba como un tesoro digno de proteger. No la iba a engañar.
Su cuerpo se tensaba. Podía sentir una humedad latente recorriendo su útero para encontrar el miembro de Aizen. Ya estaba lubricando. Su clítoris, hinchado, duro y resbaladizo.
Era inevitable si él seguía acariciándola de ese modo.
Él respiraba entrecortadamente y apretaba la mandíbula. Ya podía empezar a deslizarse.
Aizen apresó la cintura de (...) con la mano libre. Se deslizó hacia fuera casi por completo para luego volver a introducirse en una larga e interminable embestida.
(...) gimió echando la cabeza hacia atrás. Sus músculos se distendían poco a poco dejando que Aizen llegara donde deseara. (...) apretó los dientes y trató de sujetarse a la liga de sus manos. Esas sensaciones que le causaban ese dedo hiperactivo la estaban volviendo loca. No paraba de moverse y ella cada vez estaba más resbaladiza. Y más avergonzada por la respuesta de su cuerpo.
Aizen seguía embistiéndola más intensamente.
«Sólo eres mía, (...). Nadie más debe poseerte.»
Estaba centrado en que su cuerpo lo aceptara, y vaya si lo hacia. Ese simple hecho le descontrolaba un poco más. Pero debía ser cuidadoso, al menos intentaba no causarle más daño del que ya le había hecho.
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando ella soltó un gemido ronco. Bien. Empezaba a gustarle lo que él le hacía. Dejó de excitarla con el dedo y pasó esa mano por detrás de sus caderas para apresar las nalgas con las dos manos y levantarlas hacia él.
(...) cerró los ojos con fuerza. Dios, cómo sentía esa cosa dentro de ella. La joven (...) aún no podía creer que aquel acto fuera tan intenso. Si seguía así no solo arrasaría con su cuerpo, sino también con su corazón.
(...) quería reprimir sus gemidos apretando los labios, hundiendo su cara en el pecho de él, pero era incapaz. Empezaba a gemir descontroladamente. Aizen, a pesar de su crueldad, se había apoderado de su cuerpo y ella debía ser honesta y ceder a ello. No tenía control.
Él abusaba de ella. Abusaba de su experiencia para darle más placer del que jamás se había imaginado, abusaba de su cuerpo más pequeño cerniéndose sobre ella con su cuerpo más grande, abusaba de su poder para dominarla y hacer que ella lo deseara.
Porque (...) lo deseaba como al aire para respirar. Y anhelo lo tenía que estar provocando ese egocéntrico y vanidoso hombre que tenía sobre ella porque, si no era así, si su reacción no era planeada por él..., entonces ella tenía un grave problema. Síndrome de Estocolmo.
Desde que lo había visto su cuerpo reaccionaba a su contacto, a su mirada, a sus palabras hirientes... Aizen la estaba saboteando, la estaba obligando a sentir.
Le quemaba la vagina, el bajo vientre, la piel... Quería romper el bakudo y agarrarse ella misma a la cabecera de la cama. No iba a aguantarlo mucho más. Pronto llegaría al clímax.
Sus ojos empezaron a nublarse y la cabeza le dio vueltas. Cerró los ojos para centrarse en las sensaciones de tenerlo a él dentro de ella, moviéndose ahora en círculos, ahora más rápido, luego más lento y profundo. El dolor se mezclaba con el placer. El conjunto que formaban ambas sensaciones era perturbador.
Miró a Aizen un instante. Era tan hermoso, malvado y cruel... Y ya no aguantaba más.
―Para, por favor, Sōsuke ―pidió ella contra su hombro. Era lo único que acertó a susurrar.
La sangre no llegaba a su cerebro. Estaba totalmente entregaba al acto sexual que le inflingía ese hombre. Sentía que iba a desmayarse.
―Lo siento, (...). Pero no lo haré ―le susurró contra el cabello. ¿Cómo iba a detenerse ahora, sumido en el placer más tormentoso y sexual que había sentido jamás?
Estaba fuera de si. La embistió con más fuerza. (...) se clavó las uñas contra las palmas de las manos, mientras se mordía el labio con fuerza.
Él estaba encajado hasta el límite: el glande tocaba el cérvix de ella y lo estimulaba.
―No, Sōsuke. Creo..., creo que voy a... ―tuvo que morderse el labio para no gritar a pleno pulmón.
Aizen sonrió con dificultad, tenía unas ganas enormes de gruñir como un animal. Movió más las caderas, con más fuerza sintiendo como (...) se tensaba bajo su cuerpo.
―¡No! ―gritó ella.
(...) tensó la espalda arqueándola por completo, elevó las caderas para encontrarlo y echó la cabeza hacia atrás soltando un largo gemido. Se estaba corriendo.
Aizen perdió la paciencia. Sintió cómo los músculos de ella lo engullían hacia dentro, cómo se contraían y lo apretaban masajeándolo hasta volverlo loco. Más de lo que estaba. Llegó al orgasmo con ella.
(...) gimió y sintió un placer doloroso que recorría su entrepierna, el interior de su estómago, sus pechos. Sintió cómo el líquido caliente de Aizen le llegaba al vientre, llenaba todo el conducto mezclándose con su propio calor.
«Nunca te irás de mi lado, (...).» ―Aizen liberó las muñecas de (...), estaba claro que iba a golpearlo pero...
Se sorprendió al sentir que ella lo abrazó de una forma inesperada.
(...) enterró el rostro en el pecho desnudo de Aizen, quisiera o no, ahora y siempre seria de él.
«Que alguien me diga que estoy loca...» ―pensó ella con el rostro inundado en lágrimas, sintió que él se apartó para limpiar sus lágrimas con suavidad. Le tocó la barbilla con el dedo pulgar e índice y le levantó el rostro para que le viera a los ojos.
―Sólo eres mía, (...). Mi propiedad ―le dijo antes de besarla por primera vez.

N/A: XD ¿cuántas me quieren matar? :v Sé que habrá una en especial, no me arrepiento de nada Alex-chan Xd
¿Quién más quiere un Aizen psicópata? (⌒_⌒;)
Luego vienen tres que esperé escribir con ganas :'v
Hisagi-san, Uryuu y Grimmy-chan xD (Seguramente sean los más fumados que vaya a escribir :v )
Espero esta... ahm... demostración de amor súper-rudo de Aizen-chan les haya gustado :v y si no, pos... pidan la hoja de reclamaciones (?)

PD: Feliz día de la amistad y el síndrome de Estocolmo (amor) aunque sea un día tarde :v
#Bai (0v0)7

10 Minutos en el Paraíso y más. (Editando)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant