Jugram Haschwalth.

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Múnich, Alemania.

Sus muslos rozaron el colchón y aterrizó de culo, cayendo boca arriba con Jugram inclinado sobre ella. Rodeándole la espalda con un brazo, le colocó en el centro de la cama y él se puso encima. Cuando quiso darse cuenta, ya tenía su boca en uno de sus pechos, entre sus labios suaves y cálidos que succionaban con avidez y sensualidad. Apretaba el pecho con la mano, los masajeaba posesivamente mientras la dejaba sin aliento.

―¡Cómo te extrañaba! ―exclamó (...). El contraste de sus pieles le excitaban mucho, el peso de su cuerpo sobre el suyo le recordaba las largas noches que tenía sin haber estado con él. En «su» cama claro.

Rozó las piernas con sus pantorrillas y metió las manos entre la cinturilla del pantalón para agarrarle su macizo trasero, aquel que ya había decidido que era de su propiedad. Suyo y nada más. Tiraba de él, arqueando las caderas para sentir su pene a través de la prenda de algodón que los separaba, queriéndole tener dentro, para tener la seguridad que seguiría siendo de ella y de nadie más.

―Dilo ―rogó (...), necesitaba oír aquellas palabras que le atrajeron la primera vez que se vieron. Aquellas palabras que a él le resultaban innecesarias en su «relación».

Se separó un poco y, mirándola a los ojos desde arriba, le apartó el pelo de la frente con delicadeza. Tragó saliva. Y (...) contuvo el aliento, sin esperar a su reacción le dio un beso en aquella boca tan hermosamente perfecta.

―Lo diré yo primero: te quiero.

Le vio cerrar los ojos y sintió que se estremeció. Jugram le rodeó con sus brazos, apretándola tanto que casi no le dejaba respirar.

―Te quiero ―susurró―. Demasiado.

Aquella declaración resonó en la cabeza. (...), apoyó la cabeza en el hombro y suspiró, casi conteniendo lágrimas.

―(...) ―Le cogió un mechón de pelo y cerró el puño.

Ella levantó la cabeza y le besó de nuevo, le encantaba besarle siempre que estaban solos. Sus labios se movían desesperadamente sobre los suyos, como si pudiera desaparecer en cualquier momento y no le diera tiempo a impregnarse de él.

―(...). Deja... ―Le cogió la cara entre las manos, lamiéndole la boca hasta besarla nuevamente―. Déjame quererte.

―Por favor ―susurró ella, entrelazando los dedos detrás de su cuello para atraerle. Sentía su ardiente y poderosa erección contra la entrepierna y su peso ejercía la presión adecuada sobre su clítoris palpitante―. No pares.

―No lo haré. Me es imposible, (...).

Le puso una mano en el trasero, la colocó entre sus caderas. (...) jadeó cuando el placer se intensificó por todo su cuerpo, sus duros y erectos pezones contra su pecho sudoroso. Le dolía en lo más íntimo y su cuerpo pedía a gritos la vigorosa embestida de su erección. Recorrió su espalda con las uñas, desde los hombros hasta las caderas. Él se fue arqueando al ritmo de la caricia, emitiendo un débil gemido que hizo sonreír a (...).

—Otra vez —ordenó él bruscamente, con las mejillas encendidas y los labios abiertos. (...) se incorporó un poco y le hincó los dientes en el pectoral.

Jugram silbó y aguantó. No podía contener la intensa oleada de emoción que necesitaba liberarse, el amor y la necesidad, la rabia y el miedo. Y el dolor. Dios mío, el dolor. Aún lo sentían vivamente. Quería lanzarse sobre él. Castigar tanto como dar placer.

Hacerle experimentar una pequeña parte de lo que vivió cuando él la apartó de su lado por esa idiota de Candice.

Le pasó la lengua por las leves marcas de los dientes y él meneó las caderas acoplándose a (...), deslizando su miembro erecto por los labios abiertos del sexo de ella.

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⏰ Letzte Aktualisierung: Oct 10, 2022 ⏰

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