Ese Tatuaje.

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Sociedad de Almas.
9ª División.

«Estaré en problemas. Serios problemas» ―(...) miró a u lado y al otro para cerciorarse de que estaba sola.
Maldición, el capitán la iba a matar.
Rápidamente tomó el haori sin mangas de Kensei y lo hizo una bola la cual se metió debajo del brazo, de nuevo miró los alrededores y salió del despacho corriendo como alma que lleva el diablo. Pero en este caso el diablo Kensei iría a por ella en cuanto viera el desastre que había causado.
(...) llegó a la habitación donde solían guardar los uniformes, tenía que hacer algo para quitar esas manchas de comida. Pero ¿cómo? Ella no tenía ni idea de cómo se quitaban esas manchas.
―¿(...)-san? ¿Dónde estás, (...)-san? ―los gritos de Hisagi la hicieron apartar la vista de la ropa.
―¡Un momento, Hisagi-kun! ―respondió (...). Guardó el haori como estaba y decidió olvidarse del problema, Kensei no necesitaba saber que por su culpa su único haori estaba manchado de comida...
―Eh, hola, Hisagi-kun, ¿qué necesitas?
Hisagi se quedó un momento observando a (...), tartamudeó y movió la cabeza para despejarse. Necesitaba estar en sus cinco sentido sino el capitán Kensei le iba a patear el trasero.
―El capitán Muguruma necesita hablar contigo, es urgente.
(...) se preguntó si sería por su ropa.
―¿Dónde está?
―En su casa ―le dijo y se fue cuando otro compañero le llamó.
(...) seguía sonriendo a la nada, ¿en su casa? Y se suponía que quería hablar con ella.
Respiró profundo y decidió ir, con paso muy pero muy lento fue a la casa del capitán. Seguía sin saber que quería. Solo de pensar que le iba a ver en su casa ella se ponía nerviosa y colorada. ¿Por qué tenía que ir ella a casa de Kensei? ¿Por qué todo le estaba saliendo mal ese día? ¿Por qué tuvo que enamorarse del hombre más impaciente y gruñón del mundo?
Estaba en problemas desde que Kensei volvió a retomar sus labores como capitán. (...) tenía un rango menos que Hisagi pero el capitán la trataba como si fuera su asistenta personal. La regañaba por su comportamiento infantil en ocasiones pero en otras la trataba como si fuera especial. En pocas palabras, (...) estaba confundida.
«Llegue. Bueno, no puede ser tan malo», se dijo mentalmente.
Entró al lugar y Kensei le esperaba de brazos cruzados y recostado contra la puerta.
Alto y musculoso, de ojos dorados y pelo algo largo y gris le daban al capitán un aspecto atractivo. Con aquel piercing de anillo en su ceja y otros tres en su oreja izquierda solo lo hacían verse más malo de lo que en realidad era.
Tragó saliva nerviosa al tener contacto visual con él.
―¿Dónde has estado?
Eh... yo... nada... Muguruma-sama ―balbuceó nerviosa. Ni siquiera sabía qué responder.
Kensei la estudió con detenimiento. (...) era una mujer muy hermosa, tentadora para él. Con aquel cuerpo escultural, ese cabello largo y lacio, y sobre todo con aquellos voluptuosos y carnosos labios. Se le hacia la boca agua cada vez que la tenía cerca. Como en aquel momento.
―Ven conmigo ―(...) dio un respingo y siguió al peliplata.
Kensei parecía nervioso, casi ansioso y eso intrigó a (...). ¿Qué cosa podría ponerlo de esa forma?
(...) siguió a Kensei hasta su habitación privada, de inmediato abrió la boca para preguntar que hacia ella ahí cuando él la interrumpió.
―Necesito que me cures.
―Pero no sé kido de sanación, ¿no es mejor que hablé con Unohana-san?
El hombre le ignoró y comenzó a desvestirse bajo la atenta mirada de (...). Ella se tapó el rostro con ambas manos pero separó sus dedos para ver esa musculosa espalda.
A quién intentaba engañar, ver desnudo a Kensei era una de sus fantasías y ese día la había cumplido. Bueno a medias porque no vio nada de su cintura para abajo.
―No quiero ir hasta allí ―se limitó a responder.
(...) muy despacio se acercaba a la puerta de salida, ella no quería seguir en ese lugar. Y menos, con Kensei semidesnudo. Pero cuando estaba a punto de abrir la puerta para largarse de ahí, Kensei la agarró de la cintura y la pegó a su cuerpo.
―Ahora no te vas de aquí, hermosa.
«¿Hermosa? ¿C-cómo me llama así?», se preguntó ella, el rubor de (...) aumentó con la cercanía de Kensei.
―Por favor, deja que me vaya. No creo que pueda ayudar con algo ―logró decir (...) sumamente nerviosa.
―¿Por qué? ―le susurró Kensei en el oído.
―Por que no puedo estar cerca de ti. Ya te he dicho que no puedo ayudarte ―le dijo, mirándolo por encima del hombro, rogando por que entendiera su estado o que, como mínimo, lo adivinara, porque ella se moría de vergüenza si tenía que explicarle lo que pasaba―. Suéltame.
Él no lo hizo. Al contrario, sonrió comprendiendo que no era el único con aquel sentimiento, la abrazó por la cintura, pegando su erección a la parte baja de la espalda de (...).
―Yo tampoco puedo estar cerca de ti, me pones muy nervioso ―reconoció con media sonrisa, hundió el rostro en el cuello de la chica. Le gustaba saber que en ese sentido era correspondido―. ¿Por eso estás nerviosa, princesa?
Ella apretó los dientes, nerviosa por lo que esas palabras provocaban en su cuerpo. ¿Acaso era obvio? Jamás le dijo nada a Kensei por su trabajo con la Sociedad de Almas, aunque el matrimonio no era prohibido para los capitanes ella siempre pensó que Kensei prefería ir a lo solitario.
Kensei...
―No puedo dejar que salgas de aquí ―susurró él acariciando sus caderas, transmitiéndole el calor de las palmas de sus manos a través de la ropa de (...)―. Iba a dejarte tranquila, pero va a ser imposible. Desde hace mucho no he dejado de pensar en ti, en nosotros, abrazados y dándonos un beso mortal. ¿Tú has pensado en mí? ―Deslizó las manos por sus muslos y las coló por debajo de la ropa de (...). Levantó ligeramente la parte superior, hasta cubrir su abdomen desnudo con sus manos―. Joder, (...). Eres tan suave...
Ella tragó saliva y cerró los ojos. Apoyó la cabeza en el pecho de Kensei y dejó que él la tocara y acariciara. Kensei respiraba profundamente y se frotaba contra la espalda de (...) buscando un contacto intencionado que a ella la ponía a mil.
―Quiero tocarte por todos lados, hermosa. ¿Me dejas?
Kensei tenía memorizado el cuerpo de (...), las caderas, la estrecha cintura, los esbeltos y pálidos muslos...
(...) sentía a Kensei detrás de ella, acariciándole el vientre con las manos, temblando de necesidad por tenerla. Si, era el mejor día desastroso de su vida. ¿Quién le iba a decir que tras el estropicio con el haori de su capitán iba a terminar en aquella situación?
―Kensei... ―dijo (...) con voz temblorosa.
Él sonrió y siguió acariciado el cuerpo de (...) muy despacio, encendiendo poco a poco el fuego entre ellos.
Hacía tanto que deseaba tenerla entre sus brazos, y justamente por fin la tenía con él. Y tenía pensado no dejarla ir nunca.
―¿Seré el primero, entonces? ―La besó en el cuello con mucha delizadeza―. ¿Me la vas a dar a mí?
(...) tragó saliva antes de hablar.
Si, Kensei... Te la doy a ti.
Los dos se quedaron en silencio. Envueltos por sus respiraciones entrecortadas y profundas. Nada rompía aquella burbuja que habían creado los dos. Tenía mucho que decirse pero ninguno hablaba. Era demasiado bonito para interrumpirlo, pero Kensei quería saber.
―¿Por qué? ―preguntó Kensei.
Él sabía porqué. Pero quería oírselo decir. Su ego necesitaba escuchar que una mujer como ella quería todo lo que él pudiera darle. Las mujeres humanas no lo habían tomado enserio, una vizard le había girado el cerebro, eso si, pero una shinigami lo había escogido para que le hiciera el amor por primera vez. Y eso era más de lo que esperaba.
―Quiero oírtelo decir. Sólo estamos tú y yo.
(...) se giró para ver de frente aquel hombre. Era tan guapo, incluso con su poca paciencia y mal genio. Se quedó impresionada la primera vez que lo volvió al volver al Gotei 13, Hisagi le había hablado muchas veces de él pero comprendió todo al verle.
Tenía muy buenas razones para admirarle, quizá por eso ella se enamoró como una adolescente de él.
―Porque... ―Tragó saliva de nuevo y se armó de valor―. Incluso antes de conocerte, mi corazón ya había decidido que iba a ser para ti.
Él la miró a los ojos sorprendido.
(...) sabía que iba a pasar. Kensei no era dado al amor o esas cosas, quiso alejarse pero ella no se permitió y le rodeó la muñeca con fuerza.
«Eres más de lo que merezco, (...)» ―sus palabras nunca salieron. Quería decirle tantas cosas que no sabía cómo hacerlo. Jamás se había enamorado y (...) tal vez malinterpretaba sus reacciones de nervios con rechazo.
Pero, tenía una forma de demostrarle lo que sentía.
Kensei se sintió humilde, orgulloso y posesivo; un cóctel de emociones fuertes y contradictorias. (...) lo había a él y le ofrecía un regalo hermoso. El más bonito que podía ofrecer una mujer. Se prometió no hacerle daño. Si (...) hacia eso era porque tenía sentimientos hacia él.
―Me gustó esa respuesta ―gruñó apretándole las caderas, deseoso de marcarla como deseaba―. ¿Nadie, sólo yo?
Sólo tú ―susurró envalentonada por su gruñido posesivo―. Sólo tú, Kensei.
El capitán parecia que crecía ante aquellas palabras. Muy despacio le fue quitando la ropa hasta dejarla completamente desnuda frente a él.
―Me vas a dejar que te haga lo que yo quiera. ―No era una pregunta.
Realmente le estaba diciendo lo que haría y (...) se mordió el labio nerviosa.
Kensei rozó su cuello con los labios mientras acariciaba los costados de (...) y la sentía estremecerse entre sus brazos. Le cubrió un pecho con la mano y se lo acarició con reverencia. Ella cerró los ojos y todos sus sentidos se centraron en las manos de él.
(...) sintió que le masajeó con deseo el pecho y luego sintió la otra mano de Kensei en su otro pecho. Kensei abrió la boca para lamerle el cuello, y sintió que se quedaba sin fuerzas cuando su piel y u cerebro procesaron ese sensual y largo lametón.
Kensei sonrió al saber lo que provocaba en ella, y entonces alzó la boca hasta su oreja. Le mordió el lóbulo de la oreja y ella correspondió con un débil gemido.
―Eres tan hermosa.
(...) abrió los ojos de golpe. Se humedeció los labios con la lengua al poder ver a Kensei completamente desnudo y muy pegado a ella. ―Aquí. ―Le acarició un pecho―. Y aquí... ―Su otra mano descendió por el costado, el vientre, hasta cubrir su sexo por completo.
Ella respiraba alterada por el contacto. Se quedó muy tiesa. Kensei tenía la palma de la mano tan caliente que sintió como si la cubriera con un paño ardiendo. La estaba tocando entre las piernas, y lo hacía con suavidad.
―Kensei...
Él le pellizco el pezón con el dedo índice y pulgar, y lo hizo con fuerza.
―¡Kensei! ―«¡Dios, que lo haga otra vez!», deseó (...).
Ella abrió los ojos cuando sintió el dedo anular de Kensei acariciar su hendidura y sumergirlo entre sus labios inferiores sin llegar a penetrarla.
―Chica mala... ―murmuró besándola detrás de la oreja, sin dejar de acariciarla―. Estás mojada, (...). Mmm... qué gusto, joder.
(...) estaba en shock. Le ardían las mejillas, y podía sentir cómo crecía el deseo en su interior a medida que Kensei la acariciaba.
―Tienes unos labios precioso, (...). Dámelos. ―Su dedo jugueteó con el estrecho orificio de entrada de su sexo, y luego subió hasta rodear y acariciar su clítoris, hinchado y palpitante―. Dame un beso.
Ella obedeció, y alzó los brazos y le rodeó el cuello mientras enredaba sus dedos en el pelo de Kensei.
Él bajó la cabeza hasta atrapar el labio inferior de (...) con los dientes. Jugó con ella, acariciaba sus labios una y otra vez, pero no la besaba como ella quería.
―¡Kensei! ―se quejó ella al sentir la presión que hizo el dedo anular de éste en su clítoris.
Dejó de torturarla y le dio un tierno beso en los labios. Enroscó su lengua con la de ella, acariciando con soltura cada rinconcito de su boca. Deslizó las manos por aquellas caderas tan femeninas y tan bien hechas, mientras miraba con ojos hambrientos aquellos pechos perfectamente moldeados. Llevó sus manos hasta las nalgas de (...) y las acarició de manera egoísta y posesiva. Retiró el cabello de su espalda y entonces miró algo que le llamó la atención.
―Vaya, vaya ―dijo recorriendo el contorno del tatuaje que lucía la espalda de (...), era una hermosa rosa con espinas y tras ésta había un 69 en colores rojos y dorados―. ¿Es por alguien en especial?
―¿Eh? Eso... yo... ―se armó de valor y suspiró―. Es por ti ―le dijo al oído.
Hundió el rostro en su cuello y lo besó apasionadamente en la yugular.
Kensei entrecerró los ojos y sintió que su pene se ponía todavía más duro. Vaya, ¿y se suponía que tenía que ser tierno con esa chica? Si sólo verla desnuda lo estaba matando.
La espalda de (...) era toda una escultura, sus piernas eran perfectas y su culo merecía que lo asegurara. Quería hacerlo con ella a lo bestia, como todos sus instintos y sus deseos salvajes clamaban, pero no podía ser así en su primera vez. No iba a traumatizarla.
«Me muero» ―pensó (...) al ver el torso musculoso de Kensei, bajó la mirada por su abdomen, hasta que vio su...
Con solo ver el tamaño de aquello se estremeció.
―Por todos los... Es imposible que...
Kensei la calló con un beso ardiente y húmedo. La obligó a abrir la boca y le metió la lengua, gimiendo de placer como si le encantara su sabor. Él le clavó los dedos en las caderas, obligándola a ponerse de puntillas para que se acoplara mejor aquel beso.
Ella sentía su erección, que se clavaba en su ombligo. Era suave y caliente. Grande. «Muy grande.» De hecho, no estaba segura de que eso pudiera entrar en ella. Todo era posible, el cuerpo de la mujer era muy flexible por ahí salían cabezas humanas enormes, así que, por esa regla de tres, podían entrar penes de tamaños considerables, pero esa teoría no la tranquilizaba. Sintió que el mundo daba vueltas y se encontraba tumbada en la cama, con Kensei a su lado. Volvió a besarla con desesperación y la besó como si fuera su aire para respirar.
(...) intentó apartarse para tomar oxígeno, pero él le mordió el labio y eso le gustó tanto que la enervó, y los mordió a él en respuesta clavándole los colmillos.
―¡Oh, joder! ―exclamó él, sorprendido, llevándose los dedos al labio inferior―. Fierecilla, tienes unos dientes muy largos.
―Tú me has mordido primero... Yo... No quería...
―Me gusta. ―Acarició su cadera con los dedos―. Necesitara morder algo, y yo estoy más que dispuesto para ser tu mordedor, (...). ―Entonces introdujo un dedo en ella.
(...) abrió los ojos y echó la cabeza hacia atrás. Eso no era normal. Sentía miles de espasmos recorriendo su vientre y su interior. Él la besó de nuevo y se tragó su grito cuando le metió un segundo dedo y empezó a rotarlos, para prepararla y distendir aquel diminuto agujero por el que él iba a poseerla. Introdujo más los dedos hasta que se topó con el himen, comenzó a tantearlo con los dedos y ella se envaró al entender sus intenciones.
No, Kensei ―le pidió―. Contigo. ―Lo tomó de las caderas para que se recostara encima de ella.
Él se quedó quieto. Sonrió y obedeció. Se colocó entre sus piernas abiertas. Kensei cubrió su vientre con la palma izquierda, y deslizó el pulgar para acariciar y excitar su clítoris, con la otra se tomó la base del pene, acariciándoselo perezosamente.
(...) temblaba bajó sus manos.
―¿Estás asustada?
Ella sonrió con timidez, pero aquellos ojos desmentían su estado.
―Confío en ti.
Una extraña sensación recorrió el cuerpo de Kensei. Le acarició la vulva de arriba abajo con la hinchada cabeza de su pene, y ella emitió un gritito lleno de placer. Vio cómo la chica cerraba los ojos y se mordía el labio con los dientes. Joder, estaba tan húmeda. Se inclinó y se llevó un pezón de (...) a la boca.
Ella le rodeó la cabeza con los brazos, atrayéndolo más cerca de su cuerpo, como si quisiera absorberlo, pero de inmediato lo soltó al sentir los dientes de Kensei apresando su sensible pezón. Mientras se hacía el arduo trabajo de mamar su pecho con la otra mano llevó la cabeza de su erección al estrecho agujero de (...). Movió las caderas hacia delante, sólo un poco, hasta sentir que hacía la presión justa para meterse con cuidado en ella. Sintió un latigazo de placer eléctrico en la base de su columna vertebral. Kensei era puro fuego en su interior.
―¡Oh Dios! ―exclamó ella cerrando los ojos.
――No. ―Kensei sonó muy enojado. La obligó a abrir los ojos mientras le abría más las piernas con los muslos―. Mírame, (...).
Ella abrió los ojos y los clavó en el apuesto rostro de Kensei. Era dominante, pero a la vez se preocupaba mucho de ella. Sollozó cuando sintió que la cabeza ya estaba dentro y la distendía dolorosamente. Kensei movió las caderas de un lado a otro, adelante y atrás, para hacerse sitio y acariciar todas las terminaciones nerviosas de la chica.
―Estás tan apretada... ―susurró muerto de placer―. Me oprimes como un puño.
(...) comenzó a temblar. Aquello era muy incómodo. Kensei avanzó hasta que encontró el himen. Apretó los dientes y clavó los dedos en la almohada.
«Lento, tío. Lento.» Besó a (...) con desesperación, y ella le metió los dedos en el pelo para atraerlo más a su boca.
―Si te hago daño, muérdeme ―le dijo sobre los labios.
Sin avisarla, la tomó del muslo y se lo abrió para penetrarla hasta el fondo de un empujón.
(...) sintió un relámpago en su matriz. El útero le ardía y le quemaba. Tiró del pelo a Kensei y lo mordió en la garganta mientras gritaba y se echaba a llorar desconsoladamente.
Él se había quedado muy quieto, dándole tiempo para que se acostumbrara a su invasión. Pasaron unos minutos y (...) dejó de llorar, en ese momento solo emitía tímidos gemidos, pero movía las caderas adelante y atrás y lo estaba acariciando con sus paredes internas.
―¿(...), quieres que siga?
Ella movió las caderas en respuesta. El cerebro de Kensei sufrió un cortocircuito. Le gustaba. A ella le estaba gustando eso, le gustaba sentirlo dentro de ella. Se retiró ligeramente y volvió a penetrarla hasta el fondo. (...) sollozó, liberó a Kensei y echó el cuello hacia tras, exponiendo toda la garganta. Ella era suya. Y como todo buen macho dominante abrió la boca y le dio un chupetón en toda la garganta.
Kensei la embestía con fuerza controlada. No quería lastimarla. Tomó a (...) del pelo y la miró directamente a los ojos.
―¿Te gusta, (...)? ―preguntó mientras rotaba las caderas y llegaba a un punto que hacía que las pupilas de (...) se dilataran.
―¡Oh, sí!
Se pasó la lengua por los colmillos y lo atrajo hasta ella para besarlo de nuevo. Tiró de su labio inferior y rodeó su cintura con las piernas.
Kensei agarró sus nalgas con fuerza y la apretó contra él, mientras no dejaba de embestirla cada vez más fuerte y con más decisión.
(...) le mordió con fuerza en la clavícula, y sintió que el pene de Kensei hacía estragos en su interior.
Las penetraciones del hombre eran cada vez más poderosas. (...) le clavó las uñas en las nalgas y le arañaba la piel de los hombros.
―Vamos, (...), muévete conmigo ―le dijo con suavidad besándole el cuello.
―Duele ―se quejó ella enredando sus dedos el pelo gris de Kensei.
―A mi también me duelen tus mordiscos, hermosa, pero me gustan ―dijo moviéndose de un lado a otro para que ella notara todo lo que albergaba de él en ella―. ¿Te gusta esto a ti?
Le besó la mejilla y (...) le miró sintiendo sus mejillas calientes.
―Muévete, Kensei.
Él no esperó otra orden. La embistió con potencia pero también con mucho cuidado. Las estocadas firmes y certeras. Daban en el cérvix, tan dentro que (...) pensaba que la iba a partir. Pero él jamás le haría daño.
Kensei la tomó de la cara y la besó sin dejar de mover las caderas. Estaban en las puertas de un increíble orgasmo. (...) gemía y sollozaba en su boca, sintió que su clítoris empezaba a palpitar dolorosamente.
―Vamos, (...), llega conmigo ―le dijo al oído.
Ella abrió la boca y no pudo gritar porque Kensei atacó su boca, podía sentir su cuerpo explotando mientras él la seguía al mismo tiempo. (...) sintió el cuerpo de Kensei sobre ella, la aplastaba contra la cama y sentía su pecho subir y bajar mientras recuperaba el aliento.
―¿Estás bien?
―Si, estoy bien ―dijo (...) acunando la cabeza de Kensei. Se sentía tan a gusto así con él.
Pero no le duró mucho tiempo la satisfacción. ―¿Qué hiciste en el despacho? ―sintió que (...) se envaró debajo de él.
―Eh... yo... ―(...) miró a Kensei que levantó la cabeza de entre sus pechos para verle a la cara―. Fue un accidente... no quería estropear tu haori.
―¿Qué?
―Lo siento, Ken-chan ―(...) le tomó el rostro entre las manos y le dio un pequeño beso para tratar de distraerlo.
Él por su parte sonrió como un diablillo. Luego hablarían de lo sucedido, en ese momento sólo quería volver a poseer a esa mujer que nunca dejaría ir de su lado.

N/a: holi (? ) :v
Ya volví 😋 Esta semana les actualizare mas de un capi xD
#bai :"v

10 Minutos en el Paraíso y más. (Editando)Där berättelser lever. Upptäck nu