Cifer Ulquiorra 2/3

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Karakura.

Cuando mueres, no hay segundas oportunidades. Pero... hay personas que merecen conocer el amor aún después de haber muerto. 

Y ese era el propósito de la joven que vestía con una bata blanca y miraba un tubo enorme en el que había el cuerpo de un hombre de piel pálida y cabello negro, con un tatuaje del número 4 en su pectoral izquierdo. 

―¿Seguro que funcionara? ―preguntó de nuevo la dulce voz de (...), ella estaba en el laboratorio de su padre. 

―¡Claro que sí! Hija mía, sabes que nunca falló en los experimentos, además, cuento con tus conocimientos en la materia ―le señaló muy decidido haciendo énfasis con su mirada. 

(...) sonrió de lado ante el entusiasmo de su padre. 

Pero claro, trataba con Stein Gehirn. Un humano interesado en la reencarnación de las almas modificadas. 

Gracias a su amistad con Urahara Kisuke, la familia Stein conocía muy bien todo lo relacionado con la Sociedad de Almas... 

A (...) le llamaba mucho la atención el sujeto que tenían en el laboratorio. Según la información que tenía entre las manos el sujeto se había convertido el polvo pero... 

Se acercó hasta tocar el cristal, las burbujas a su alrededor movían su cabello largo. Era delgado, pero su cuerpo seguía siendo definido, musculoso a los ojos de (...). 

Extrañamente la acumulación de reiatsu formó una pequeña masa en forma de un órgano.
Un corazón latente el cual (...) había encontrado. 

¿A quién no le habría parecido fascinante? Un corazón latente en medio del campo. Esa misma tarde muy emocionada lo había llevado a su laboratorio y metido en una cámara de agua regeneradora. Muy parecida a la que Nimaiya Ouetsu tenía en el Palacio Real, pero la de (...) no trataba solo el reiatsu, sino también la regeneración del cuerpo. 

Y ahí estaba la prueba de que funcionaba, al menos una parte.
Estaba entero de nuevo, pero no sabía si volvería a abrir los ojos por fin saber de qué color eran. 

―Preciosa, te dejó a solas con el sujeto de prueba ―le dijo su padre, haciéndola dar un respingo sonrojada y apartándose bruscamente del cristal―. Te veo más tarde. 

―Adiós, papá idiota ―susurró la chica. 

Pasó la tarde entera estudiando todo lo que podía, buscaba todas las posibilidades que tenía ese sujeto de revivir. Para cuándo (...) se dignó a mirar el reloj de la sala, era muy tarde. Las horas se le habían pasado volando. 

―Cielos, hoy hubo poco cambio ―susurró algo desanimada. 

Tenía tantas ganas de conocer a ese tipo del cristal que hasta le dolían las pestañas.
Se terminó la taza de café que había olvidado hacia al menos tres horas atrás, recogió un poco el desorden causado por el trabajo de ese día y bostezó de cansancio. 

En su cabeza no dejaba de pensar en números, ecuaciones y todo lo relacionado con la física cuántica. Cierto que era muy científica, sí, pero lo visto en el mundo de Urahara era otra historia.
Otro tipo de «ciencia» que le gustaba estudiar, tal vez por eso se había cegado en saberlo todo de su «sujeto de prueba».

―Nos vemos mañana, Cuatro ―se despidió apagando la luz, la luz del recipiente se tornó verde fosforito realzando la figura pálida dentro de él.

(...) volvió a casa, su padre vivía en una mansión, pero ella compartía casa con una amiga. Dicha amiga era muy entregada a temas de vudú y magia. En pocas palabras. Era su polo opuesto. 

10 Minutos en el Paraíso y más. (Editando)Where stories live. Discover now