El Rey

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Hueco Mundo.
Las Noches.

Miró de nuevo su taza de té. No tenía sed, ¿acaso no podían entenderlo?
―¿Puedo retirarme?
Aizen observó a (...), le indicó que podía retirarse. El resto de arrancars presentes no le quitaron ojo a la chiquilla.
Se veía tan frágil por su mitad humana, pero los demás no se engañaban. Lo que tenía de buena y preciosa lo tenía de mala y sádica.
Al menos una parte era cierta.
«El imbécil de Grimmjow de nuevo jodiendo.»
Suspiró al ver al peliazul esperando justo en la puerta de su habitación.
―¿Se puede saber qué quieres?
Grimmjow se removió incómodo cuando ella se acercó a la puerta, observó lo pequeña que era en comparación con él.
―Oye, lo que dije antes no iba enserio.
(...) le cerró la puerta en las narices al recordarlo.
«Joder, está enojada.»
―¡(...)! ¡Abre la puta puerta! ―le gritó de nuevo dando golpes como loco.
La chica no hizo la mínima señal en que le iba a abrir, así que como toda personal normal y salvaje haría abrió otro «acceso».
La chica se levantó de su cama y lo miró sorprendida.
―¿Por qué hiciste eso, estúpido animal?
En vez de contestarle, se la cargó al hombro ignorando las quejas y gritos de la chica. La llevó hasta su habitación y se encerró dentro con ella, no sin antes dejarle impresa la marca de sus colmillos en las nalgas. Una vez la dejó en el suelo se ganó una sonora y dolorosa cachetada.
―Eres un estúpido, no vuelvas a tratarme así.
Pero al parecer el golpe no le hizo ni cosquillas. La habitación dio vueltas a su alrededor. Una mano la agarró de la nuca y la otra le acarició la mejilla. Sintió algo frío en la espalda y se dio cuenta de que estaba aprisionada contra la pared.
Grimmjow y sus ojos glaciares la inmovilizaban y le miraban la boca como si no hubiera nada más en el mundo.
«¿Qué le digo? No sirvo para estas cosas.»
Perdóname, (...). ―Acercó sus labios a los de ella y la besó con una intensidad que los hizo arder a ambos.
Él por naturaleza era un ser de instintos salvajes, de impulsos eléctricos y siempre, siempre, aceptaba retos. Pero aquello no tenía que ver con su naturaleza. Ver a (...) alejarse de él, sabiendo que había sido él el culpable de su distanciamiento, lo medio enloqueció (más de lo que ya estaba :v).
(...) sentía estar en el cielo y en el infierno, si se podía estar en los dos lados a la vez. Grimmjow acopló la boca a la suya y la obligó con una dulce insistencia a aceptar su beso. Le estaba haciendo el amor con los labios, lengua y dientes y ella no sabía si sus pies tocaban el suelo. Él estaba enfadado pero no con ella, sino consigo mismo.
Los celos podía él y más si Ulquiorra estaba en medio. Sintió que (...) le correspondió e internamente sonrió.
(...) gimió y le devolvió el beso con la misma necesidad. Se agarró a sus hombros y se puso de puntillas para acoplarse mejor a su cuerpo. Metió la lengua en su boca y acarició la suya. Eso es lo que ella necesitaba. Lo que quería y deseaba.
Que él la hiciera arder, que hirviera su sangre y le mostrara lo mucho que la necesitaba. De un modo o de otro, la necesitaba.
La aplastó más contra la pared, le deslizó las manos por la espalda y amasó sus nalgas hasta agarrarlas y levantarla. Rozó repetidas veces su lengua con la de ella. Entre beso y beso se la llevó hasta la cama y él se sentó, dejándolas a horcajadas sobre su pelvis, encima de él.
Sin dejar de besarse, (...) le acarició la nuca y la cabeza, profundizando aquel beso animal. Querían comerse el uno al otro y no eran conscientes de ese deseo primitivo. Por que en si, ambos se necesitaban aunque lo negaran.
Su pelo algo largo le hacía cosquillas en las palmas. Le daba placer tocarlo. Asustada por el calor que recorría su cuerpo, se apartó, sólo para comprobar que Grimmjow tenías los ojos brillantes de excitación y veía sus colmillos superiores asomándose por sus labios.
―¿Estás asustada ahora? ―preguntó él, inclinándose y pasándole la lengua por los labios.
Ella tenía las pupilas dilatadas y un colorete natural en sus mejillas. Pegó sus pechos al torso de él y le rodeó el cuello con los brazos. Negó con la cabeza muy despacio.
En verdad deseaba aquello.
Deseaba a ese maldito animal.
A esa pantera salvaje.
―No. No me das miedo. ¿Tú tienes miedo? ―preguntó acariciándole los labios con los dedos y siguiendo su garganta para luego tocar el inicio de su cicatriz.
―No lo puedo controlar. Llevo todo el día pensando en hacértelo y es frustrante...
(...) alzó las cejas, ¿Grimmjow había respondido algo racional? Los ojos de ella brillaron de alegría al escuchar aquellas palabras. El rostro de Grimmjow reflejaba confusión pero también un deseo descarado por ella.
―¿Lo estás haciendo por lo que te he dicho esta mañana?
―Lo hago porque quiero. Pero eso también está presente ―dijo él, sincero.
Lo suponía, como bien le dijo Harribel: "no hay nada como los celos".
(...) aún se preguntaba cómo sabía eso la arrancar, pero al menos agradeció su ayuda. Le fue muy beneficiosa. Y su postura con Grimmjow en ese momento era la mejor prueba de ello.
―Si no quieres que siga, puedes decírmelo ―aseguró acariciando sus nalgas y gimiendo.
―No quiero que pares ―susurró ella contra su boca.
Grimmjow gruñó y enredó los dedos en sus suaves ondulaciones, echándole la cabeza hacia atrás para conseguir mejor accesibilidad a su cuello y a su boca.
―Deberías tener miedo, preciosa (...). Deberías tener miedo de mí. ―Le pasó la lengua por el cuello y le dio un mordisco dulce y suave, con la presión suficiente para notar que a (...) se le habían puestos los pezones de punta―. ¿Crees que por ser tú te lo dejaré fácil? Nunca he estado con alguien como tú. Eres muy pequeña.
(...) sonrió.
Ella no era la primera pero esperaba ser la última para él. Iba a conquistar el corazón indomable de Grimmjow e iba a hacer que se olvidara de «otras». ―No puedo ser igual que el resto... soy diferente. Soy única. ―Contuvo la respiración cuando sintió las palmas de sus manos por debajo de la ropa, amasando y pellizcando sus pezones.
Grimmjow movió la pelvis haciendo que (...) se impulsara hacia arriba.
Deslizó las manos hasta que le sacó la camisa por encima de la cabeza. Se le secó la boca. Se pasó la lengua por los colmillos.
―Arriba. ―Le palmeó el trasero.
Ella se colocó de pie entre sus piernas. Grimmjow hundió el rostro en su estómago y mordió el diamante de su ombligo.
―Despacio... ―murmuró él recordando que ella era más frágil.
―¿Qué dices?
―Esto me encanta ―admitió, metiéndole la lengua y tirando del diamante―. Es muy sexy. ―Llevó las manos a la cinturilla de su pantalón, todo rastro de ropa de ambos se fue en un santiamén―. Eres muy hermosa, (...).
Ella se sonrojó pero no apartó la mirada.
Le encantaba que le mirara de aquella forma depredadora y peligrosa.
Se quedó a medias cuando Grimmjow se abalanzó sobre sus pechos para comérselos literalmente. (...) sintió que le ardía el sexo, y que cada lametazo de Grimmjow, cada succión, cada leve mordisco la lanzaba al abismo.
Le rodeó la cabeza y lo animó a que mamara todo lo que le diera la gana.
Él alzó los ojos hacia ella y apoyó la barbilla en el valle de sus senos. La abrazó por la cintura y con las manos le acarició las nalgas.
―Eres jodidamente hermosa. Perfecta. Yo te enseñaré. ―Se apartó de ella y se acomodó en el respaldo de la cama―. Ven a por mí, preciosa. Dime qué quieres, porque yo no sé por dónde empezar.
Y de repente, (...) se sentó a horcajadas sobre su miembro. Si él no sabía por dónde empezar, a ella le sucedía lo mismo.
Grimmjow era un «hombre» tan «grande»...
―Quiero estar dentro de tu cuerpo, muy adentro, ahora ―le susurró al oído de forma malévola.
Ella tembló sobre su regazo. Oh, qué bien sonaba aquello. Su cuerpo no era el único que querías esas cosas.
(...) deslizó las manos por el cuello. Pero Grimmjow le tomó la mano y se puso sobre el tórax, bajando por los abdominales hasta llegar a su erección.
―Acaríciame.
Ella con su curiosidad insana obedeció. Le acariciaba desde la base hasta la punta, con una presión torturadora y lenta. Le gustaba escuchar los gemidos de Grimmjow.
Se sentía poderosa. Se sentía como una seme dominante. Pero el tamaño de Grimmjow la intimidaba, era grueso y muy grande.
―No voy a poder contigo, Grimmjow ―susurró preocupada.
―Yo sí que voy a poder contigo, (...) ―le cogió la mano y le indicó cómo tenía que acariciarlo. De arriba abajo, presionando un poco en la punta y luego deslizando la mano de nuevo hasta la base.
Grimmjow volvió a gruñir, (...) sonrió. Él tenía los labios entreabiertos, sus colmillos asomaban entre sus labios. Sin embargo, no quería acabar así, él quería sentirse dentro de (...).
―¿Te duele? ―acarició la nalga del mordisco, se veía rojo e hinchada.
―Fuiste un bruto. Pero no me duele, sólo a veces.
(...) se incorporó y se acarició la señal de la marca.
Grimmjow sabía que no estaba enfadada. Lo percibía. De nuevo la besó en los labios agarrándola del rostro y acomodándola sobre su estómago. Él estaba recostado y se frotaba con insistencia contra su entrepierna. Qué suave era, qué caliente estaba...
Deslizó una mano entre las piernas de (...) hasta que acarició la piel lisa y la cremosa prueba de su deseo. La frotó y ella se movió sobre su mano mientras no dejaba de besarlo. Muy despacio le introdujo un dedo y lo movió de un lado a otro, de arriba abajo, para moldearla. Se acomodó mejor y metió el dedo hasta los nudillos. (...) gimió y movió las caderas.
―¿Estás bien? ―la miró preocupado.
Ella le cogió la mano que hurgaba en su interior y la mantuvo apretada contra ella.
―S-sí... ―Cerró los ojos y se mordió el labio.
Grimmjow ronroneó, le acarició el clítoris con el pulgar y (...) explotó con su dedo en su interior. Espasmo tras espasmo, aprisionaba el dedo en su interior rogando por que no saliera de ahí. Quería volver a sentir esa sensación explosiva una y otra vez.
―Eso es, (...) ―Le acarició el trasero con la otra mano. Él también tenía ganas de estallar―. Pero acabamos de empezar. ―Le beso en el lateral del cuello.
―¿Empezar? ―murmuró (...) agarrándose a los hombros de él.
Grimmjow introdujo un segundo dedo. No era fácil, pero los músculos de (...) cedían a su invasión controlada... de momento.
―¿No has hecho nada de esto? ―preguntó algo intrigado, se inclinó sobre un pecho de (...) y lo besó mientras introducía el dedo hasta el fondo.
Ella se quejó un poco, pero aceptó el movimiento y el ardor de la fricción mientras negaba con la cabeza.
―¿Nada de nada? ¿Ni siquiera juguetes?
(...) abrió los ojos y lo miró divertida.
―¿Juguetes?
―Ya sabes. ―Movió los dedos hacia el interior y masajeó sus paredes―. Joder, me voy a correr como tenga que explicártelo... Esas malditas cosas que usan las mujeres para darse placer ―enfatizó moviendo sus dedos con más fuerza y haciendo gemir a (...).
La verdad es que no le gustaría que le dijera que si usaba esas «cosas».
―No. Sin juguetes. ―Ella sonrió cerrando los ojos, cegada por el placer―. ¿Te gustaría que usáramos uno?
Grimmjow no dijo nada. ¿Le gustaría usar uno con ella? Mmm... no sonaba mal. Siempre y cuando fuera él quien le diera permiso de meterse una de esas cosas.
Así que si, probablemente le encantaría usar uno. Pero no todavía.
―Tengo un juguete natural que no necesita batería. Sólo que yo lo mueva por ti.
(...) volvió a reír abriendo los ojos, le tomó el rostro a Grimmjow y le besó.
Tenía tantas ganas de estar así siempre con ese sexy bastardo que le dolían hasta las pestañas. Era irracional, impulsivo, malhablado, autodestructivo... pero así se había enamorado de él. De ese idiota cavernícola.
Grimmjow sintió aquel dulce beso, tal vez los demás lo vieran insignificante, pero para él fue como si le quitara el seguro a una granada de mano.
―Quiero estar contigo ―susurró (...) contra sus labios.
Joder, Grimmjow no se lo pensó.
La levantó un poco, quitó los dedos de su interior, se cogió la base del pene y muy lentamente dirigió la cabeza de su miembro a la entrada de (...), frotándolo y acariciándolo para que se abriera a él. Ella agrandó los ojos e intentó apartarse.
―No, (...). La mantuvo en su sitio. Sus manos era hierros que marcaban las caderas de (...)―. Déjame entrar.
Movió las caderas de (...) hacia abajo mientras él impulsaba las suyas hacia arriba.
―Grimmjow, por favor, no creo que... ―Gimió y echó la cabeza hacia atrás al sentir cómo Grimmjow seguía avanzando en su interior, haciéndose hueco a empujones, hasta lugares que ella no sabía que tuviera―. Me duele...
―Lo sé. ―Le contestó con su sonrisa cínica en el rostro, la abrazó con fuerza y dejó que su cabeza reposara sobre el hombro de él.
Si, sabía que le dolería como el Demonio que era, pero no quería hacerle daño.
Siguió meciéndose en su interior, con empujones potentes e insistentes, hasta que (...), con un gemido, llegó a tenerlo dentro por completo.
(...) se abrazó a su cuello y ocultó el rostro en él. Sentía aquel momento tan íntimo, tan especial estar así con ese bastardo.
―¿Tú estás bien? ―preguntó con la boca pegada a su cuello.
El cuerpo de Grimmjow tembló de la risa.
―«Estoy en el infierno.» Me quemas como el demonio, (...). ―Se movió un poco en su interior―. Y me gusta ―susurró besándola en el cuello, en el hombro, sobre la cabeza...
Sintió que se impulsó más dentro de ella, en un acto reflejo le clavó las uñas en los hombros. Con cada pequeño movimiento sentía que un relámpago le atravesaba el útero. Lo sentía clavado dentro de ella. el miembro de Grimmjow presionaba en el cuello de su matriz, como si quisiera entrar allí también. Como si no la hubiera machacado ya por dentro.
Grimmjow la miró y le secó las lágrimas con los pulgares sintiéndose como un bruto por hacerle daño. Pero lo era y eso no cambiaría fácilmente.
―No quería lastimarte. Perdóname. Me cuesta pensar que eres pequeña...
(...) miró sus cuerpos unidos. Estaban tan cerca como lo podían estar dos seres íntimamente unidos, porque a pesar de que él era un arrancar se contenía con ella por ser una frágil mestiza.
―Lo dices por que tengo un lado humano... ¿me crees débil por eso?
―No. Es todo lo contrario ―le dijo al oído, ella se estremeció al sentir que Grimmjow se volvía a mover―. Sólo una muñeca como podría con un animal como yo.
Ella sonrió por sus palabras. Las había sentido románticas, obviamente tergiversando su sentido.
―Agárrate donde sea, preciosa. ―Se incorporó y movió las piernas de (...) para abrirlas más y facilitar el contacto de sus cuerpos.
(...) gimió cuando sintió cómo se movía el miembro de Grimmjow en su interior. Ella con algo de valentía intentó no quedarse atrás y se movió de arriba abajo.
Al principio lo hizo tímidamente ya que no tenía experiencia, pero luego, Grimmjow la acarició entre las piernas y le frotó la protuberancia que disparaba su placer divino y ella se descontroló. Sentía que las entrañas le quemaban, que los pezones le picaban y que el dedo de (...) hacía auténticos estragos en su cuerpo. Se movía con fuerza, sin importarle si dolía o no. Para (...) aquello era nuevo, le gustaba esa sensación de dolor que sentía cada vez que Grimmjow salía por completo de su cuerpo y luego entraba muy lentamente.
―Vamos, (...) ―la animó agarrándole las nalgas y la pegó más a él, deslizándose hasta quedarse acostado en la cama, obligándola a estirarse encima de su cuerpo.
―Grimmjow ―gritó (...) arañándole los hombros―. No puedo..., no...
Él la inclinó todavía más y agarró su cabeza, pegándola a su garganta para acallar sus gritos desesperados mientras la embestía una y otra vez, y otra vez, friccionando su miembro con el clítoris de (...). Sentía placer y dolor.
Se estaba volviendo una masoquista.
―Estás conmigo, (...) ―murmuró en su oído mientras la embestía sin ningún de control.
Los colmillos le hormigueaban y sintió cómo empezaba a nacer el orgasmo, uno diferente a ninguno que hubiera sentido con anterioridad. Nacía en la parte baja de su espalda, las venas se le hincharon, su cuerpo tembló, y oía los gemidos de (...) que se intensificaban.
Quería que ella llegara con él. La embistió como un toro, con más dureza, sin oír los gemidos de (...), y sintió cómo llegaban los temblores de los músculos internos. La mordió en el cuello de un modo agresivo y dominante y la mantuvo ahí mientras se corrían a la vez.
(...) quería gritar pero Grimmjow le tapó la boca, la estaba mordiendo. El orgasmo que sentía se concentraba en sus piernas y luego ascendía hasta el ombligo, el torso y los pechos. Grimmjow era un salvaje.

―¿Grimmjow? Grimmjow..., por favor..., no puedo más.
Pero Grimmjow no la escuchaba, hacía muchísimo rato que no la oía. Seguía penetrándola profundamente, pero cada vez con más lentitud. (...) no quería ordenarle nada. Necesitaba controlar a Grimmjow en su naturaleza salvaje. Si no, jamás podría hacerlo. Ella lo había aceptado, había dejado que le hiciera todo lo que le había hecho porque era él y ella había accedido a acostarse con él. Casi.
Pero Grimmjow estaba como ido, gemía y hacía sonidos guturales salvajes con la garganta.
―Grimmjow... tienes que parar, por favor... ―sollozó tomándole el rostro con ambas manos.
Su cuerpo estaba sometido al de ella. Quería más. No quería detenerse. Desclavó los dientes de su cuello y miró su impresión, su marca. Era suya. Entonces escuchó la voz suplicante de (...). ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Había perdido el control con ella?
Miró su cabello alborotado, los ojos dilatados y llorosos, los labios magullados y un mordisco de un animal salvaje en el cuello. «Su mordisco.»
Se había corrido cinco veces seguidas desde que Grimmjow se había descontrolado, pero no iba a poder hacerlo otra vez. Llevaban demasiado tiempo así y se iba a desmayar como él no se detuviera.
―Necesito que me sueltes el culo, animal ―le pidió ella con los ojos llorosos.
Grimmjow no se había dado cuenta, pero todavía la cogida tan fuerte que le habían salido moretones con las impresiones de sus dedos. Los despegó uno a uno, y la miró sorprendido, sin saber qué era lo que lo había poseído.
―Deja de moverte, por favor ―repitió agarrándose a sus hombros―. Cinco minutos, sólo déjame cinco minutos y luego seguimos ―susurró sobre su hombro.
Grimmjow se detuvo y se sintió mal al ver que (...) soltaba un suspiro al detener sus penetraciones.
―(...)... ―intentó explicarse, pedirle perdón por su falta de control, pero no sabía qué decirle―. Lo sien...
―No te atrevas a disculparte ―dijo ella, asustada―. No te atrevas o te corto tu «juguetito natural». ―Lo besó con ternura en la barbilla y descansó la cabeza sobre su pecho.
(...) sintió que el cuerpo de Grimmjow temblaba, alzó la mirada hacia él y lo vio riéndose.
―¿Te bastaran cinco minutos?
―¿Por qué?
Grimmjow invirtió sus posiciones en la cama, poniendo a (...) bajo su cuerpo.
―Porque la siguiente ronda será sin recesos de cinco minutos ―le susurró al oído de forma malévola.
(...) tragó saliva, Grimmjow estaba hablando enserio.

N/a: holis, aquí estoy y de nuevo con lectura perversa \:v/
que las arrastró al lado oscuro de la Fuerza pero les gusta e_e

A las chicas que les gusta KnB hay actualización de Murasakibara por si gustan leer.

Espero les haya gustado.
Este era el último pedido... Ah, no. Solo faltan tres más y empezaran las siguientes partes XD

Done su like y comente al próximo candidato (͡° ͜ʖ ͡°) si quiere conti.

#baibai (♥ω♥*)

10 Minutos en el Paraíso y más. (Editando)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang