Segunda Parte _ Contaminado Cap. 14

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Capítulo 14 _ Refugios

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Capítulo 14 _ Refugios

Con el paso de las semanas, Nero fue conociendo a fondo a su nuevo hogar y adaptándose a su nueva comunidad. En las calles, las sonrisas florecían, y en las casas, crecían las familias; festejaban toda la noche cada vez que había un nacimiento, y trabajaban todo el día para construirle una buena vida a todo aquel que llegara, tanto a la ciudad como al mundo. Sin embargo, lo que más alucinado lo dejaba, era la felicidad que la gente demostraba aún en tiempos de guerra.

El ambiente le otorgaba tanta confianza, que Nero se prometió una vida ideal, comenzando las mañanas corriendo un par de vueltas por el centro, perdiéndose y armando en su cabeza un mapa de La Resistencia, descubriendo cada una de sus esquinas, cada una de sus maravillas. Un día, encontró un edificio inhabitable de tanta vegetación. Tenía enredaderas y flores en cada pared, colgando del techo, e incluso árboles en medio de las habitaciones, cuyas ramas se expandían hasta los pasillos y atravesando las ventanas. En otra ocasión, se detuvo a una cuadra del portón gigante, el cual en ese instante estaba siendo abierto para permitirle el paso a una caravana que traía la cuota mensual de víveres. Unos días más tarde, virándose en la dirección del amanecer, Nero vislumbró un edificio muy interesante, o más bien, vislumbró lo que había en su terraza: un árbol gigante. La necesidad de alcanzarlo era tan inminente que, de no satisfacerse pronto, quedaría devastado. Así pues, entró al edificio, de no más de tres pisos, y subió por las escaleras de emergencia (que estaban libres de plantas, pero no de polvo), hasta la terraza. El suelo se hallaba cubierto de tierra y pasto, Extraño, no imposible, se sonrió Nero, maravillado, ¿O no es que la naturaleza siempre le gana al hombre? El árbol que crecía allí, el amo y señor del edificio, era una zarzamora. Lo supo porque en su casa (su primera y única casa, aquella en la que vivió con sus padres verdaderos) habían plantado uno. Su madre le contó, unas mil quinientas veces, que había sembrado una semilla con el deseo de que en su vientre también pudiera cultivar un fruto. Cuando surgió el primer tallo, se enteró de su embarazo. Nero había crecido hermanado a aquella zarzamora. Que encontrara una ahora, lo devolvía a la vida, al pasado que tanto añoraba. Era un regalo, y estaba seguro de quién había sido la persona que se lo había enviado.

Desde entonces, la zarzamora también formó parte de su rutina. Siempre que podía, la visitaba, y vigilaba que estuviera sana. No era un experto en jardinería, pero no importaba, pues la dedicación no estaba en sus manos, sino en su alma y en las palabras que recitaba. Aquella zarzamora era un árbol solitario que agradeció la compañía de Nero esforzándose por hacer que las flores despertaran.

***

Mañana y tarde, asistía a las clases de control, y no le iba para nada mal; tuvo uno que otro problema, quemándose las mangas de las camisetas o incendiando algún que otro pedazo de césped, y sin embargo, se manejó con tanto estilo, como si hubiera nacido para esto, que Ticiano continuó premiándolo con elogios y ofertas de tenerlo en cuenta para un ascenso prematuro, de encaminarlo directamente al Escuadrón Ánima. Nero estaba orgulloso de sí mismo, logrando lo que nunca creyó que podría hacer: subir tan alto. Había previsto un futuro en desgracia, caminando entre la miseria, siendo una miseria, pero ahora era todo lo contrario, y por más impresionado que estuviera, no dejaba de tener un aire narcisista que le decía que todo lo que estaba consiguiendo, era mérito suyo, y de nadie más. A menos que cuente al Imperio, por crear a la Triple C, por secuestrarme y entregarme a ésta; a la Triple C, por experimentar con Contaminantes, y a ese doctor tan loquito y carismático que me convirtió en un Contaminado, acotó, sarnosamente, para quitarse de encima una buena parte de los resentimientos, Lástima que los tenga atorados acá, se tocó la frente.

Contaminados // CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora