Primera Parte _ Experimento Cap. 6

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Capítulo 6 _ El Rescate

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Capítulo 6 _ El Rescate

En medio de la oscuridad, escuchó un trueno bastante fiero, próximo a cualquiera que fuera el lugar en el que estaba.

Se despertó, y sus ojos buscaron un salvavidas, algo a lo cual aferrarse, algo con lo cual pudiera defenderse del pánico que lo estaba atormentando, pues había sido el arma que provocó su miedo y la destrucción de todo a su alrededor. Había sido la pólvora que hizo estallar el laboratorio como un horno. Las manchas de hollín y las quemaduras cubrían desde su ropa hasta las paredes y el techo; los tubos de luz habían reventado, y casi todo objeto de metal se había derretido o pintado de un naranja oxidado. Pero la peor evidencia de su horror, era el cuerpo totalmente incinerado del doctor. Creía con justicia que tenía que padecer un castigo adecuado por todos sus crímenes, pero no una muerte semejante, tan repugnante y violenta.

Se incorporó, terminando de romper los cinturones de la camilla, e inclinándose hacia un costado vomitó.

Cuando logró atender a su razón, volvió a hacer caso de sus otros sentidos aparte de la visión. Oyó una sirena y pasos que corrían por el pasillo hacia una sola dirección. La puerta del consultorio estaba abierta; alguien había desactivado las trabas.

Apoyó los pies sobre el suelo, y se clavó un trozo del vidrio de los focos de luz rotos. Con un quejido, se lo sacó, y al instante descubrió que el corte se había cerrado a una velocidad imposible... Imposible para un humano, acotó, casi con crueldad, ¿Qué mierda soy?

Además de la alarma, escuchó unos truenos repercutiendo por todas partes. Habría una tormenta eléctrica encima del edificio.

Salió del cuarto, después de asegurarse de que no había guardias ni médicos chiflados. Se movió en la dirección contraria a los pasos que había oído. Las puertas estaban todas abiertas, y las habitaciones, en su mayoría, vacías, a excepción de un par, en donde todavía yacían los jóvenes con los cuales estaban experimentando. Se dirigió a ayudar al primero que vio, pero estaba muerto: los ojos inyectados en sangre y la boca rodeada de una espuma amarillenta. Lo habrían envenenado. Nero no lo toleró, y siguió corriendo, alumbrado por luces rojas de alerta, y haciendo caso omiso a los anuncios que hacía una voz metálica a través de los parlantes ("No es un simulacro. Evacúen. Evacúen", repetía).

-¡Ayuda! - escuchó a una mujer.

Siguiendo sus gritos, palpando su desesperación, Nero fue a socorrerla enseguida. La encontró, todavía amarrada a la camilla. En un momento, pensó que era Jimena, pero no, se trataba de otra chica, rubia y de ojos azules enormes y llorosos.

-Tranquila - la desató.

La chica lloró desconsolada y se abrazó a él. Nero la cargó; era tan liviana y delicada que la imaginó rompiéndose en mil pedazos si llegaba a sufrir un peor susto del que ya se habría llevado estando en manos de los soldados o de los doctores.

Contaminados // CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora