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Clara

-¡CLARA!

Ese grito me despertó. A las ocho de la mañana... Un sábado... Pa' matarlo.

- ¡QUÉ COÑO QUIERES CARLOS! ¡ESTABA DORMIDA! ¡¡DOR-MI-DA!! ES SÁBADO JODER. - Grité mientras me dirigía hacia él (que estaba en la entradita de la casa).

- No es mi culpa de que haya un pelo-pollo que pregunta por tí, pero bueno...

- ¿Has dicho... Pelo-pollo?

Ese pelo rubio platino asomó por la puerta y me miró. Nada más dirigir la mirada a mí y se giró para mirar hacia el pasillo. Ya me dí cuenta el porque... Imaginaros el pijama de verano...

- H-hola Cla-clara... - Dijo tartamudeando.

- ¡Un momento! - Salí corriendo de allí y me cambié. Estaba colorada...

Llegué corriendo, de nuevo, al salón y allí estaba Leo sentado.

- Ahora que lo pienso... ¿Cómo sabes mi dirección si no te la dí?

- Pues... Secreto.

- Y, ¿qué quieres?

- Saber como está tu pierna, ¿algún problema?

- No, no... Ninguno... La pierna está bien... ¿Gracias?

- De nada...

Recibió un whatsapp.

- Bueno debo irme...

- Vale... Ha sido rápido. - Reí.

- Sí... - Parecía molesto. - Y para que lo sepas... Vivo en frente. - Dijo levantandose del sofa y marchándose.

¿En frente? Encima me lo tendría que cruzar cuando saliera...

- Ya sé lo que te pasa, Clara... ¡Qué divertido va a ser esto! -Dijo mi hermano una vez que Leo se fue.

- ¡Callate bro!

- Me voy, media mierda... Cuida de Floy.

- ¿Dónde vas?

- A echar la matrícula de la universidad... Ah es verdad... Eres primeriza... Si quieres dame tu matrícula y yo la entrego.

- Gracias... Espera voy a por ella.

Fui a mi cuarto, lleno de cajas, y empecé a buscar. La ropa por un lado... Los muebles por otro... Los accesorios... ¡Los documentos! Pasé los papeles rápido para encontrar la matricula que consistía en varios papeles grapados. Una vez encontrados se los entregué a mi hermano.

- ¡Listo!

- Venga... Adios enana...

- ¡Gasta cuidado con la moto!

- ¡Sí!

Cerró la puerta tras suya. La universidad... Sonaba tan lejana... Ya tenía 19 años... Me sentía mayor. Mi hermano tenía 21 y estaba en el último año. Me empecé a preparar el desayuno y alguien llamó a la puerta. Por un momento pensé que era Carlos que se había dejado las llaves.

- ¡Anda que eres olvidadizo Carlos! Espera que me lavo las manos...

- ¿Clarasita?

- ¿Dalasito?

- Sí... ¿Puedo pasar?

- ¡Claro! Está abierto.

Dalas entró con Argos, su perro.

- Por fin Dalasito habla... ¿Qué te pasaba?

- Nada... Clara, Leo... Bueno, Leo es Leo...

- Dalas, Leo es buen chico. - Dije y sonreí dulcemente. - Ademas, es mi amigo, si se le puede llamar así... No es nada más... ¿Qué piensas?

- Nada, nada... Sé que sois amigos pero...

- Dalasito Celosito - Susurré y reí.

- Bueno... Mañana me voy de viaje una semanita...

- Mola Dalasito viajador... Sito. - Reimos.

- Bueno me marcho.

- Chao.

Salió y Argos detrás. Seguía cortante, pero menos. ¿Cómo había Leo averiguado dónde vivía? No me ha visto salir, ¿cierto?
Fue la mañana de las visitas de quince minutos...
Mientras se hacían las tostadas me llamó un número desconocido y muy largo.

- ¿Sí?... Sí, soy yo... ¿¡Cómo!?

Me llevé las manos a la boca y me puse pálida.
Colgué el telefono y me empezó a doler el estómago. Sentí que no podía tragar lo que me quedaba de tostada. Cogí mi chaqueta y salí corriendo.

Estaré Aquí Para Tí Where stories live. Discover now