0.6 六

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Tyler estaba sentando en el comedor de su casa, jugueteando con su cena, paseaba su cubierto de un lado a otro, del puré de papa pasaba a las zanahorias cortadas en finas líneas, y de ellas pasaba a su filete de carne. Las miradas de sus padres y hermanos estaban sobre él, por lo que Tyler se sentía cohibido e incómodo.

-No has probado ni siquiera un poco, Tyler -su madre se aclaró la garganta, llamando su atención.

-Perdón, pero no tengo hambre -Tyler dijo aún jugando con su comida.

-Al menos prueba un poco, tu madre se mató para que el filete quedara término medio -su padre señaló el filete.

-No, no tengo hambre -repitió sin ganas.

Su madre dio una mirada rápida a Tyler, y después al padre de este. Era hora de darle aquella charla sobre su peso, porque se habían dado cuenta de la talla de ropa, de su calzado y de todo su cuerpo en general.

-Ty -su madre prosiguió.

-Ya te dije que no tengo hambre, mamá -protestó dejando caer su cubierto.

-Tyler, tu madre y yo necesitamos hablarte de algo muy importante -su padre interrumpió la escenificación.

-¿Qué? -contestó con una pregunta.

-Creemos que tienes algún problema de alimentación -dijeron por fin, y su cuerpo se tensó.

-¿A-a si? -preguntó removiéndose incómodo.

-Sí, estamos seguros. Zack y Jay te han escuchado vomitar más de una vez al día, notan comida escondida bajo tu cama, entre otras cosas. Madison nos comentó sobre ciertas páginas de anorexia y bulimia que visitas. ¿Quieres hablar al respecto?.

-No -pronunció-, no merecen mis explicaciones. No entiendo porque supervisan mi habitación -gritó.

-Tyler baja la voz -advirtió su padre.

-¡No lo haré!, expliquenme ¿por qué supervisan mi habitación?.

Su madre pasó saliva al mirar a Tyler tan fuera de si, sus ojos estaban repletos de ira, y ni siquiera sabía porque se había puesto de ese modo. Espero que lo negara, pero jamás que se pusiera de ese modo.

-Tyler, debes bajar la voz -advirtió una vez más su padre.

-No, he dicho que no -negó mientras se levantaba-. Todos ustedes pueden irse al diablo -corrió directamente a su habitación

Tyler subió las escaleras lo más rápido que pudo, y una vez dentro de su habitación, cerró la puerta con seguro, para después dirigirse a su baño, el cual tenía un espejo de cuerpo completo, en el que él podía pasar horas mirándose. Se colocó frente al espejo, y se observó completamente, sus mejillas estaban bastante grandes, su barriga estaba enorme, sus manos, todo estaba gordo, parecía una bola de grasa con patas. Pero la única realidad, estaba fuera del alcance de los ojos de Tyler, porque ellos le mentían.

-Soy un asco -pronunció.

Como pudo, quitó su playera de golpe, dejando descubierto todo lo que la tela cubría, desde su cuello hasta su vientre, Tyler se sentía un desastre, era asqueroso, insoportable, y fastidioso. Eran las tres palabras que según él, lo describían a la perfección. Cerró sus ojos, y estrelló ambos puños contra su estómago, dando fuertes golpes, mientras se maldecía por su peso.

-Soy un cerdo, soy un cerdo -siguió golpeando su vientre-, cerdo, bola de grasa, albóndiga, porquería, princesa, mal nacido, bastardo, basura, saco de grasa -continuó aumentando la intensidad del golpeteo-. ¡Soy una mierda! -se golpeó quince veces seguidas, hasta que cayó al suelo.

Tyler estaba sufriendo un trastorno, pero no sé daba cuenta, como la mayoría de personas que lo padecen. Algunas son sobrevivientes, otras tantas tan solo mueren. Tyler no quería morir, tan solo quería llegar a una figura perfecta. Así que decidió levantarse, y caminar hasta su cama, para hincarse y tomar las bolsas de chocolates, cajas de gomas con azúcar, paquetes de galletas y papas fritas. Todo eso iba a comer.

Abrió la primera bolsa, dejando caer varios dulces de diferente sabor, unos eran de mora azul, otros de vainilla, fresa y de café amargo, los cuales, en su infancia eran sus favoritos, pero ahora solo tenía que ingerirlos para después devolverlos. Abrió uno por uno, llenando su boca de ellos. Sus manos sudaban y temblaban ente el efecto de la comida en su boca, sus piernas flaqueaban y sin duda alguna su corazón estaba más acelerado de lo normal. Los masticó con rapidez, al mismo tiempo que los pasaba. Tan sólo evitó atragantarse.

Diez minutos después, Tyler se encontraba en lo que era obvio, metía sus dedos hasta donde podía y regurgitaba la comida, hasta que llegaba al límite, porque de su boca ya solo salía sangre y su estómago estaba más adolorido.

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