16 - La buena cristiana

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-- Marion --

No sé de qué modo y en qué situación, mi madre quedó en cinta de mí. Pero por vergüenza e interés, mantuvo su embarazo en la sombra durante 8 meses, pues mi familia estaba buscando que ella se casara con un hombre rico, dueño de una plantación, para salir así de la pobreza. A sus oídos llegaron las noticias de que en Innsmouth, la ciudad vecina, había un orfanato, fundado por el hombre más rico del lugar, Obed Marsh. Ahorraron todo cuanto pudieron para pagar a duras penas el viaje de Ipswich hacia Innsmouth, el 2 de Noviembre de 1847, para yo nacer allí al día siguiente. Mi madre se despidió de mí con un último abrazo, para dejarme allí hasta que alcanzara la mayoría de edad y pudiera buscarme la vida sola.

Crecí en un ambiente de época norma. Sabía mi verdadera historia, mis profesoras me la contaron. Quizá otra niña hubiera odiado a su madre por abandonarla con ese egoísmo, pero yo entendía que ella lo hacía por el bien de su familia y yo, simplemente había sido un obstáculo. No le guardo rencor y jamás se lo guardé. A pesar de todo, era una niña bastante dulce y amable, pero bastante apagada. Jamás se me veía alegre, siquiera sonreír.

A la edad de 10 años, los rumores en el orfanato empezaron a viajar de oreja a oreja. Llegó a mis oídos las historias que contaban sobre una tal Nicole; la cual recordaba de aquel percance con la matona del orfanato. Me sentía extrañamente identificada con ella, pues a mí tampoco se me acercaba demasiada gente. Aunque en mi caso, no había ningún rumor. Pensé que lo mejor sería que nos apoyáramos mutuamente, así que decidí intentar un acercamiento con ella, el cual tuvo resultados bastante positivos. Desde entonces forjamos una amistad bastante fuerte, incluso siendo tan dispares como éramos, lo cual a algunas institutrices, como no, les parecía inquietante. Desde entonces, Nicole se ha mantenido a mi lado, protegiéndome y yo protegiéndola a ella. Incluso ahora que estamos en este lugar, ella sigue conmigo; después de todo este tiempo. Después de que todo cambiara a nuestro alrededor...

Mi existencia aquí se ha basado en rezar y recibir a las personas que entraron después de nosotras. Mi engranaje siempre me avisaba de una nueva visita: se alteraba, se movía nervioso, hacía un distintivo "clic". Me limitaba a coger mi violín y tocar para los pobres desgraciados.
Después de eso, mi vida se completó un poco más cuando Jared me pidió que me encargara de educar a la niña, con la que empezaría a compartir mis conocimientos, tanto de cultura general, como los musicales.

Nicole y yo decidimos vivir apartadas de los demás. Teníamos cada una nuestra propia habitación en el piso superior, el cual era de dos plantas. Aunque eso no impedía a mi querida amiga colarse en mis aposentos para intentar sobrepasarse conmigo. Ay, Nicole... Esa mujer cargada de lujuria, altanería, orgullo. Cargada de sed de venganza. Esa niña inocente de había convertido en algo totalmente distinto a lo que era.

Aunque, bien es cierto, que desde que Claudia está en Innsmouth, la noto un pelín cambiada: está mas atenta. Parecía preocupada por la pequeña, sobre todo cuando Jared nos contó que estaba actuando raro y pudimos comprobar que, efectivamente, lo estaba haciendo. Pude sorprender a Nicole una noche en la habitación que habíamos preparado para la niña, sentada con ella en su cama mientras la tenía en su regazo y le leía una historia de un libro. Me quedé apoyada en el quicio de la puerta, de brazos cruzados, observándolas. Claudia alzó la vista y me vio, mirando luego a Nicole y llamándole la atención para que mirara hacia mí; ambas me ofrecieron una sonrisa dulce. Mi amiga besó la frente de la pequeña y le dio las buenas noches, saliendo después del dormitorio y cerrando la puerta tras de sí.

- Pero, ¿qué ven mis ojos? - Miré hacia ella con una ceja alzada.

- Vamos, Marion. Ni que nunca me hubieras visto así... - Alcé un dedo para hacerla callar.

- El problema es que hace mucho que no te veo así... - Aclaré.

- Desde luego, Claudia saca lo mejor de mí... - Sonrió boba.

- Ciertamente, es una cría. No debería estar aquí, Nicole... Es un alma pura. -

- No, Marion. No es tan inocente si está aquí y lo sabes. Pero, la verdad, es que resulta bastante chocante... -

- Hay que averiguar qué le ha pasado a la pobre Claudia y ponerle solución... Pero, ahora, iremos a descansar. Buenas noches, mi querida Nicole... - Le sonreí ligeramente y alcé la mano para acariciarle la mejilla. Mi sonrisa desapareció de mi cara cuando me giré y las manos de la morena se posaron en mis caderas, apretándome contra ella y notando su aliento rozando mi oreja derecha.

- ¿Y cuándo me vas a dejar que te canse para que descanses después como un bebé...? - Ronroneó. Me aparté de ella y la miré con el ceño fruncido, andando de espaldas para separarme de ella.

- Maldita seas, Nicole... Siempre amargas el momento con tu insistencia... A ver si te entra en la cabeza que yo jamás te ofreceré lo que tengo ansías de mí. Y ahora, si me disculpas, me voy a la cama. Sola. - Y me metí en mi habitación. Nicole tenía esa habilidad innata de fastidiar el momento. Cuando creía ver aparecer a la Nicole de siempre, abría la boca y la cagaba. Pero, como cada vez que pasaba esto, lo mejor era irme a descansar y olvidar lo ocurrido.

Al día siguiente, Jared me trajo los papeles que acreditaban lo que me había comentado la tarde anterior: que Jack no era quien realmente decía ser. Estudié los papeles, hablé con Nicole y, después, salí de la casa para dirigirme a mi iglesia, a hacer mi rezo diario. Al terminar, volví a mi hogar y, un poco más tarde, llegó Jared diciéndonos que Jack había sido el que había herido a nuestra pequeña Claudia y que acabaria vengándose de él. La pequeña estaba asustada, llorando, y acabó contándome que tenía miedo de que Jared cometiese un asesinato, por lo que traté de calmarla y distraerla dándole algunas lecciones de cálculo. Luego, se puso a hablar y leer junto a Nicole cuando ésta última llegó.

Las miraba embobadas cuando un grito me sacó de mi ensimismamiento. Ordené a Claudia quedarse dentro de la casa junto a Nicole, aunque no me hizo caso y acabó siguiéndome. Lo siguiente fue lo más aterrador que ví. Esa imagen de Jack colgado entre dos árboles. Supuse que fue Vivianne la que lanzó ese grito pues era la que más cerca estaba de la escena. Traté de que Claudia no mirara aquello, pero se mostró reacia a obedecerme. Ésto sólo podía ser obra de una persona. Eché a correr hacia la casa mientras escuchaba a Jared, que recién llegaba, repetir una y otra vez que él no había sido, hasta que su voz se vio callada por, creí escuchar, una botella estrellarse en su cabeza y una Claudia gritando un "¡soltadle!".

Entré en casa y la ví, sentada en su sillón con un libro en una mano y su copa de vino en la otra, dándole un sorbo a aquel líquido burdeos que tan bien conjugaba con su piel y ojos; las cerezas acompañaban el momento en un bol sobre la mesa de su lado.

- ¿Qué has hecho, Nicole...? - Alzó la vista de su libro lentamente. Sus ojos cristalinos se posaron sobre el mío, notando como me penetraban el alma. Dejó caer una mano, apoyando el libro sobre uno de sus muslos y posó el codo de la misma mano que sostenía la copa en el reposabrazos del sillón, haciéndola a un lado. Su comisura derecha se elevó ligeramente dibujando una sonrisa sádica a la par que divertida y arqueó una de sus cejas hacia arriba.

- Hice lo que tenía que hacer, Marion... Ha recibido su castigo. - contestó con tranquilidad para después dar otro sorbo a la copa.

- Eres un monstruo... - espeté con una mezcla entre odio y dolor.

- Lo sé, mi querida Marion. Lo sé... -

Entre el bien y el malOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz