— No, estoy bien... — No quise darle demasiadas explicaciones.

— Quizá es que se siente acorralado... ¿No decía que estábamos encerrados? — Soltó una carcajada aquel tipejo. Viv le rió la gracia.

— Jack ha arreglado la máquina del cine. Parece ser que era una tontería. — Sonrió la pelirroja. Yo apreté los dientes haciéndolos chirriar hasta que sentí la mano de Claudia sobre la mía, entrelazando los dedos y dándome un ligero apretón.

— Vaya, Vivianne. Siento ser un completo inútil entonces... — Espeté con una sonrisa sarcástica. El detective desvió la mirada hacia nuestras manos juntas y alzó una ceja.

— Le gustan jovencitas, ¿eh? — Sonrió de medio lado. — Ciertamente la chica apunta maneras... — Se acomodó el sombrero mientras se asomaba a estudiar a Claudia.

No le dio tiempo a terminar de colocárselo cuando hice que le cayera al suelo al abalanzarme sobre él y agarrarlo de las solapas de su chaqueta, echándolo hacia atrás para encararlo y haciendo que su silla quedara sobre las dos patas traseras.

— ¿Por quién cojones me toma? No vuelva a dar a entender cosas que no son, ¿me oye? Ni se le ocurra ponerle un sólo ojo encima a Claudia. Siquiera se atreva a respirar a su lado, ¿le queda claro? O le juro que lo saco de aquí con los pies por delante... — Me quedé encarándole mientras el detective alzaba las manos mostrándome las palmas.

Lo solté cuando una pequeña mano se posó sobre mi muñeca derecha, apretando ligeramente. Jack se tuvo que agarrar rápido a la mesa para no caerse de espaldas.

— Jared, no pierdas el tiempo, por favor. ¿Me llevas a casa de Marion? Tengo que empezar mis clases con ella. — Claudia trató de sacarme de allí, pues se ve que ambos estaban por la labor de tocarme las narices.

Jack miró con una sonrisa de autosuficiencia a Vivianne, la cual se mantenía al margen. Asentí a Claudia y la agarré de la mano dispuesto a salir de allí. Cuando estábamos atravesando la puerta, una vez más, el detective quiso tocarme las cosquillas.

— Que tenga un buen día, pedófi... Digo, caballero. — Riéndose.

La pequeña tiró de mí, yendo al dormitorio de Vivianne para coger sus lápices y su violín y marcharnos hacia la casa de la rubia.

— No te molestes en encararte con esa clase de gente, Jared. ¿No ves que es lo que quiere? — Claudia tenía razón y yo, sin embargo, me había comportado como un idiota.

— Tiene usted razón, princesita. Me he portado como un tonto ahí abajo. — Ella sonrió.

— Gracias por defenderme, Jared... — Se sonrojó ligeramente, haciéndome sonreír.

— Prometí protegerte... Y eso haré hasta que llegue el fin de mis días. — Afirmé con seguridad. Por la cara de Claudia, estoy seguro de que mis palabras le encantaron.

Decidimos emprender camino hacia la casa de la rubia, donde nos recibió con una sonrisa de oreja a oreja y nos invitó a pasar. Yo decliné la oferta, no quería molestarlas, así que me fui a dar un paseo.

Iba andando sin rumbo fijo y, conforme me iba acercando a cierto edificio, una melodía salía de él. Me acerqué lo suficiente para darme cuenta de que se trataba del teatro y de que lo que sonaba no era ni más ni menos que un piano. Entré en el recinto y vi el instrumento en el centro del escenario. Había un chico con el rostro pálido y el pelo blanco tocando y Nicole estaba sentada a su lado mientras lo escuchaba tocar. Aquel chaval me miró y dejó de tocar, haciendo que la mujer levantara la vista y me mirara con una ceja alzada.

— Oh, lo siento. No quería molestar. Mis más sinceras disculpas... — Alcé las manos mostrando las palmas mientras andaba hacia atrás dispuesto a marcharme. Nicole sonrió de medio lado y negó con la cabeza.

Entre el bien y el malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora