Capítulo 32

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"La muerte está tan segura de su victoria que te da una vida de ventaja"

– ¿Qué tal si cenamos? –propuso Rick bostezando. Habían pasado toda la tarde leyendo aquel libro, y a la mañana siguiente Isabel viviría ya que habían descubierto la respuesta que explicaba el asesinato de Nimue. Además de que habían leído la historia de la familia Starn al completo, solamente les faltaban los escritos de Cinnard. Pero bueno, ¿que más podían pedir? Isabel se salvaba, habían descubierto la mayor parte de la historia, y habían solucionado el tema de Nimue.

–Está bien–opinó Isabel–. Estoy de buen humor y tengo hambre, será mejor que vayamos.

Cuando cruzaron la puerta del comedor, se quedaron sorprendidos por lo que tenían ante sus ojos. La enorme mesa estaba cubierta con un mantel blanco con detalles cosidos, las lámparas estaban encendidas, y los cristales que caían como lágrimas brillantes de estas le daban un toque antiguo y elegante a la estancia. En la mesa descansaba lo que era un verdadero banquete, con los cubiertos reluciendo bajo la luz de las lámparas, perfectamente posicionados cerca del plato con el símbolo de la familia Starn grabado en rojo sangre. La firma era representada con una S antigua, como aquellas que aparecían en los viejos libros llenos de polvo que en toda película de aventuras aparecía. En cada silla, había un signo zodiacal grabado, y debajo de estos, estaban escritos sus respectivos nombres zodiacales.

La comida parecía deliciosa, y las botellas de vino sobre la mesa parecían también invitarles a disfrutar de la velada. Llevaban cuatro días comiendo de latas de conserva, y quisieran o no, aquello no se podía comparar con la comida fresca que desprendía un olor que alimentaba.

Los invitados entraron con la intención de abalanzarse sobre el banquete, pero Victoria los frenó.

– ¿Todo esto no os parece muy raro? –preguntó Victoria con desconfianza.

– ¿Qué no ha sido raro desde que llegamos aquí? –La preguntó Rick–. Mira, tengo hambre y estoy cansado de pelear contra fantasmas. Si C.S. me quiere matar, que lo haga, pero por lo menos que me deje darme el último banquete antes de convertirme en otro cadáver de su ya avanzada colección.

Victoria resopló pero al ver a los demás sentarse y actuar como podían como personas normales, cuando lo único que querían era abalanzarse sobre la comida, la hizo darse cuenta de que Rick tenía razón. Si C.S. los quería matar, lo conseguiría tarde o temprano.

Así que los ocho se sentaron a la mesa alejando los malos pensamientos, y entre "¿me puedes pasar la sal?" y "¿no quieres más vino?", se olvidaron de todo lo que los había aterrado en aquella horrible mansión durante aquellos cinco días llenos de tensión y miedo.

– ¿No quieres vino, Claudia? –preguntó Daniel con una sonrisa amable. El buen humor y los modales habían vuelto tan rápido como se habían esfumado días antes en los presentes.

–No, gracias–respondió ella–. Prefiero agua.

Y el resto de la noche fueron risas, anécdotas, y algunos suspiros al pensar que pronto podrían estar de nuevo en sus casas, con sus familias y sus amigos.

Poco a poco, a todos se les fueron cerrando los ojos y cayeron en los brazos de Morfeo sin remedio. A todos menos a una persona, quien ya tenía el conocimiento de que la morfina también sería servida como otro manjar más.

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Daniel despertó el primero. Al abrir los ojos, trató de frotárselos para despejarse. Tenía la boca muy seca y le dolía un poco la cabeza. Al intentar restregarse los ojos, descubrió que no podía mover la mano ni el brazo. Intentó lo mismo con el otro pero tampoco dio resultado, y pronto se dio cuenta de que estaba atado de manos y pies a una silla.

Muerte en el zodiaco Onde histórias criam vida. Descubra agora