Capítulo 12

124 16 18
                                    


"El diablo es optimista si cree que puede hacer más malo al hombre"-Karl Kraus

– ¿Qué es lo que dice? –preguntó Raúl. Natalia, alterada, seguía pasando las páginas con los ojos abiertos como platos. Su mirada volaba de palabra en palabra, y leía las páginas en pocos segundos, su expresión cada vez parecía más sorprendida– ¡Qué dice maldita sea!

El chico le arrancó el diario de las manos, y ella no se resistió demasiado.

–Esa niña tenía una obsesión insana por sus muñecas–se limitó a murmurar mientras el chico pasaba las páginas y adoptaba la misma expresión facial que ella había adquirido.

–Son... son nombres–dijo él frunciendo el ceño–No comprendo.

Las páginas estaban llenas de nombres ordenados por orden alfabético. Eran nombres extraños, antiguos, pero no eran escoceses como en esa casa habituaban a ser.

–Sí, pero son nombres especiales–dijo ella. Él la miró sin comprender. Ella suspiró y trató de pensar en algo– ¡La L! Los nombres están ordenados según el abecedario. Vete a la letra L.

Extrañado, el chico se puso a buscar entre las páginas la letra que le había pedido su compañera. L.

–Ya está–dijo levantando la vista del libro, y mirando a una pensativa Natalia.

–Bien, ahora vete a Lu.

Él trató de cumplir la petición de ella. Labasú, Lagasse, Lamashtu... no, más abajo. Lete, Leviathan, Licas... Un poco más. Lilu, loki... Loki le sonaba, pero aún más abajo... ¡Lucifer!

–Lucifer–susurró acariciando con la yema del dedo la esquina derecha de la página.

–Exacto. Son nombres de demonios–dijo ella haciendo que el la mirara sorprendido y luego volviera la vista a aquella página del diario olvidado–. Lo que no entiendo es porque una niña de ocho años tiene apuntados en su diario nombres de demonios.

  ♦  ♦  ♦  

– ¿Ha habido suerte? –preguntó Daniel revisando los libros de la quinta estantería.

–Nada de momento–dijo Isabel en un suspiro frustrado–. Aunque tampoco sé que es lo que buscamos.

–Ya os lo hemos dicho, cualquier pista relacionada con la familia Starn o con la astrología, la maldita obsesión del asesino.

Solo con decir aquella palabra, a Germán le recorrió un frío escalofrío por la espalda, por lo que se despistó y estuvo a punto de caerse de la escalera en la que estaba subido para llegar a las baldas más altas. A causa de este desequilibrio, tuvo que sujetarse como pudo a la balda más cercana, provocando la caída de varios libros.

– ¿Estás bien? –le preguntó Amelia, yendo a su encuentro.

–Perfectamente–le contestó él bajando de las escaleras para recoger los libros caídos. Acción a la que se le adelantó la reportera, que ya había agarrado dos y se los tendía–.Gracias.

Amelia se acercó a entregarle el último libro, y notó que pisaba algo con el pie izquierdo.

–Que narices...–susurró mientras levantaba su tacón izquierdo, liberando un papel amarillento y bastante arrugado que había caído del último libro, el cual no tenía título, tan solo una portada roja con un símbolo dorado grabado en esta– ¡Creo que he encontrado algo!

Muerte en el zodiaco Where stories live. Discover now