Capítulo 3

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"El misterio es la cosa más bonita que podemos experimentar. Es la fuente de todo arte y ciencia verdaderos"-Isaac Newton

Martín miraba por la ventana, y de vez en cuando, volvía la vista hacia los demás. En dos horas el chofer pararía el coche y les pediría que bajasen. Así es. No es el único que viajaba en aquella elegante limusina negra. Cuatro días atrás, una persona que se ocultaba tras el seudónimo de C.S. le había invitado a un viejo museo a punto de ser clausurado. El sujeto le había prometido que sería una agradable velada y que la mansión era digna de ver, al igual que le había asegurado que una limusina le recogería el domingo a la tarde para llevarle hasta allí. Lo que no le había dicho, es que estaría acompañado por otras tres personas.

–Bueno...Ya que vamos a viajar aquí todos juntos durante más de dos horas... ¿Qué tal si nos presentamos? –preguntó Martín sonriente-. Mi nombre es Martín, encantado.

–Me llamo Claudia, Claudia Villanueva–dijo estrechándole la mano la chica de sonrisa simpática de al lado que rondaría los veinte años.

–Ricardo Suárez–se presentó el chico del asiento de la derecha–. Rick para los amigos.

La última persona que se había pasado el corto trayecto que llevaban observando a sus acompañantes, ofreció su mano.

–Victoria Pedraza–añadió a su gesto.

Claudia se revolvió en su asiento para poder ver bien las vistas, y observó distraídamente por la ventana.

–Las vistas son realmente estupendas–dijo girando la cabeza con una gran sonrisa-. Me pregunto si el museo será igual.

–No lo dudes–respondió Rick–. Mi amigo me aseguró que el museo era una auténtica belleza.

Victoria dejó de jugar con sus dedos para responder frunciendo el ceño. A ella tan solo la había mandado un mensaje un tipo que se hacía llamar C.S., y se moría de curiosidad por preguntarle al tal Rick quien era su misterioso amigo, pues puede que fuera el mismo que la mandó aquella intrigante invitación. Sin embargo se mordió la lengua y esperó a que llegara un momento más oportuno.

–Y sin embargo la mansión será clausurada–comentó simplemente.

–Pero nosotros tendremos el gusto de hacerle la última visita antes de que cierre sus puertas–comentó Martín positivo.

El silencio reinó en el ambiente. Tan solo se oía el ruido que producía el aire acondicionado.

–Hace demasiado calor–pronunció tratando de sacar la conversación adelante la veinteañera, mientras abría la ventana. Sin embargo la cerró poco después al ver que su peinado se arruinaría a causa del aire revoltoso que entraba por esta.

Todos iban vestidos elegantemente. La invitación indicaba que debían vestir de etiqueta, pues no estarían solos y el resto de invitados eran gente importante. Mientras los hombres vestían los típicos esmóquines, las mujeres habían optado por vestidos.

Victoria se había decidido por un normal vestido granate con mangas de encaje, falda con poco vuelo y un fino cinturón negro. Unos tacones del mismo color que el cinturón y un anillo color plata habían cerrado el conjunto.

Claudia, sin embargo, se había decantado por un sencillo pero bonito vestido de color aguamarina, corto por delante y largo por detrás, con un cinturón dorado. Unos brazaletes también dorados colgaban de su brazo derecho, y tampoco había dudado en usar tacones para la fiesta de esa noche. Al fin y al cabo, era una fiesta. Verían la exposición y después podrían tomar algo mientras sonaban continuamente canciones acompañadas por las risas y el ajetreo de las personas.

Muerte en el zodiaco Where stories live. Discover now