Capítulo 31

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"No dejes que el mal te confunda y creas que puedes tener secretos para él"-Franz Kafka

– ¿Alguna noticia sobre el libro misterioso?–preguntó Martín aburrido.

–Nada.

Estaban bien jodidos. Si no encontraban aquel libro, C.S. se los cargaría antes de que pudieran si quiera responder a la segunda pregunta.

– ¿Y si buscamos otra respuesta? –preguntó Isabel tratando de infundir la esperanza que solo ella sabía tener en momentos así.

– ¿Y cómo? Porque que yo sepa, uno de los asesinatos se cometió hace ciento veinte años, y el otro hace treinta. ¿Qué pistas se supone que vamos a encontrar después de tanto tiempo?–la contestó Daniel pasándose la mano por el pelo, frustrado.

Nadie más habló. ¿Qué debían hacer? Esperar a que los matara a todos no era una opción. ¿Pero entonces? No había más secretos que perseguir. Eran como ratas de laboratorio. Les daban su pista, y a correr para encontrarla como gallinas sin cabeza. ¿Acaso podían hacer algo más?

Habían tratado de romper las normas, y el resultado fue la amputación del brazo de Marcos. Ahora él estaba loco y era considerado una amenaza más por la mayoría. ¿Acabarían así? ¿Serían capaces de cambiar lo que les esperaba? ¿O se convertirían en cadáveres desaparecidos?

–Debemos intentarlo al menos–opinó Raúl.

–Siento no ser tan positivo como tú, pero no le veo salida–dijo Rick suspirando–. Tenemos que encontrar el maldito libro secreto.

En un sillón de la estancia que estaba más alejado del resto, Isabel miraba a la nada, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

Raúl se acercó lentamente, pensando en las palabras adecuadas que le pudieran de salvar de consuelo a la chica. Al fin y al cabo, la idea de buscar en la habitación de Camelia había sido suya, e Isabel era también la próxima víctima de C.S. Probablemente esa noche muriera a manos del cazador de serpientes.

"Pobre mujer" pensó.

–Isabel–la llamó tratando de captar su atención. Sin embargo, esta siguió con la mirada fija en el suelo, más interesada en este que en cualquier otra cosa–. No es culpa tuya. Solamente te has equivocado, igual que todos. No te desanimes, encontraremos el libro.

Isabel subió la mirada para encontrarse un intento de sonrisa amable y tranquilizadora por parte de Raúl. Ella suspiró.

–No es eso lo que me preocupa, Raúl.

– ¿Entonces?

Ella se acomodó mejor en el sillón y comenzó a juguetear con sus dedos torpemente.

–Es que... No sé. Creo que tiene que haber algo en la habitación–dijo Isabel–. Es más, estoy segura de que el libro está guardado allí.

– ¿Y qué razones tienes para creerlo? –preguntó él pacientemente, pese a pensar que la chica solamente estaba nerviosa y asustada por lo que aquella noche le esperaba, y trataba de encontrar una escapatoria a su inevitable muerte, entre sus pobres ilusiones.

–El libro fue movido por C.S. y Camelia fue la que cogió el libro, lo leyó y lo escondió para que nosotros no lo encontráramos. Ella preparó todo esto, Raúl. No seas estúpido. ¿De verdad crees que Camelia hubiera dejado salirse con la suya a C.S. así sin más?

– ¿Y por qué cogió el libro entonces?

–Es evidente que lo hizo para arruinarle sus planes. Camelia lo sabía todo desde el principio. Lo más probable es que C.S. la contratara, y no precisamente de guía. Ella se habría estudiado los planos de la casa, sabría del escondite del libro.

Muerte en el zodiaco Where stories live. Discover now