Picazón y revelaciones

Start from the beginning
                                    

La muchacha se regañó mentalmente por ponerse más nerviosa con cada segundo que pasaba, los pensamientos macabros no la ayudarían en nada. Pero observar a sus acompañantes contra una pared y con las ropas en cualquier posición debido al forcejeo continuo tampoco era mucho mejor. Por ejemplo, el abdomen marcado de Deval estaba completamente al aire, dándole a la joven una visión interesante sobre lo blanca que podía ser la piel de aquel sujeto.

«Apuesto a que nunca se quita la camiseta en público. Pero sí que hace ejercicio. Es tan parecido y a la vez tan opuesto a Sarwan. Son como las dos caras de una moneda» pensó, mientras sus ojos empezaron a ir a otros lugares que la mala postura de su nuevo compañero dejaban marcados, a través de sus pantalones.

—No digas eso —continuó Sarwan, que disfrutaba de hacer enojar al otro hechicero—. Algo se nos va a ocurrir para escapar y vamos a ayudarte a ti también.

—Deja de incluirme en tus delirios —reaccionó el más joven, cayendo en la broma—. Igual, ¿no piensas prometer que vas a proteger a esta chica aun sabiendo que no podrás cumplirlo? Qué raro en ti. Debes haber recibido un buen golpe en la cabeza al caer. Y tú, niña, ¿qué estás mirando?

Nirali sintió arder sus mejillas y volvió a intentar concentrarse en la decoración del lugar.

—Tal vez estoy más consciente del peligro ahora —escuchó decir a su maestro.

La muchacha soltó una exhalación, irritada. Estaba cansada de oírlos.

—Ya están hablando de nuevo de ese pasado misterioso. Reconcíliense de una vez, declárense su amor. Yo miraré para otro lado si quieren.

—¿Qué dices? —se indignó el guerrero de los ojos azules.

—Ya que vamos a estirar la pata —afirmó ella, orientando su mentón hacia la pared opuesta a sus dos compañeros de desgracia—, mejor que alguien aquí sea feliz.

El ruido de fondo indicó que ambos hechiceros pegaron un respingo, dentro de lo que les permitía la limitada capacidad de movimiento.

—¿Cómo?

—¡Pero qué mente tan sucia! ¿Eso es lo que le has estado enseñando a esta mocosa?

Ella suspiró, resignada y temiendo haber dado pie a otra tanda de insultos entre ambos, pero solo escuchó el ruido de las cadenas que indicaba que los hechiceros no paraban de hacerse señas.

«A saber las cochinadas que estarán diciéndose para que no los escuche. Deberían haberme puesto en una celda aislada.»

—Vamos, Ni —la alentó el maestro, un rato más tarde—

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

—Vamos, Ni —la alentó el maestro, un rato más tarde—. ¿Por qué no usas esa imaginación tan fértil ayudándonos a pensar en nuestra situación actual?

La joven sintió que no podría resistir un día entero siquiera en ese estado. Cada músculo de su cuerpo le reclamaba algo. Sin contar su cabeza, que se había ganado el lugar de honor con las puntadas por la resaca, y su vejiga, que llevaba un segundo lugar muy cercano con todo lo que había bebido la noche anterior. Si llorar hubiera servido de algo, lo hubiera intentado.

Espíritus de fuegoWhere stories live. Discover now