—Lo siento. Siento mi comportamiento de estos días. Este sitio no es que me inspire demasiada confianza y he estado asustado porque me recordabas a alg...

—¿Qué hace una niña aquí? —me interrumpió. Agaché la cabeza apretando los dientes y luego negué.

—No tengo ni idea. Y eso es lo que me preocupa —me pasé una mano por el pelo—. No sé ni qué es este sitio. Quiero entender que es una especie de castigo a aquellos que han hecho cosas terribles pero, ¿una niña? ¿Qué puede hacer tan terrible una niña como para acabar aquí? Mi mente no concibe algo más que robarle un caramelo a otro crío —resoplé de frustración. Vivianne me miró con los brazos cruzados y me imitó en el resoplido.

—Quizá no es tan angelito como parece... A lo mejor es una psicópata camuflada en una carita inocente —se quedó pensativa—. ¿Por qué tanto miedo hacia mí, Jared? ¿A quién te recordé? —preguntó con una ceja alzada, creyendo saber la respuesta.

—A Eva. Mi mujer... —sintió, confirmándose a sí misma lo que ya creía.

—¿La mataste? —ahora fui yo quien asentí, respondiendo a su pregunta. Se mantuvo en silencio unos segundos y suspiró—. Ahora entiendo ese incendio tan extraño del Hospital. A decir verdad, con lo poco que sé de tu historia por lo que me contó ella, no te culp...

—¿Mataste a tu mujer, Jared? —interrumpió una voz aguda desde la entrada de la cocina. Claudia me miró desde ahí con el ceño fruncido esperando mi respuesta. Yo miré con cara de circunstancias a Vivianne sin saber qué responder, incluso tragué saliva tratando de aclararme la garganta—. ¿Por eso estaba ardiendo el Hospital aquella noche...? —dio un par de pasos para quedar algo más cerca de nosotros. La pelirroja miraba la escena con expectación.

—Bueno, Claudia... Yo... —no sabía si ser sincero o mentir—. Fue un accidente... Y fui un cobarde y decidí salir corriendo de allí —opté por la segunda opción. La pequeña muñequita se acercó a mí, alzando sus manos para ponerse a arreglarme la corbata, y sonrió, negando con la cabeza.

—¿Cobarde? No te creo. Si lo fueras no hubieras atravesado ese muro de fuego para salvarme. ¿Accidente? No soy idiota... Y no pasa nada, Jared. Yo misma atranqué la puerta de la habitación de mi madre para que no pudiera huir de ahí y que acabara muriéndose por las llamas que tú mismo provocaste —se encogió de hombros.

Trataba el tema con total naturalidad, como si fuera la cosa más normal del mundo. Mi cuerpo fue recorrido por un escalofrío y mis ojos se abrieron como platos, mirando hacia Vivianne, la cual estaba tan perpleja como yo. ¿Cómo podía hablar así? Había matado a su madre y estaba tan tranquila.

—Bueno, Claudia. Comamos algo y vayamos a descansar —atajé rápidamente levantándome de la silla.

Preparé algo rápido de cenar, ayudado por la otra mujer y una vez terminamos de comer, fuimos de nuevo a la habitación. Me desnudé, quedándome solo con la ropa interior y me dí la vuelta para que Claudia se cambiara, pues había encontrado un camisón para dormir, aunque le quedaba un poco grande. Fui a su cama y la arropé, sentándome al filo de la cama.

—¿Cómo estás? ¿Necesitas algo? —ella negó. Alcé la mano para acariciarle la mejilla y suspiré—. Sigo pensando que no deberías de estar aquí, Claudia —negó de nuevo y levantó una mano para hacerme callar.

—Y yo pienso que tú tampoco. Pero, al menos, me consuela que estamos juntos donde quiera que sea esto —asentí, suspirando una vez más, y me incliné para dejarle un beso en la frente. Ella rápidamente sacó las manos de debajo de la sábana y se apresuró a abrazarme fuerte—. Me alegro de estar contigo, Jared... Sé que me cuidarás y que no dejarás que me pase nada —me miró a los ojos. Le sonreí y le pellizqué con cariño la mejilla.

Entre el bien y el malWhere stories live. Discover now