Capítulo 33: Mitad oscuridad, mitad brillo

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-Pero… pero es absurdo. Ni siquiera soy una deleiter realitum del todo. Solo soy una deleiter neutral que no tiene sus instintos desarrollados y que niega su naturaleza. ¿Cómo voy a llevar esos genes que simboliza todo lo contrario a mis creencias?
-Esos genes los lleva tu hermano.
-¿Cómo?
-Drake y tú sois gemelos, y sois como dos caras de una moneda. Eres extrovertida, muestras tus sentimientos y una pasión por salvar a los demás sin importarte cuáles sean las consecuencias. Eres impulsiva y piensas con el corazón en vez de con la mente. En cambio Drake es despiadado y solamente le importa él mismo. Es observador y se mantiene fuera de la posibilidad de mostrar sus sentimientos. Tú eres calidez, y él es frío. Sois un ser en dos cuerpos, y todo esto es por culpa mía y de tu madre. Y en parte también de mi hermano.
-¿Por qué?
-Claudio Townsend, quién te crío todos estos años, no es mi hermano. Al menos no de mi propia sangre. Sus padres me adoptaron porque Claudio me encontró en la calle abandonado. Los Dioses habían quemado a mis padres por seguir con la venganza de Teodoro, creando seres tan eternos como ellos. Pero la familia Townsend no lo sabía, y nunca lo supieron. Des de ese día comencé a llamarme Leonard Townsend. Sé que mis padres me pusieron otro nombre, pero no recuerdo cuál era. Igualmente no quería recordarlo porque sería algo que siempre me mantendría atrapado a mi pasado, y yo quería vivir mi presente con esa nueva familia.
Mis padres adoptivos murieron a manos de unos humanos, y tanto Claudio como yo no podíamos hacer nada para vengar sus muertes porque sí no estaríamos condenados a morir bajo orden de los Dioses. Pero no me importó, y los maté. Aquellos hombres que habían asesinado a sangre fría a mis padres mientras ellos trabajan como unos negociantes pacíficos… Los maté mirándoles a los ojos, y me sentí vacío porque eso no me devolvería a mis padres, pero al mismo tiempo me sentía completo porque había hecho algo que estaba prohibido. Y amé hacerlo.
Por entonces mi hermano iba a casarse con una deleiter hija de Nyx, Janin Townsend. El mismo día en que tu madre recibió el apellido de nuestra familia, los deleiters angelums interrumpieron la boda con discreción y me llevaron a un bosque. Le dije a mi hermano que no sería nada grave, que sería un mal entendido y que enseguida volvería. Le mentí, y él lo sabía. Pero no hizo nada para evitar mi no-muerte. Fui yo quién maté a todos aquellos deleiters, y ahí fue cuando mis poderes despertaron. Mi instinto superviviente había salido de mí y mis poderes estaban fuera de control. Todos los deleiters tenemos una debilidad que hace que nuestros poderes se nos sea imposible de controlar.
La persona que era mi debilidad fue el mismo hombre que me enterró y no derramó ni una sola lágrima. Era mi hermano, Sharon. El hombre que tu pensabas que era tan bueno y dulce no me amaba como yo le amé a él. ¿Y sabes por qué dejó de amarme? Por vengar la muerte de nuestros padres. Mi vista, mi oído, mis músculos, todo en mi había aumentado y era mucho más poderoso que él. Y pude escuchar a la perfección como decía que solamente era una deshonra para la familia Townsend. Él único que no merecía ser recordado en nuestra familia fue él ¿qué clase de hijo no traza venganza por los asesinos que les arrebataron a sus padres? Des de ese instante, me di cuenta que estaba solo, y continué con mi falsa muerte.
Pero no perdí el tiempo en los próximos meses. Conocía a tu madre, y sabía cómo era. Una mujer entregada al poder y a la ambición, como tu abuela, Sharon. Envíe un mensaje a tu madre, pidiéndole que se reuniera conmigo. No tenía miedo a que pudiera delatarme ante mi hermano, sabía que no lo haría porque en los pocos meses que llevaban de matrimonio sentía como tu madre se recubría de decepción al haberse casado con el hombre que le prometió un poder y sueños que no eran los que saciaban a Janin. Tu padre solo pensaba en el amor y tener un hijo al que enseñarle sus principios. Un heredero de sus tierras. Pero Janin tenía ambiciones más mayúsculas.
Así que le dimos lo que quería. Tu madre y yo te concedimos en una noche en que tu padre había salido de viaje por motivos familiares. No amé a tu madre, Sharon. Y ella a mi tampoco. Los dos lo sabíamos, pero no nos importaba. Porque tener un hijo era nuestro primer paso para conseguir algo grande, algo que cambiaría nuestro mundo y no nos obligará a vivir rodeados de estúpidos humanos que se creen inmortales y de Dioses que nos cohíben a demostrar nuestra increíble naturaleza por la que tanto nos envidian.
Y cuando pensamos que nuestros planes no podían ir a mejor, que íbamos a crear un nuevo mundo dónde por fin nuestra especie iba a poder ser libre, dónde la muerte no solo de mis padres, sino también de mi antepasados, de Teodoro, Néster y Luxer, iban a ser vengados, el destino nos regaló a dos criaturas que nos harían invencibles. O eso es lo que tu madre y yo pensábamos. Decidimos hacerle creer a Claudio que Janin estaba embarazada de una saludable y preciosa niña, que eras tú, mi pequeña Sharon. Mientras yo me quedaba un con un joven guerrero al que le llamé Drake.
Él iba a ser el elegido para poner en marcha los planes que estaban en mi mente. Había dado un gran paso, ahora solamente me faltaban cuatro pasos más. Pero cuando empecé a hacer pruebas a tu hermano vi que algo estaba fallando… No demostraba la naturaleza de un deleiter mitad oscuridad y mitad brillo… Ni siquiera la naturaleza de un deleiter normal. Era algo nuevo. Desarrolló sus poderes y un carácter demasiado frío para un niño de siete años. Pero no mostraba los instintos que él debería de llevar en mí. Nosotros, aunque no poseamos los instintos supervivientes tan potentes que tenía Teodoro porque la mezcla de ADN con otros deleiters iba debilitando ese… “súper-gen” por así decirlo. Pero somos más fuertes, rápidos, crueles y nuestros cinco sentidos son esplendidos. Pero en Drake no podía ver ninguna evolución por mucho que lo entrenase. Parecía un humano con una capacidad pulmonar y resistencia mayor que los demás niños, y podía leer mentes (de ahí a que sea considerado un deleiter mentalum), pero no era como yo.
Me puse en contacto con tu madre y le pregunte por ti. Que evolución habías dado. Y dijo que parecías una maldita humana. Antes de hablar con tu madre, tuve la hipótesis de que vuestros poderes de deleiters hijos de ambos dioses, se hubieran repartido: Drake tenía los poderes, y tú, Sharon los instintos supervivientes. Pero tú ni siquiera mostrabas tener algún don. Investigué y seguí experimentando con Drake, buscando respuestas en su ADN, el porqué no era yo como. Los años iban pasando y se me agotaba el tiempo. Los dos estabais a punto de cumplir los dieciséis años, y yo necesitaba un deleiter con los genes de Teodoro que no hubiera alcanzado la edad adulta. Entonces fue cuando el destino me sonrió.
Le pedí a tu madre que te controlase a fondo. Que me explicara qué es lo que hacías todos los días, aunque el informe que me enviada en cada anochecer era lo mismo: te pasabas encerrada todo el día con tu padre en la biblioteca, leyendo libros y escuchando sus historias. Pero un día, tu padre tuvo que partir a un viaje por negocios que duraría una semana. En ese tiempo le pedí a Janin que cerrase la biblioteca con llave y que te entretuviera con cualquier otra cosa.
-Me acuerdo de esa semana…- Susurró Sharon con un gran dolor en el pecho.- Fue la peor semana de mi vida.
-Lo lamento, Sharon. No he querido quitarte tus libros, y tampoco nunca a tu padre (aunque fuera el hombre que me traicionó), pero como te he dicho el tiempo estaba pasando más de prisa de lo esperado, y necesitaba saber el porqué tu hermano y tú no eráis como yo. Tu madre era una deleiter corax, y yo recuerdo perfectamente como mis padres ardieron en llamas delante de mis ojos por los crímenes que hicieron. Teníais que ser unos más de la creación de Teodoro, pero no lo eráis, y yo por entonces era el único deleiter con ese súper-gen. Sí no conseguía que todo esto funcionase todas las muertes que ha habido en mi familia hubieran sido en vano, y no podía permitir que eso ocurriera.
¿Recuerdas uno de esos días, Sharon? Antes que volviera tu padre, Janin te envió al bosque a recoger flores para adornar la casa. ¿Recuerdas aquel conejo blanco?- Sharon frunció su ceño e intentó hacer memoria. Había pasado algo más de un año, y esa semana la chica solamente tenía el mal recuerdo de la ausencia temporal de su padre que sanó en cuanto regresó de su viaje, pero nada más.
-No… no lo recuerdo.
-Yo te lo mostraré.- Leonard alcanzó la mano de su hija, la que había curado hacía unos minutos, Sharon sintió como una corriente pasaba del cuerpo de su padre al de ella.
La adrenalina fría enseguida le invadió, y pudo ver unas imágenes que no le pertenecían a ella, y dónde tampoco podía ver a Egon. Eran unas imágenes distintas, como sí se tratasen de recuerdos. Pero no era de ella, sino de Leonard. Por entonces su auténtico padre aparentaba tener el mismo aspecto que ahora, y la estaba observando a ella. Sharon pudo verse a sí misma dejando encima del pasto un montoncito de flores, y después se daba la media vuelta para recoger más plantas.
Pero cuando ella volvió se encontró con un conejo blanco comiéndose los pétalos de su ramo que tanto trabajo le había costado hacer. La chica se mostró relajada, incluso sonreía, pero Sharon observando esos recuerdos de su padre pudo sentir un escalofrío que la dejó completamente congelada. La muchacha de cabellos oscuros cogió al conejo con delicadeza y caminó hasta un río dónde las aguas se deslizaban a gran velocidad. Sharon miró al conejo por última vez, y después lo lanzó al río, dejando que el pequeño animal muriera ahogado.
Cuando Sharon presintió la primera lágrima recorrer su rostro, fue cuando despertó de esa sombría visión. Percibió como una mano limpiaba esa lágrima, pero Sharon retrocedió, todavía siendo incapaz de creerse lo que acababan de ver sus ojos.
-Esa no era yo…
-Lo siento, Sharon. Son recuerdos míos que quizá no debería de haberte mostrado.
-Me acordaría.- La voz de la chica sonó alta y clara.- Sí hubiera matado a ese pobre animal por esa tontería, me acordaría. No… Yo sería incapaz de hacer eso a un ser vivo. Mi padre me enseñó a amar a la naturaleza, a sentir compasión por ella y cuidarla.
-Tu padre no eres tú, Sharon. Él es un deleiter natur, no tú. Los cuentos de tu padre no solamente bloqueaban tu auténtica naturaleza, sino también esa inhumana historia que le explicaste a tu padre en cuanto llegó del viaje. Esa noche mientras tu dormías te leyó durante toda la noche, y al amanecer no recordabas nada. Ni siquiera te acordabas de que tu padre había llegado ayer a la noche, y no a primera hora de la madrugada como tú siempre has creído.
Ver que mostraste algo de tu naturaleza con tan solo una semana sin tocar ni un solo libro, ni escuchar alguna de las historias de tu padre, nos hizo pensar tanto a tu madre como a mí que él tenía algo que ver con vuestra… anomalía. Pero seguíamos sin entender porque Drake no había terminado de desarrollarse sí él no sufría ese escudo de tu padre. Entonces decidí contratar a un deleiter tempus y que viajase al pasado. Que observará a Janin durante todo su embarazo, y sí veía algo extraño que me informara de inmediato.
Al cabo de un mes dijo que no había nada de anormal en el comportamiento de Janin y que su alimentación, tratados y síntomas de embarazo eran completamente normales. Lo único que aquel deleiter me explicó como anécdota era la mucha paciencia que tenía su marido leyéndole novelas e historias todas las noches mientras ella dormía. Des de ese momento todo tenía sentido.
Hablé con tu madre y ella me aseguró que no recordaba nada de todo esto. Tú tampoco no te acordabas de la historia del conejo cuando tu madre te habló de ello. Y por fin averiguamos el enigma del porque no eráis los deleiters descendientes de Teodoro que deberíais de haber sido: cuando os estabais formando en el vientre de vuestra madre, esas historias bloquearon las habilidades que nos hacen especiales a los que tenemos ese súper-gen. Por lo que sé, tu hermano y tú gozareis de una vida eterna y de unos poderes muy poderosos, pero nunca seréis una única pieza sí no os unís.
-¿Unirnos cómo?
-Al ser gemelos, vuestros genes deberían de haberse repartido tal y como yo supuse en mis experimentos de laboratorio: uno de vosotros debería de tener los instintos supervivientes, y otro debería de tener los poderes. Ser las dos bandas de una moneda. Pero los cuentos de Claudio bloquearon los instintos supervivientes (que es lo que nos hacía diferentes a los demás deleiters aparte de nuestra vida infinita), y lo único que os quedaba, vuestros poderes, fueron repartidos entre vosotros.
-Pero Drake es un deleiter mentalum, y yo una deleiter realitum ¿Cómo es eso posible?
-Los instintos supervivientes es algo que todo deleiter tiene, pero cada individuo desarrolla su propio poder. Cada uno es único a su perfecta manera, Sharon, y vosotros los sois mucho más.
-Pero mi padre murió hace un año, y con una semana de su ausencia ya había sido capaz de mostrar algo de mi auténtica naturaleza. No tiene sentido. Solamente muestras tu crueldad cuando tus instintos despiertan, pero yo no heredé esos instintos ¿Cómo puede ser todo eso?
-Ya te lo he explicado antes Sharon: Drake y tú sois las dos caras de esa moneda. Cuando el escudo de tu padre se debilito a causa de su ausencia y de la falta de sus libros, la conexión que hay entre tu hermano y tú, volvió a crearse. Él dejó de mostrarse tan frío y sonreír por primera vez en su vida con calidez. Pero tú en cambio mataste a ese conejo y le sonreíste con sed de venganza. Os complementáis. Y ahora que os he visto juntos he podido sentir esa conexión. Drake fingía su hostilidad hacía a ti, pero a la hora de romperte la mano y clavarte ese cuchillo en tu garganta era porque temé a lo que está por llegar.
-¿Pero cómo es posible que hasta que no conocí a Egon mi auténtica naturaleza no despertara mis poderes? 
-Porque siempre te quedaron tus libros, pero cuando te marchaste en busca del corazón de Helios el vínculo que te protegía se rompió y todo comenzó.
-Helios…- Repitió Sharon y fue como si alguien le abofeteará más que en el rostro, en su corazón.- ¿Dónde está Helios? ¿Qué has hecho con él?- Leonard inclinó su cabeza hacía el lado derecho y volvió a parpadear un par de veces ante el nerviosísimo que había crecido en su hija.
-Pensé que tu abuela te había arrebatado los sentimientos por ese humano…
-Eso no quita que Drake lo haya secuestrado bajo tus órdenes y que no me dejes verlo.
-¿Quieres verle?- Sharon pestañeó con rapidez, totalmente sorprendida. Abrió la boca para decir algo, pero después la cerró.- Terminaremos de hablar más tarde. Creo que es mucha información que debes procesar, y quiero que tu estancia aquí conmigo sea agradable.
-¿Vas a dejarme que lo vea? ¿Así sin más?
-No eres una prisionera, Sharon. Ni él, ni tú. Sois mis invitados, pero te advierto que Drake no ha tenido tanta paciencia con el humano mientras yo he estado ausente.
-¿Drake le ha hecho algo a Helios?
-No lo sé. No he visto al humano, como te he dicho: he estado ocupado. Pero después de tu visita con Helios, sí crees que Drake merece un castigo, dímelo y así será.


Esta vez la joven caminaba por delante de su padre, y cuando llegaban a una bifurcación, esperaba que Leonard pasara delante de ella para descubrir cuál sería el siguiente pasadizo. Sharon todavía no entendía muy bien como aquel hombre podía saberse de memoria todos esos pasillos. A la muchacha se le hacían todos iguales y muy confusos. Ni siquiera se acordaba de dónde estaba su habitación o las mazmorras dónde estaban encarceladas sus amigas.
Pero finalmente, Leonard llamó a Sharon y la chica retrocedió hasta ponerse a un lado de él. Era una pared blanca con dos antorchas a cinco metros de distancia. Colocó su mano en el centro de ésta y las mismas puertas que había visto Sharon en su habitación y en el laboratorio de su padre, apareció. Se abrió mecánicamente y Leonard fue el primero en pasar.
Cuando Sharon le siguió se dio cuenta que él se había retirado a una esquina de la pequeña sala. La muchacha se había esperado una enorme habitación blanca y con Helios en una jaula, no una minúscula sala dónde a mano izquierda había una mesa de madera con diferentes instrumentos de tortura recubiertos de sangre. De sangre humana. Al fondo de la sala observó unas cadenas de hierro que sujetaban un cuerpo que estaba arrodillado y con la cabeza cabizbaja. Pero a Sharon no le hizo falta ver su rostro para estar segura que esos mechones rubios eran del chico al que estaba buscando.
-¡Helios!- Sharon corrió hacía él y se agachó a su altura. Clavó sus rodillas en el suelo y con sus manos alzó su rostro para encontrar sus grisáceos ojos. El muchacho tenía un corte limpio en su mejilla derecha y el labio inferior hinchado. Sus labios estaban completamente cortados, y estaba empapado en sudor.- Por Dios, Helios… ¿Qué te han hecho?
-¿Sharon…?- El susurro del joven hizo que a Sharon se le empezasen a llenar los ojos de lágrimas. Su mirada se conectó con la del joven y pudo ver esperanza y terror. Lo habían torturado, y todo esto era por su culpa.
-Sí, Helios. Soy yo. Estoy aquí.
-¿Estás bien? No te han… hecho nada ¿verdad?
-Tranquilo, Helios. Estoy bien, y ahora mismo te voy a sacar de aquí y tú también lo estarás ¿vale?- Sharon se irguió de nuevo del suelo y miró a Leonard con un rostro totalmente crispado.- Libérale.
Leonard cerró sus ojos y en pocos segundos Sharon escuchó un sonido sordo que provenía del techo. Las cadenas se rompieron y estaban a punto de caer encima del cuerpo de Helios, pero se esfumaron en el último momento y el muchacho cayó al suelo de boca. Sharon se llevó al momento sus manos a sus labios al comprobar la desfigurada espalda de Helios. La muchacha todavía podía distinguir las marcas dónde el látigo le había azotado, y dónde esos afilados instrumentos habían hecho cortes tan profundos que había hecho que varios trozos de la piel de Helios cayeran por encima de sus omoplatos. No solamente había sangre reseca en su cuerpo, también había carne viva latiendo y ardiendo en él.
-Dios santo…- Sharon se arrodilló a un lado del cuerpo totalmente inconsciente de Helios, y miró a su padre, percibiendo como la primera lágrima caía por su mejilla.- Leonard, por favor. Tú eres un deleiter creatum. Puedes rejuvenecerle la piel.
-Sí, puedo.
-Cúrale, Leonard. Te lo suplico. Haré cualquier cosa para que sanes a Helios. Te doy mi palabra.
-¿Cualquier cosa?- Sharon asintió con su cabeza muy decidida, aunque más bien estaba hablando su desesperación. Leonard se acercó al humano y a su hija, y se agachó a un lado de Sharon para examinar mejor las heridas de Helios.- No solamente es algo superficial. Drake le ha roto varias costillas y le ha reventado dos nervios de su brazo izquierdo.
-¿Eso qué significa?
-Qué lo mejor será intervenir cuánto antes. Sí el organismo de Helios se infecta no podré rejuvenecer lo que está podrido por dentro.
-Pues démonos prisa.- Sharon iba a hacer el ademán de levantar a Helios del suelo, pero la mano de su padre la detuvo.
-Mis criaturas primero lo limpiaran, y desinfectarán las heridas de este muchacho adecuadamente para que después pueda curarle. Tardarán un cuarto de hora, no más.- La puerta mecánica se abrió, y Reinox, el cabeza pez y cuerpo humano, entró dentro de la habitación. El ser cogió a Helios con una delicadeza que parecía que flotaba en sus manos y se lo llevó hacía el laboratorio de Leonard.
-¿Y qué pretendes que haga de mientras?
-Mostrarme la deleiter que llevas dentro.- Leonard cogió la mano a su hija y en ella apareció una daga plateada. La chica desprendió un sonido sordo por su garganta y miró desconcertada a su padre.
-Oh, vaya, estabais aquí…- La voz de un muchacho que cada vez se le hacía más familiar hizo que tanto Leonard como Sharon se levantasen del suelo.- Había venido a divertirme con el humano con la otra mano que todavía mantengo todos mis huesos en perfectas condiciones.
-Pásate luego por mi laboratorio, y te la reconstruiré.
-Ahórrate tus poderes de deleiter creatum para Sharon. Los va a necesitar sí quiere salir de este castillo con vida.
-Se acabó.- Leonard alzó su mano hacía la dirección de su hijo y unas cadenas rodearon sus muñecas y del otro extremo al techo de la habitación.- Drake Townsend. Has torturado a un humano y debería de entregarte a los Dioses por esto, pero has tenido suerte, y no estoy muy a favor con su política. Pero has herido al humano de Sharon. Helios Birdwhistle. Y ella clama justicia.
-¿Y qué va a hacerme?- Drake mostró una sonrisa que congeló el alma de la muchacha.- ¿Me va a torturar ella a mí? Adelante. Estoy segura que un auténtico deleiter de siete años me haría más daño que ella.
-Sharon no va a dañarte a ti. Al menos no directamente.- Drake abrió sus ojos al máximo y la muchacha dedujo que le estaba leyendo la mente.
-No, padre. A Renterox, no. Te lo suplico.
-No es a mí a quién tienes que suplicar, sí no a tu hermana.- Leonard extendió su mano hacía una esquina de la habitación y una criatura encadenada apareció. Era un lobo enorme, gigante. Jamás había visto una monstruosidad igual. Tenía sus cuatro patas atadas con cadenas, y un bozal que ocultaba sus dientes. A Sharon no le hizo falta cerrar sus ojos y que Egon le mostrase que esa era la criatura a la que estaba vinculado su hermano. Podía ver los ojos de un color esmeralda de Drake, los mismos que los de ella.- Sharon.- La chica dejó de mirar al pobre animal indefenso y observó a su padre, con la cara todavía humedecida por sus lágrimas.- Adelante.
-¿Qué quieres que haga con él…?
-Lo mismo que hiciste con el conejo blanco.- Sharon retrocedió un paso hacia atrás, totalmente aterrada por la idea que le había propuesto su padre.
-No…
-Sharon. Mátalo.
-¡NO!- La chica dejó caer la daga al suelo, y el metal rebotó contra el suelo, creando un sonido molestó con tanto silencio y tensión acumulada en la sala.- No pienso matar a una pobre criatura. Él no tiene la culpa de los actos de Drake.
-Me has dicho que harías cualquier cosa para que sanara a Helios. Quiero que mates a Renterox. Compláceme, y sanaré a tu humano.
-¡Padre, no! ¡No lo hagas! ¡Renterox lleva vinculado a mí demasiado tiempo!
-Sobrevivirás.- Sentenció Leonard sin mirar a su hijo a los ojos.- Sentirás una enorme falta de aire y como tu corazón se partiera en dos, y una de esas dos partes dejase de funcionar. Como sí murieras. Pero no lo harás. Solamente la muerte habrá roto el hilo que te une a este maldito saco pulgas. Vamos, Sharon. Mátalo y curaré a Helios. De otra forma, el humano no durara más de un par de horas.
Sharon dejó de mirar al suelo para alzar su cabeza hacía su padre. El hombre se mostraba sereno, como había hecho hasta ahora.
-¿Disfrutas con esto, verdad?- Leonard no mostró ningún sentimiento, y tampoco hizo ningún gesto. La muchacha miró a su hermano, y pensó dentro de su mente para que solamente él pudiera sentir el dolor que notaba en su interior por tener que hacer lo que iba a hacer.
-Sharon, no… No lo hagas. Renterox es mi única debilidad.
La muchacha se dio la media, y dejó que varias lágrimas circularán más por sus mejillas mientras se aproximaba a la daga de su padre. Se agachó y la recogió. Escuchó los gritos de su hermano, pero no se volteó. Solamente podía pensar en su cabeza <<Perdóname, Drake. Perdóname Renterox. Helios me necesita>> Una y otra vez.
El lobo parecía saber cual iba a ser su destino. La criatura miró a Sharon una vez, y ella sintió como su corazón ya había dejado de latir cuando se estaba arrodillando en frente de ese enorme lobo que parecía aceptar su muerte. La muchacha alzó la daga por encima de su cabeza y apuntó hacía dónde el bombeante corazón del animal descansaba. Y en el momento en que hundió la daga en el cuerpo de ese animal, no solamente habían cesado los latidos de ese animal, sino también los gritos de Drake.


-Dúchate y ponte un vestido. En la cena terminaré de explicarte los planes que tengo tanto para ti como para tu hermano.
La voz de Leonard se repetía constantemente en su mente desde que había entrado en la habitación y se había quedado totalmente inmóvil delante de la pared. Y cuando no eran sus palabras era el último grito del animal, y el desconsuelo de su hermano los que retumbaban en la cabeza de Sharon. Finalmente la joven corrió a su cama (que no sentía que realmente fuera suya) y clavó su rostro en las almohadas blancas.
Escuchó su voz sollozar, gritar, ahogarse en su propia tortura. Había matado. Ya no había nada de humano en ella. Ahora solamente era una deleiter. Ni siquiera el consuelo de pensar que le había salvado la vida a Helios, el muchacho que había hecho que partiera en su búsqueda hace dos meses, le sirviera para pensar que había hecho el bien al matar aquella inocente criatura. Intentó llevar su odio a su padre por haberla chantajeado de esa forma. Por haber jugado con sus sentimientos. Pero no podía.
Sabía que la única culpable era ella. En el monstruo que estaba destinada a ser. Sharon sintió un vacío en su pecho, como sí un agujero negro se abriera en él y arrasase con las historias de su padre, la Cascada Flotante y los paseos en caballo con Helios. Como le arrebataba su vida como humana que había tenido partes duras, pero que al menos no sentía repugnancia hacía ella misma. Deseando morir en esos mismos momentos.
-Te dejo una noche sola, y lo único que sabes hacer es llorar.- Sharon alzó su cabeza de la almohada, y tardó varios segundos en procesar que su voz le había hablado. Esa voz que no confundiría nunca por ninguna otra ni en este mundo ni en el de todos los que existen.- Veo que sigues siendo una ridícula deleiter.

Deleiter: la dictadura del corazónWhere stories live. Discover now