Capítulo 3: XXI

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-Mientras yo preparo una hoguera para calentar la comida tú podrías cambiarte de ropa.

-Estoy bien. No me hace falta cambiarme el vestido.

-Creo que hace mucho tiempo que no te miras en un espejo.- El muchacho de ojos azules puso una mueca mientras volvía a mirar el aspecto demacrado y las ropas de Sharon que en vez de parecer violetas se habían vuelto marrones del barro.- Además, tienes la ropa mojada. Te resfriarás y no pienso gastarme uno de mis Ibuprofenos en ti.

-¿Ibupo-qué?

-Ibuprofeno. Es un medicamento que baja hinchazones, fiebres, malestar y todo eso.- Sharon abrió sus ojos al máximo. Era la primera vez que escuchaba hablar de tal medicina que pudiera hacer todas esas cosas al mismo tiempo.- No te vayas muy lejos. No vaya a ser que te pierdas y tenga que irte a rescatar. Otra vez.

-No tengo más ropa que la que llevo puesta, Señor Black.- Egon alzó una de sus definidas cejas y mostró una sonrisa burlona.

-Se nota que no sueles escaparte mucho de casa.- El chico se descolgó la bolso de su espalda y de ella sacó otra bolsa blanca hecha de un material que parecía muy ligera y que tenía unas letras escritas en verde: Mercadona.- Ten. Esto te servirá.- Egon le lanzó la ropa y Sharon la cogió al vuelo. Sí, sin duda no pesaba ni la bolsa ni lo que había en su interior.

-Gracias.- Susurró Sharon y se dio la media vuelta para buscar un lugar dónde cambiarse de ropa.

-Es precioso.

-Preciosa.- Corrigió Helios con una de sus siempre presentes sonrisa que contagiaban a Sharon a también hacerlo.- Su nombre es Celeste.

-Un nombre bonito para un animal bonito. Y blanco.- Helios soltó una carcajada porqué había captado la ironía en la voz de Sharon.

-Sé que me mi caballo no es azul, pero sí te fijas tiene sus ojos de ese color.- Sharon afinó su sentido de la vista para observar mejor los ojos del caballo de Helios y solamente veía una tonalidad oscura.

-Perdone que le diga esto, Señor Birdwhistle, pero su caballo tiene los ojos marrones.

-¿Enserio?- Helios se colocó a un lado de Sharon, haciendo que sus brazos se rozasen levemente.- No lo había notado.

-Es usted un farsante, Señor Birdwhistle.

-Yo prefiero llamarlo hipocresía fingida.- Y esta vez fue Sharon quién río, haciendo que Helios la mirase con sus ojos grisáceos y penetrantes.- Tiene una risa muy bella, Señorita Bradley. Debería de mostrarla más al mundo.

-Ignoraré ese comentario.

-Despierte, ríes, y al reír, tus labios

inquietos me parecen

relámpagos de grana que serpean

sobre un cielo de nieve.

-Paré.- La voz de Sharon era una suplica mezclada con un intento de retener su risa de nuevo sin mucho éxito.

-¿Quiere ir al pueblo? Podríamos coger algo de comer y llevarlo a la Cascada Flotante.

-No llevo dinero encima...

-¿Y quién dice que vayamos a comprar algo?- Helios colocó uno de sus pies en uno de los estribos de montura de Celeste y se subió con una enorme gracia. Le tendió su mano a Sharon y la chica vaciló.

-Eso no es honrado.

-Yo prefiero llamarlo supervivencia, Señorita Bradley.

-¿Supervivencia? Eso es un delito. No puede “coger” cosas que no le pertenece.- Helios iba a decir algo, pero ella lo detuvo señalándolo con su dedo indice de forma acusatoria.- Y ahora no me diga que usted prefiere llamarlo préstamo porqué por esta vez su lista de adjetivos no le servirá para ocultar su identidad.

Deleiter: la dictadura del corazónWhere stories live. Discover now