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No vuelvo a dormir ni a hablar con Evian. Nuestra conversación termina ahí y no le pregunto de vuelta dónde está su familia, pues quiero que piense mi propuesta detalladamente. Me acuesto en la cama de espaldas a él para darle un poco de intimidad y cierro los ojos, pero no tengo sueño ni quiero dormir.

Pasan las horas y calculo que ya ha amanecido porque la luz se filtra entre los diminutos agujeros de las ventanas entabladas. Me doy un estirón para desperezarme y me volteo sobre el otro hombro para mirar a Evian. Sigue sentado en el suelo con la pistola en la mano y los ojos abiertos. Ha soportado mantenerse despierto durante toda la noche, sin pestañar un segundo. ¿Cómo lo hace? Me gustaría decirle que duerma un rato para que descanse y yo montar guardia por él, pero no se lo digo por dos razones: no creo que confíe en mí y debo marcharme ahora.

—Buenos días —me dice.

—¿Pensaste en lo que te dije? —pregunto sin rodeos.

Necesito una respuesta, ahora mismo. Cada hora, cada día que pasa, me siento más lejos de Alya y Brya y los percibo inalcanzables. Quiero reunirme con ellos en cuanto antes y abrazarlos, saber que los tres estamos bien y no los perderé.

Hace una mueca de puro titubeo. No aceptará. Me digo que no importa, seguiré el viaje con o sin él. Aunque prefiero un acompañante.

—¿Sabes lo que estás haciendo? —me cuestiona suavemente.

Me arrodillo para sacar el mapa del bolsillo y lo extiendo en el suelo, a un lado de sus pies. El lodo que utilicé para marcar mi ruta ya se ha desvanecido por completo, pero todavía sigue vigente en mi mente.

—Sé el recorrido que haremos. Nos encontramos aquí —Señalo la parte verde coloreada en el papel—. Tenemos que llegar al límite de Avox. Es a donde me dirijo primeramente. Podemos hacerlo de tres maneras: en el tren aéreo, por las redes del drenaje o a pie. El tren recorre la periferia de cada ciudad, yendo de norte a sur, y la próxima ciudad es Lulux, así que tendríamos que recorrerla en el tren y después nos llevaría a Grux. Es la forma más fácil, pero para solo una persona es peligrosa.

—Tú lo estabas haciendo a pie, ¿cierto? —Afirmo con la cabeza. No me he dado cuenta, pero se ha acercado al mapa para mirarlo mejor. Tal vez sí le interese y se decida por venir conmigo—. ¿Hacerlo por las redes es seguro?

—Hay muchos no conscientes.

Con un dedo traza la línea que representa el recorrido del tren aéreo.

—A pie es más fácil que te atrapen —susurra quedamente—, así que el tren es la opción más segura de las tres.

—Sí, pero yo no podía hacer el viaje en tren sola. Debe de haber más personas queriendo ir a Grux y no creo que sean amistosas. Y también habrá no conscientes. Pero si vamos los dos, podríamos cuidarnos.

Su dedo se detiene en el final de la zona coloreada de verde que marca el límite entre Avox y Lulux, muy cerca de mi dedo. Se queda así unos segundos, mirando algún punto en el mapa, hasta que me mira y dice:

—¿Tus hermanos están allá?

—Sí.

—Iré contigo. —La felicidad borbotea de mi estómago y veo fugazmente los pequeños rostros de Alya y Brya—. Pero dame un día.

—¿Qué?

—Quedémonos aquí solo un día más y al siguiente nos vamos.

—¿Por qué esperar un día? —pregunto—. Podríamos irnos ahora mismo. ¿Por qué quieres esperar? ¿O a quién?

ErradicaciónWhere stories live. Discover now