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—Francis, despierta.

Abro los ojos, y lo único que veo es espesa oscuridad cubriéndolo todo. Unos dedos me tocan suevamente el hombro.

—Tu turno. —Es Axel. Lo había olvidado por completo: me toca de tres a siete de la mañana cuidar la escotilla 2.

—Ya voy —respondo.

Lo veo dirigirse hacia su catre y echarse encima las cobijas. Espero unos segundos para desperezarme y que la vista se me aclare para no pisar a nadie. Doy unos cuantos brincos evitando aplastar caras dormidas y extremidades, subo los peldaños de la escotilla 2 y emerjo a la sala de la casa del Sr. Sterling. Él está aquí, sentado en un pequeño banco con una alargada pistola posicionada entre el suelo y su hombro y una taza de café recargada en la pierna derecha.

—Sinceramente no creo que ocurra nada interesante, pero trae esa silla para acá y hazme compañía o me quedaré dormido.

Acerco la silla apolillada que apunta y la pongo a un lado de la escotilla, en el enfoque correcto para tener una amplia vista de la puerta, por donde podría entrar tanto una persona buscando escondite o un no consciente buscando víctimas.

—¿Tiene mucho rato aquí?

—Desde media noche —contesta.

—Debería ir a dormir. De todos modos, no creo que suceda nada interesante.

—No te preocupes por mí, Francis. Estoy bien. —Le da un trago al café—. La verdad es que no puedo dormir.

—¿Padece insomnio?

—Pesadillas.

No puedo imaginar qué tipo de pesadillas. Que yo recuerde, el Sr. Sterling nunca fue alguien problemático. Ni siquiera salía de su casa. Les escuché a mis padres alguna vez decir que él y su esposa solo salían a hacer las compras, y cuando ella murió, el Sr. Sterling cerró completamente las puertas de su casa después del funeral. Nadie le veía seguido, en ninguna parte. Dejó de ir a las reuniones de la Asociación de Vecinos; mis padres decían que había caído en una fuerte depresión con lo de la muerte de su esposa. No lo veía como un delincuente para tener pesadillas donde los remordimientos lo consumieran; más bien, eran pesadillas sobre su esposa.

—¿Sobre qué? —Dándome cuenta de mi imprudencia añado—: Si se puede saber, claro.

—Sobre muchas cosas. Por ejemplo, a veces sueño que mi Amelia está siendo atacada por no conscientes, aunque no tengo por qué preocuparme, porque mi Amelia ya no está aquí. Pero las pesadillas siempre son malas, aunque sepamos que son irreales. Otras veces me veo a mí siendo atacado por un no consciente. Se siente tan... real. Como si fuera un ensueño.

—¿Usted ha tenido ensueños?

—Demasiados para recordarlos todos.

Me gustaría decirle que yo también, que fue el día diecisiete de enero, el mismo día que vino el ataque, y que en él vi a un no consciente. Me gustaría platicárselo, pero ¿qué conseguiría con eso? Solo fundar más dudas en todos.

—A veces pienso, no vayas a creer que estoy loco, pero comienzo a pensar que es mejor que Amelia ya no esté con nosotros. Por primera vez creo que está completamente a salvo. En tranquilidad. Algo que nosotros no sentiremos en un largo tiempo. Tranquilidad.

Medito en sus palabras por unos instantes. Saco la navaja pequeña de mi bolsillo y juego con ella entre mis dedos.

—Tal vez tiene razón. —Lo digo lo suficientemente alto para que apenas alcance a oírme—. Tal vez mi madre también esté mejor ahora. Así no tiene que lidiar con todo esto, ¿no lo cree?

—Eso me digo a diario. Es como... —Busca la palabra correcta—. Como un sedante. Cuando la tristeza me invade, me repito que es mejor que Amelia ya no esté aquí, porque se encuentra en un lugar mejor. Pero hay veces que quisiera que, aunque todo se esté desmoronando, ella estuviera aquí. No lo sé, tal vez todo sería mejor si ella estuviera conmigo. —Suelta un largo suspiro lastimero—. Mi Amelia. Siempre le veía el lado positivo a la situación.

—¿Qué lado positivo tiene nuestra situación? Porque, discúlpeme, Sr. Sterling, pero yo no le veo ninguno.

—Yo tampoco se lo veo. Pero mi Amelia habría dicho algo como: «Seguimos vivos. Eso es lo importante».

—¿Y usted cree que seguir vivos sirva de algo? ¿Cree que sea importante?

Entre la penumbra, puedo ver sus ojos detrás de las gafas de vidrio. El lente izquierdo está roto, me pregunto dónde se le rompió. Tal vez huía de un no consciente y cayó. Tal vez alguien lo golpeó.

—¿Sirve la opinión de un viejo como yo, Francis?

Aunque lo que realmente está diciendo es: «¿Influirá mi opinión en lo que pienses tú?». Y ahí está claramente su respuesta a mi pregunta.

—No. Su respuesta es no, ¿cierto Sr. Sterling? —Su silencio es todo lo que necesito para saber que acerté—. Entonces, usted ve las cosas desde el lado realista, ¿cierto, Sr. Sterling?

—Probablemente.

—Entonces, ¿qué piensa usted que pase con nosotros en unas semanas, cuando la comida se termine y Villa Avox sea invadida por no conscientes? Y no me diga que no ha pensando en ese asunto, porque puedo jurar que ha pensando en eso tanto o más que yo.

Tarda uno minutos en contestar. Seguro que está ideando en su cabeza un discurso neutral que no influya en mi opinión o que no me aterrorice.

—¿Sabes, Francis? Intento ser como mi Amelia: verle el lado positivo a las cosas.

Aunque no sea realista y solo esté viéndole el lado iluso a las cosas —objeto.

—Porque ser positivos es la única manera de encontrar un poco de tranquilidad. —Se saca las gafas con aire cansado, para mirarme directamente a los ojos a través de la oscuridad—. Francis, prefiero ser positivo y creer que todo esto terminara pronto, a ser realista y tener la preocupación de que moriré el día de mañana. ¿Tú qué crees que sea mejor, Francis?

Podría debatir esto con él toda la noche, pero no ganaría nada. Así que me levanto y camino alrededor de la sala a oscuras, intentando no tropezar con nada, solo hasta que aplaque mis ideas y se le pase el tema al Sr. Sterling.

¿Qué creo que sea mejor? ¿Ser positivo e imaginar que este caos terminara en un par de días, o ser realista y saber que nada de esto terminara nunca?

Ser realista, definitivamente. Pero una voz susurrante en mi cabeza me dice otra cosa, una muy distinta a ser positivo o realista, me dice cuatro palabras que logran tranquilizarme y volver a la silla frente al Sr. Sterling.

«Esto es un sueño.»

Y después, cuando los sentimientos de desesperación se logran aplacar, añade:

«Y pronto despertaré de él». 

ErradicaciónOù les histoires vivent. Découvrez maintenant