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Antes, llegaba de la escuela y comía con mis padres y hermanos. Conversábamos todavía después de haber terminado y mi madre y yo platicábamos en la cocina mientras lavábamos los platos. Tenía una buena relación con los dos. Los cinco éramos una familia.

Entonces conocí a Kesha y mi propia casa se volvió en el peor lugar donde quisiera estar. Empezaron los gritos y los castigos.

Me gustaba el «antes». Ahora llego a casa y lo único que hacemos mi madre y yo es pelear, sobre cualquier cosa. Y este momento, no es la excepción.

—¡No, Francis! ¡Ya te dije que no! —grita ella.

Intenta colocarse rímel en las pestañas mientras lidia conmigo. Quiero que me deje ir a la fiesta que habrá el viernes en la casa del novio de Kesha. Pero ella no quiere dejarme ir. Solo es necesario decir «Kesha» para que cualquier plan que tenga que ver con mi mejor amiga a mi madre no le parezca.

—¡Mamá, por favor! ¡Ya le dije a Kesha que iría! —grito yo.

Un poco de rímel le cae a la mejilla, y al intentar retirarlo con su dedo lo esparce más. Suelta una maldición por lo bajo —no las dice cuando están mis hermanos presentes—, y entra al baño para tomar una toalla. No cierra la puerta, por lo que me quedo erguida y con los puños fuertemente cerrados en la entrada. No pretendo irme de aquí hasta conseguir que me deje. Aunque sé, y ella sabe, que iré aunque no me lo permita.

—¡Pues dile que no! ¡Sabes que no me gusta que te relaciones con ella! —Se limpia el rastro de rímel y mira su reloj—. Es mi última palabra, Francis. Iremos a comer con tu padre y quiero que te comportes.

No puedo replicar algo más, porque ella sale de su habitación y cierra la puerta de un portazo, dejándome con cientos de palabras en la punta de la lengua.

Mi padre ha concertado una comida con nosotros en el restaurante más famoso y prestigiado de Avox, La Barca. Esta será la última vez que lo veamos en un largo tiempo. Tiene que salir de viaje a Atlantax y no sabe con exactitud cuándo regresara; lo único que tiene fijo es que será un viaje de meses. Mi padre es uno de los dueños mayores de la compañía de autos más importante en la Confederación, así que tiene que estar saliendo de Avox constantemente para arreglar los asuntos de la compañía Carruax. Esta comida será la última que tendremos en largos meses.

Salgo de la habitación de mis padres y me dirijo a la mía para colocarme unos shorts, los más cortos que tengo. Pretendo hacer enfurecer a mi madre, tal vez así me deje ir a la fiesta.

Me siento desnuda con estos shorts, pero no me importa. Hace unos meses eran unos jeans, mis favoritos. Entonces Kesha me vio con ellos y me llamo «mojigata», me hizo quitármelos, tomó unas tijeras y los cortó. La miré callada mientras hacía su tarea, preguntándome internamente si era lo correcto o no. Pero deseaba ser aceptada por ella y por todos en la preparatoria, por lo que cuando me los tendió y me dijo que me los colocara de nuevo, lo hice. Y fingí que me gustaba el resultado cuando me miré en el espejo. Ella me dio unas palmadas en la espalda y me dijo: «Ahora sí cautivaras a algún chico».

Y lo hice. Pero no me sentí cómoda conmigo misma.

Ya me acostumbré. Así que cuando me veo en el espejo no me importa si mis piernas quedan al descubierto y los shorts solo alcanzan a tapar mi trasero. El espejo ya no me reconoce; ni siquiera yo. Pero eso tampoco me importa a estas alturas.

Me coloco un poco de brillo labial y salgo directo al coche. Me siento en el asiento trasero y espero a que los tres estén listos. A los minutos ellos también salen. Alya, mi hermana, se sienta junto a mamá y Brya, mi hermano, conmigo. Mamá arranca y salimos de Villa Avox; parece más tranquila, pero enfurecerá cuando me vea vestida así.

ErradicaciónWhere stories live. Discover now