Parte /25/domingo 7

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Cuando Alejandro cumplió sesenta  años de edad,  se jubiló de su trabajo en los ferrocarriles, la familia se fue a vivir al centro del pueblo, vivían en una casa de su propiedad muy amplia, sus hijos empezaron a dejar el hogar y a formar el suyo propio, Alejandro, a pesar de su avanzada edad, salió con su domingo siete, como vulgarmente se dice, se enamoró de una mujer soltera madre de una hija, mucho más joven.

Francisca quedo sola en una casa muy grande, Alejandro cumplía con su obligación, nunca dejo dejos de darle dinero para su sustento, el hombre simplemente se enamoró y, cambio de mujer, por un modelo más joven, al principio dudaban que la mujer estuviera enamorad, pero ella demostró que, si era verdadero amor junto con agradecimiento, en un principio, Francisca quedó muy dolida, pero poco a poco se le fue pasando el coraje y reflexiono.

Bueno, él es así de protector, a mí también me amparó y quiso a Ramona como a su propia hija.

Su hijastra era de la misma edad de la hija de Ramona, con el tiempo fueron las mejores amigas.

Jacinta, una hermana de Ramona quedó viuda, Francisca se la llevó a vivir con ella, ya que ésta quedó en la orfandad junto a sus cinco hijos, después de todo la casa era muy grande y dónde come uno comen dos.

En ese tiempo se descubrió una mina de oro y plata, por lo que al pueblo empezaron a llegar muchos hombres jóvenes en busca de trabajo, Francisca, aprovecho para ofrecer a hombres solteros que no tenían mujer, comida, lavado, planchado y arreglos de ropa, como zurcido, pegar botones, cambiar cuellos etc. Entre ella su hija y dos nietas, se repartieron las labores, al fondo de la casa mando construir un cuarto para que sirviera de baño para que los hombres se asearán y una letrina, con el objeto de que no ocuparan los mismos servicios que la familia, para evitar alguna enfermedad.

Los hombres no se quedaban a dormir en la casa solo acudían a tomar sus alimentos, a asearse y cambiar su ropa sucia por limpia, con el auge de la mina también llegaron mujeres jóvenes que laboraban en el oficio más antiguo del mundo, ellas también se sumaron a la clientela de Francisca, a Alejandro no le pareció la idea, por lo que le reclamo a su ex.

─A mí no me parece bien que metas a mi casa a mujeres de la vida fácil.

─¡Perdón, Tú casa! te olvidas que esta ya no es tu casa, tu lo decidiste así, así es que, hazme el favor de irte mucho a chingar a tu madre a otra parte, tú ya no tienes voz ni voto, lárgate con tu puta, a esa es a la que tienes que cuidar, que para cuidarme, yo me basto sola.

Alejandro no refutó más, salió de la casa cabizbajo su hija reprendió a su madre.

─Ay ama como que le habló muy recio a mi padre, pídale a Dios que no se enoje y ya no le dé su dinerito.

─A ese no le pido ni chingada madre, yo me basto sola pa mantenerme, y hasta me hace un favor de no darme dinero, y, si, con ese pretexto va a venir a querer mandar como si todavía viviera en esta casa, que se meta su dinero donde le hace remolino y que se vaya mucho a chingar a su madre.

─Ay ama, y mi abuela que culpa tiene, ya ni polvo a de quedar de ella.

─Yo en lo que tengo de vida, no conozco a nadie que haya nacido del aíre y, te lo vuelvo a repetir que se vaya mucho a chingar a su madre muerta y, si tanto te duele lo que le dije, lárgate con él con todo y tus crías.

─No ama como cree, yo no más decía.

En ese tiempo Francisca todavía estaba muy dolida por el proceder de su ex, pero Alejandro le siguió llevando su dinero, pero ya no volvió a opinar sobre los asuntos de la casa, Alejandro tuvo una larga vida, vivió tantos años que solía decir que la muerte se había olvidado de él, según dijeron sus hijos que murió de ciento dieciséis años, su segunda esposa lo cuido hasta su muerte, afortunadamente fue un hombre muy sano.  

Doroteo empezó a salir todos los domingos muy temprano, decía que iba al pueblo a misa, regresaba alrededor de las siete de la noche o más tarde, cuando Julia empezó a caminar se la llevaba con él, llegaban al pueblo, iban a misa le compraba un juguetito barato, enseguida la llevaba a la casa de Francisca.

─Buenos días doña Pachita.

─¿Cómo les va? pásenle ahorita les doy de almorzar.

─Gracias doña Pachita, ya hace hambrita.

Después de desayunar, se despedía de su suegra.

─Bueno doña Pachita aquí le dejo a la niña, voy a andar por allí, en la tardecita vuelvo por la criatura.

─Ta bien vaya con Dios.

Doroteo, nunca decía a donde iba, como a las siete de la noche llegaba por la niña juntos regresaban al campamento. Ramona nunca le preguntó a donde iba, es más ni le interesaba, por ella él se podía quedar en donde estuviera toda la noche y ella no lo echaría de menos.

Cuando la niña tenía siete años, estaba en la casa de Francisca, cuando llego un joven muy agradable tenía 17 años, recientemente había muerto su madre, cómo siempre estaba la puerta abierta, se pasó a la casa llamado a voces a Francisca.

─Doña pachita ¿Pos dónde anda?

Pásale muchacho, acá estoy en la cocina. ¿Y ahora tú a dónde vas con ese veliz?

─No más vengo a despedirme.

─¿Pos adonde es que te vas?

─Me voy la aventura, ya ve ahora que mi madre murió ya no me queda nadie, mis hermanos ya se casarón sólo queda Rosario y pronto se va a casar, yo solo les estorbaría a los recién casados ellos lo que quieren es estar solitos.

─¿Pero a dónde vas a ir?

­─Me voy a Guadalajara unos amigos me dijeron que están ocupando chóferes con unos amigos en una tienda muy grande de abarrotes, pa llevar y traer mercancía de toda la república, voy a entrar de ayudante, cuando tenga 21 años y saque mi licencia de chofer, pues también a mí me van a dar una troca.

─Bueno muchacho, si esa es tu voluntad, pues que Dios te bendiga.

Santiago, que ese era el nombre del joven se puso de rodillas diciéndole a Francisca.

─Doña Pachita, me puede dar la bendición, es como si mi madre me bendijera.

─Como no mijo, en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo, que Dios te cuide y te acompañe dónde quiera que te encuentres, ve con Dios hijo mío.

Cuando se dirigían a la puerta, entró corriendo Julia, la hija de Ramona, el joven la vio y pregunto.

─¿Quién es esta niña tan bonita?

─Es la hija de mija Ramona, ¿Si te acuerdas de ella verdad?

─Si, como no, la esposa de don Doroteo.

─Ándale ella.

Él le acarició una mejilla, metió la mano a la bolsa del pantalón y sacando una moneda se la dio a la niña.

─Ten para que te compres un dulce.

La niña sonrió y tomó la moneda el salió corriendo de la casa, Francisca su hija y sus nietas despidieron a Santiago, ellas se quedaron en la puerta hasta que él se perdió en la lejanía, Francisca y su madre habían sido muy buenas amigas, la señora murió después de una larga enfermedad, era viuda su esposo había muerto cuando Santiago tenía dos años, él tenía fama de muchacho vago y enamorado pese a su corta edad, es por eso que ninguno de sus hermanos quiso hacerse cargo de él, se fue resentido con ellos.

Su madre en su lecho de muerte repartió el patrimonio familiar entre sus hijos, a él le toco la casa, el dejo a su hermana al cuidado de la misma y se fue. 

RamonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora