Parte /18/La entrevista

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El sábado siguiente el señor Betancourt se presentó en su oficina, los empleados del edificio, se sorprendieron mucho de verlo llegar, ya que él nunca iba los sábados.

Por su parte Alicia se dirigió a la dirección que aparecía en el sobre que le envió el señor Betancourt, con su hermana, quedó sorprendida al ver el elegante edificio, quiso entrar, pero un elegante empleado uniformado con guantes blancos, le preguntó amablemente.

─¿A qué despacho viene?

─Tengo una cita con el señor Jean Betancourt.

El empleado se quedó pensativo unos momentos. Alicia corrigió.

─Perdón, con el señor Juan Betancourt, ella recordó que su hermana le había dicho que solo su familia lo llamaba Jean.

─¿A quién anuncio?

─Alicia Martínez. por favor.

El empleado apunto en una libreta de notas enseguida se la dio a un jovencito uniformado, el hombre nunca se alejó de su puesto, a los pocos minutos el chico regreso.

─Sígame por favor, la están esperando.

El joven la guio por un elegante pasillo, llegaron a una oficina el joven tocó la elegante puerta, inmediatamente salió una señorita con un elegante uniforme.

─Sígame por favor.

Caminaron por un largo pasillo, al llegar a la oficina el joven tocó la puerta una. elegante secretaria los recibió.

─La señorita Alicia Martínez esta aquí.

─Pase por favor el señor la espera

─Alicia entró a la elegante oficina, que a la vez tenía otra puerta, la mujer la abrió.

─Pasé por favor.

Un hombre elegantemente vestido, revisaba unos papeles o fingía hacerlo para ocultar su nerviosismo ante su secretaría.

─Adelante, tome asiento por favor en un momento la atiendo.

La empleada cerró la puerta tras ella.

Alicia recorrió la vista por la elegante oficina, sus ojos repararon la fotografía de Ramona enmarcada en un elegante marco que descasaba en el escritorio del señor, pudo darse cuenta que ésta era reciente, no se explicaba como la había conseguido, pero al mismo tiempo respiro aliviada ese hombre seguía enamorado de su amiga.

A los pocos minutos tocaron la puerta, la empleada entro con una bandeja con galletitas y unas bebidas, dirigiéndose a Alicia le preguntó.

─Si prefiere otra cosa, dígamelo y enseguida se lo traigo.

─Así está bien gracias.

─Con permiso.

La empleada salió de la oficina cerrando la puerta tras sí. El señor fue directamente al asunto.

─¿Me trajo lo que le pedí?

─Sí señor.

Sacando la bolsita de tela donde guardaba la cadena se la entregó al hombre, este con manos temblorosas por la emoción saco la cadena con el corazón, lo abrió y apareció su fotografía, la emoción lo embargo, unas lágrimas empezaron a salir de sus ojos, por unos segundos dio rienda suelta a su emoción, hasta que reacciono saco un pañuelo y seco las lágrimas.

─Perdón la emoción me gano.

─Descuide señor, no tiene por qué disculparse.

Alicia quedo conmovida hasta las lágrimas de ver al hombre que moría de amor por su amiga Ramona.

El metió su mano en la bolsa interior de su saco y sacó una réplica de la medalla la abrió y apareció la foto de Ramona, la miró largamente quizá recordando el momento en que se tomó esa fotografía.

─¿Cuál es su relación con Ramona?

─Me hospedo en casa de sus padres, ella y yo entablamos una bonita amistad.

El siguió haciéndole preguntas corroborando todo lo que le había dicho el investigador, si alguna duda le quedaba, las respuestas de la joven, la disipó, tímidamente le pregunto.

─¿Ama a su marido?

─Le tiene respeto, aprecio, agradecimiento, pero su corazón siempre le ha pertenecido a usted.

─¿Cómo se llama mi hijo?

─Lleva el mismo nombre que su padre adoptivo, Doroteo.

Si alguna vez, ustedes pueden hablar, ella le contará los motivos que tuvo para casarse, a mí no me corresponde decírselo y como ya cumplí con mi cometido me retiro.

Diciendo eso tomó la medalla de Ramona y guardándola en su bolso le dijo.

─Como comprenderá tengo que llevar esto de regreso, esta cadena es su gran tesoro.

Él se dirigió hacia un mueble, abrió un cajón, saco una caja bellamente envuelta con un paño rojo de terciopelo, se la entregó a Alicia diciéndole

─Le puede entregar esto de mi parte por favor, si no es mucha molestia.

─Con mucho gusto y no se preocupe por su seguridad, su esposo es un buen hombre, nunca le haría daño, le prometo que voy a ser lo posible para que ustedes se reencuentren no sé cómo le voy a hacer, pero ustedes se tienen que ver, lo que existe entre ustedes es un verdadero amor.

─Gracias, si usted logra eso, le voy a vivir eternamente agradecido, ¿le puedo pedir un último favor?

─Claro que sí, dígame.

─Prométame, que si algún día ella tuviera algún problema de la índole que sea, usted me lo dirá.

─Si eso llegará a suceder, usted seria al primero que acudiría.

Diciendo esto, se dispuso a salir, la secretaria gentilmente, la acompaño hasta la salida, dentro de la oficina quedaba un hombre deshecho en llanto, besando la fotografía de su amada.

RamonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora