Parte/39/Epilogo

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Estoy sentada en el mismo sillón donde hasta hace unos años se sentaba mi adorado patrón, cuando al fin

nos habíamos quitado los prejuicios del que dirán, nos y nos preparábamos para vivir juntos, disfrutándonos el uno al otro llego la muerte y me lo arrebató.

La vida fue muy injusta conmigo, no tuve una niñez normal, tuve que hacer el papel de madre cuidando a mis hermanos desde muy pequeña, cuando mi única tarea era la de jugar, aprender, y ser mimada.

No tuve adolescencia me convertí en amante a los doce años, aunque ese papel me gusto, esos pocos meses fueron los más felices de mi larga vida, fui querida, mimada y amada por el hombre que me arrebato mi virginidad a los 12 años.

En plena adolescencia me obligaron a casarme con un hombre inmundo, y a los 14 años me convertí en madre fruto del único amor de mi vida.

Sufrí uno de los peores dolores que sufre una madre, la pérdida de un hijo, los hijos deberían enterrar a sus padres, para ahorrarnos el sufrimiento de su partida.

La vida me regreso algo de felicidad de la que me arrebato, con el nacimiento de mi hijo el vivo retrato de su padre al que tanto ame.

También me regalo otros dos hijos maravillosos, aunque hubo mucho dolor en mi vida, al menos tengo una vejez tranquila rodeada de mis dos hijos y mis nietos

Con el paso de los años siento que cada vez se acerca el final de mis días, lo espero con ansia para reencontrarme con mi amado ¿Sera eso posible? ¿En verdad habrá otro mundo donde sea pura felicidad?

Si el cielo se gana según el sufrimiento que hayas tenido en este mundo creo que me lo he ganado con creces.

Confieso que no soy muy religiosa, a la única que le tengo respeto es a la muerte, porque ella si es pareja con todos, ella se lleva tanto a ricos, pobres, niños, adultos, jóvenes, viejos y hasta no nacidos.

Por fin le conteste la pregunta que tanto me hacia mi nieta Carolina, ¿Por qué te casaste con mi abuelo? Siendo tan diferentes los dos.

Estoy en una cama de hospital, rodeada de todos mis seres queridos, veo sus ojos con lágrimas, Dios me dio fuerzas de hablar y decirles.

─No lloren, esto no se termina aquí, mientras ustedes no me olviden siempre estaré con ustedes.

Poco a poco siento mi cuerpo tan liviano que flota en el aíre, pero no, mi cuerpo sigue en la cama es mi esencia, mi energía o ¿Sera mi alma? La que sale de él, siento una felicidad muy extraña ya puedo respirar bien, ya no me duele nada, le puedo hablarle a mi familia ¿Pero ¿Qué pasa? No me escuchan todos lloran abrazados a mi cuerpo. Ante mí, pasan imágenes velozmente de mi vida pasada.

Una imagen queda fija ante mí. Mi adorado patrón está sentado en su sillón me está sonriendo, me acerco a él me dice.

─Al fin llegas esperaba impaciente tu llegada.

Se pone de pie, es el mismo hombre joven de la hacienda y yo la misma adolescente de 12 años me carga en sus brazos como lo hizo la primera vez y nos perdemos en la eternidad.      

RamonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora