La fémina, de altura media se adelanta caminando rápidamente, el ex novio trata de alcanzarla, logra hacerlo y le toca el hombro para que lo escuche, pero es recibido con una sonora bofetada que hasta a mí me dolió. Se le ve enojadísima, acto seguido lanza el móvil del individuo al piso, luego lo pisotea y sale corriendo de forma dramática. Él muchacho se queda de pie, mirándola irse, luce confundido. Acto seguido se encoge de hombros como si pensara que su situación no tiene arreglo, se da la vuelta y pasa a través de la puerta plegable que lleva al interior de la discoteca.

Muy dolido no se ve.

—No entiendo cómo la gente pierde su amor propio y se dedica a hacer espectáculos de celos y rabietas—pronuncia Armand con su tono de barítono sarcástico.

—No todo el mundo lleva agua fría en sus venas. La gente siente, es emocional, se enoja, y aunque no siempre quiera expresarlo está en su justo derecho. Es natural.

—Para estar borracha dices cosas bastante interesantes. ¿Cómo te sientes? —curiosea, curvando la delgada línea de sus labios en un mohín seductor y despreocupado.

—Sigo mareada, pero creo que estoy bien.

—¿Consumiste alguna droga? ¿Sentiste algo raro cuando ese tipo se te acercó? He visto algunos reportes de mujeres que aseguran haberse sentido extrañas después de acercarse a bartenders en este tipo de lugares. Al parecer, ciertos individuos enfermos, pagan para que una especie de droga gaseosa sin olor; sea disparada sobre las mujeres con las que desean intimar. Estas caen drogadas, y posteriormente son violadas. A la ex novia de Jack le pasó. Es algo que se ha vuelto muy popular en Europa. —Armand bufa contrariado. Se nota que el tema le hace rabiar.

—Bueno, ahora que lo dices, creo que me acerqué a un bartender antes de que nos encontráramos, necesitaba ir al baño. —confieso analítica.

Él suspira, quedándose muy serio. Me pregunto qué estará pensando. El Armand silencioso es ultra intrigante.

—Entonces, te llevaré al hospital, quiero que te hagan una prueba toxicológica para asegurarnos de que estás bien. El hecho de que no recuerdes con quién viniste aquí me preocupa. —acota directo, observándome con sigilo.

Lo miro como si le hubiera crecido un segundo pene. El único hospital que podría curarme, de lo que sea que me esté pasando, está construido entre sus labios, sus brazos fuertes; su pecho duro y su gran entrepierna.

¡Golosa!, me recrimina mi subconsciente.

—No, quiero ir a la playa. Estoy bien, creo que ya se me está pasando. Además estamos en un sueño.

Me mira con desconfianza y niega con la cabeza, girando sus ojos hasta que estos adquieren un matiz marfíleo. Su cara es un poema perfecto y distractor.

—No lo es preciosa, y en la playa te demostraré que un sueño nunca podría ganarle a la realidad caliente que viviremos, pero quiero saber si estás bien. —Su voz es como un cuento erótico que me incitaría a masturbarme después de haberlo leído. Tenerlo cerca aturde demasiado. Todos mis pensamientos son atrapados por la liosa lascivia, Armand parece darse cuenta del efecto que produce en mí cada vez que nuestros ojos chocan y agita los hombros con arrogancia.

Él es fuego potente, hielo inclemente, infierno maldito y paraíso inalcanzable. Yo en cambio, soy una simple espectadora de su magnificencia de apetecible rey de la oscuridad.

—Vamos a la playa, estoy bien, es en serio.—digo, apretando la taza entre mis manos. Sé que eso lo distraerá y dejará de insistir.

— ¿Por qué te trajiste la taza? —musita extrañado. Su camisa de ébano se arruga cuando suelta mi mano, y estira sus brazos hasta tocar el pequeño recipiente transparente atrapado entre mis dedos—No sé por qué tanto apego a esta taza. Mínimo te salvó la vida o algo así.

Perverso - CompletaWhere stories live. Discover now