Capítulo 11.

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Luhan.

Todavía no terminaba de comprender mi utilidad en una misión secreta, de una organización secreta, y con dos hombres que me doblaban en tamaño, una mujer en fuerza, y... bueno, Sehun.

Al parecer, habían encontrado deshechos recientes, humanos, y aparentemente, de bastantes personas, no demasiado lejos de un acantilado cercano, y pretendían que buscáramos a sus "dueños", y los lleváramos con nosotros. O sea, una misión de cargar peso.

Que sí, que tampoco estaba en mala forma, e incluso había sido capaz de cargar a Sehun una vez, pero... Había visto a sus soldados, y sabía que los había a puñados, mejores que yo, para estos casos.

El caso es que todos parecían estar probando que podían confiar en Sehun en aquel momento, por sus miradas más atentas a él, que a lo que realmente deberían estar. Aquello me llevó a pensar en que todo pudiera ser un montaje del señor Do, ya fuera para probar nuestras habilidades, o para encerrarnos en algún lugar recóndito hasta que el momento de luchar llegara, afianzando así la seguridad de que no huiríamos.

Sacudí la cabeza bruscamente una sola vez, mientras me autocorregía. Afianzando así la seguridad de que él no huyera. Solté una risa sorda, expulsando el aire por la nariz. Últimamente me había dado demasiado por el "nosotros", sin siquiera pensarlo, y me había adjudicado mágicamente un protagonismo que no me pertenecía. Realmente, cualquiera de los otros valía más que yo en todo esto. Ya fuera KyungSoo, el hijo engañado del jefe, y el chico listo, y ahora cegado, del grupo; Chanyeol, el alto, y más bruto y fuerte, y luego estaba Sehun: La robótica esperanza de la humanidad.

Volví a reír.

– ¿Pasa algo, Luhan?

– ¿Hm? –Dos pupilas artificiales clavadas en mi rostro, fueron lo primero que ví al alzar la cabeza.– Ah, no... Solo pensaba. –Sonreí irónicamente. Me estaba comportando como un niño que no quería más que la atención de la gente centrada en él. Al menos, mi mente, inconscientemente, lo hacía.

Sehun torció el gesto, y volvió a desviar su vista al césped medio quemado. Quedaba poco para el final del bosque. De hecho, la gran pared de piedra del acantilado, ya casi se había cernido ante nosotros, asombrándome desde hacía un buen rato por su enormidad. Así, como... Desde que comenzamos a verla.

– Quietos. –El brazo musculoso de uno de los hombres, uno que tenía un cuarto de cara cubierta por un espeso bigote, de pronto tapó mi ángulo de visión. Traté de asomarme sobre él, y pude adivinar una pequeña sombra, moviéndose hacia el interior de una estrecha cueva.

Hizo un gesto con sus dos primeros dedos, indicando que le siguiéramos, y justo después,indicó con su mismo dedo índice, que permaneciéramos en silencio.

No me había equivocado en absoluto diciendo que aquel hueco era estrecho. Con dificultad podrían caber algunos de los soldados que nos acompañaban, y contando con que se agacharan.

Uno a uno, sigilosamente, conseguimos introducirnos en aquel lugar oscuro, y silencioso como una tumba. 

Y entonces comencé a recordar el día en que nos atraparon, y la... Manera tan cariñosa en la que nos trataron.

Tragué saliva.

Avanzamos unos cuantos pasos, una vez todos estuvimos en el interior, y terminé por retrasarme, al ir demasiado atento en poner los pies en el lugar correcto. Ahí dentro no se veía ni media mierda.

Pero entonces, noté como una mano envolvía la mía, tirando suavemente de mí. No tuve que pensarlo ni una vez para saber quién era.

Probablemente, él no tenía ninguna dificultad en la visión nocturna, y al ver como yo, al parecer, tenía bastantes, vino a tratar de ayudarme.

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