Mis ojos se abrieron de golpe. Teníamos que salir de ahí ahora sí es que no quería que también se llevaran a Ed.

—Síganme. —dije tomándolos de la muñeca u arrastrándolos conmigo.

En menos de 10 minutos estábamos en mi habitación. Al entrar, Heather puso el pestillo en la puerta y Ed se acercó a la cama con una mueca en la cara.

—¿Estás bien? —pregunté.

Negó. —Al pasar la barda caí mal y me lastimé el tobillo.

—¿Por eso estabas en el suelo cuando te encontré? —preguntó Heather.

—Si. Aún me duele. ¿Puedes hacer algo? —me preguntó.

Asentí. —Recuéstate. Iré por el botiquín.

—¿No tienes uno aquí? —preguntó al ver que me dirigía a la puerta.

—No. Tengo ir por el. Vuelvo enseguida. —dije quitándome los tacos. —Heather, cuídalo.

—Si. —dijo al mismo tiempo que se quitaba los tacones. —¿Puedo tomar unos jeans y una playera?

Asentí. —Si. Ahora vuelvo.

Salí de la habitación y me dirigí a la habitación de Tyler. Toqué infinidad de veces, pero el chico no me atendía. Como último recurso decidí entrar, pero en ese momento el chico me asustó por detrás.

—¡¿Estás idiota?! ¡Casi me da un maldito paro cardíaco! —exclamé dando un golpe.

—No lo pude evitar. —dijo entre risas. —Lo siento.

Rodé los ojos. —Como sea. Necesito el botiquín.

Alzó una ceja. —¿Para que? ¿Estás lastimada?

—Lo necesito. —me limité a responder.

—Si no me dices para que no te no lo daré.

—¡Lany!

—Nope.

Resoplé. —Mejor ven a verlo.

Sonrío con satisfacción. —Deja me cambio el traje.

Sin nada más que decir, se metió a su habitación. Pasados los 10 minutos empecé a esfumar voces dentro de la habitación. No sabía qué pensar, pero estaba impaciente de que saliera de la habitación.

—¡Lany! —grité al mismo tiempo que golpeaba la puerta. —¡Necesitamos irnos!

Para mi sorpresa la puerta se abrió. Entre con cuidado, esperando lo peor. Al ver quienes estaban ahí me quede sin palabras.

—Creí que ya se habían ido. ¿Qué hacen aquí? —pregunté un poco molesta.

Todos me miraron. Claro estaba que no se esperaban verme ahí, todos excepto Lany.

—Nosotros... bueno... Explícale tu, Leo. —dijo Jill nerviosa.

Miré al susodicho, esperando una respuesta creíble.

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