Capitulo 25 Nadie te protegerá mejor que yo

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Por primera vez desde que lo conozco agradezco que esté aquí, el Tritón suele ser un imbécil la mayor parte del tiempo, alguien que impone su presencia, a quien poco le importa lo que digan los demás pero hoy, siento que realmente me ha ayudado, no sé cómo le hizo pero María está bien gracias a él.

―Esto se siente como una pesadilla ―Murmuro viendo con lastima mi reflejo en el espejo del baño de su habitación. Él insistió en que debía ducharme, tanta fue su insistencia que por un momento temí que se metería conmigo y me bañaría él mismo, lo que no esperaba era no encontrar mi ropa al terminar de asearme ―Tritón ―Intento llamar su atención otra vez esperando que esta vez responda, pero no lo hace y yo comienzo a perder la calma, la última vez que estuve en esta situación casi caigo presa de sus encantos. Lamo mis labios. Temo que pueda suceder lo mismo, definitivamente eso sería la cereza que le falta al pastel ―Señor Procedes ―La puerta se abre, giro al instante, él me mira de abajo hasta arriba, traga saliva y me extiende una bolsa de papel con el logo de una tienda de ropa que queda cerca del hotel, con el ceño fruncido la recibo preguntándome donde está mi ropa, pero al ver su contenido me encuentro con que es la misma ropa que me quité hace un rato, sin comprender bien esto vuelvo a verlo ―Gracias...

―Vístete ―Su voz sale ronca, se aclara la garganta y deja de verme ―Tu almuerzo te espera...

¿Mi almuerzo? Pestañeo sin entender bien qué se propone con todo esto, yo no suelo almorzar, los últimos días he dejado mi almuerzo intacto y para evitar que mi madre se preocupe lo paso a una un taper desechable y se lo doy a un pequeño que vende caramelos en la calle, él comienza a acostumbrarse a venir todos los días por su comida, Gimo preocupada por el chiquillo de 14 años, quien a lo mejor vino hoy y con todo esto ni me acordé de él.

―Yo... ―Paso saliva con el corazón aleteando con fuerza ―No tengo... ―Espero que el pequeño venga mañana, vuelvo a verle, contengo el aliento al percatarme de sus pupilas dilatadas y su mandíbula apretada, mi pecho se contrae, paso saliva, es imposible ignorar esta atracción, una tracción tan rara, tan... inadecuada, pego un brinco al escuchar como algo de metal cae al suelo, suelto el aire en mis pulmones y el parpadea como saliendo de su estupor ―Hambre ―Termino la frase comenzando a comprender que esto esta mal, que su cercanía llena mis pulmones de aquel Rocío salino que no me deja pensar con claridad y eso comienza a afectar mi cerebro.

―Lirio ―Por alguna razón me estremezco al escucharle decir mi nombre, cada que lo dice siento como si lo acariciara, como si disfrutara decirlo y comprobar así que realmente estoy cerca de él ―No creas que no sé que estas saltando tus comidas ―Algo atontada por su intensa mirada me doy media vuelta para esquivarlo, evitarlo, esforzándome por ignorar lo mucho que me afecta cada que lo tengo cerca, cada que respiro aquel Rocío Salino que constantemente me nubla el pensamiento, estoy decidida a demostrarle que no soy la mujer que con desespero espera que sea, sin embargo esta situación no ayuda y justo esté día no tengo ganas de reavivar el tema y tampoco tengo deseos de discutir con él del asunto, no hoy, no otra vez ―Comerás... de ahora en adelante procuraré que te alimentes bien.

―Tritón... ―Intento protestar al verlo a través del espejo pero el niega con la cabeza sin darme oportunidad a negarme, se me acerca y aspira el olor de mi cabello, mi piel se eriza, me mantengo bien quieta y trastabillo un poco en el instante en que sin previo aviso se aleja.

―Te espero en la mesa ―Explica de forma atropellada y sin más cierra la puerta, aturdida contemplo mis mejillas sonrojadas, el latir de mi corazón y mis entrañas que parece se convirtieron en el hogar de miles de hormigas.

―Esto no esta bien ―Me digo echándome agua en la cara para enfriarla, por un breve momento sopeso la idea de bañarme con agua helada para enfriar mi cuerpo, no lo hago, eso me dejaría en evidencia y lo que menos quiero es que él se de cuenta de lo mucho que me está afectando. Procedo a vestirme, las etiquetas de en mi ropa llaman mi atención, no comprendo, esta es mi ropa, al menos es exactamente igual a la que traía puesta esta mañana por lo que no tiene sentido que tenga una etiqueta si realmente es mi ropa; al salir me encuentro de lleno con la mirada de Eirene y Cyrce, esta última luce cómo si hubiese corrido un maratón, el Tritón esta hablando por teléfono en la recamará por lo que sin darme cuenta comienzo a sentirme incomoda, extraña por estar aquí, rara por el hecho de que no he llamado a mi padre, y seriamente confundida por todo lo que sucedió hace una hora en el vestidor del edificio, pestañeo tratando para apartar las lágrimas, no es momento para llorar, no otra vez, no cuando un completo extraño esta haciendo todo lo posible para sacarme del lió en que me metí, uno que realmente no entiendo como sucedió, por mucho que me esfuerzo no logro recordar el evento no puedo, una situación tan seria que casi me convierte... ―Trago con dificultad ― El mero pensamiento forma un doloroso nudo en mi estómago, Eirene me señala la mesa, renuente me quedo viendo la cantidad de alimentos que mucho me temo no podré ingerir, hago un ademán de querer irme pero la expresión de la mujer a mi lado no me deja alternativa por lo que de mala gana accedo y me siento para luego servirme un poco de pan con algo de carne mechada y jugo de naranja.

La Obsesión del TritónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora