Capítulo XVII

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La tempestuosa noche llegó, acompañada del salvaje viento que azotaba las ventanas de la casa con rudeza. El mugir de una vaca comenzó a escucharse a la lejanía, convirtiendo el lugar en algo más terrorífico de lo que ya era.

Hacía más de dos horas que nos quedamos dormidos, y cuando desperté, mi mano sujetaba la de Mark por encima de nuestras cabezas. Él continuaba durmiendo plácidamente cuando me levanté de golpe, y limpié la baba que se escurrió fuera de mi boca.

Antes de dormir, Mark continuaba dolorido de la espalda, pero la inflamación había disminuido luego del masaje nada profesional que le di. Al parecer su vértebra estaba bien -así como lo dijo Moord-, y su lesión no tendría futuras consecuencias; aunque su piel continuaba rojiza en el lugar donde sufrió el golpe.

Suspiré, agradecida por aún contar con su compañía. Si no fuese por él, me hubiera rendido desde el principio y no estaría ahí, en la casa del famosísimo Moord.

Alguien golpeó la puerta tres veces con una secuencia rítmica, y mi primera reacción fue arrojarme a la cama para hacerme pequeña contra el cuerpo de Mark, quien gruñó notoriamente molesto por la interrupción de su sueño.

-Mark...-Lo moví de un lado a otro, pero él se negó a abrir los ojos -. Mark, por favor -chillé asustada.

-¡Muchachos! -La voz de Moord se escuchó amortiguada desde el otro lado de la puerta-. ¡Es hora de cenar!

-¡En seguida vamos! -Fue a lo único que atiné a decir sin que la voz me temblara.

-Maldición Mark, abre los ojos de una vez. -De nuevo lo moví, aquella vez con más brusquedad, y por fin abrió sus ojos, los cuales estaban rojos de la esclerótica-. Cuando duermes pareces una roca.

Rió. -Lo lamento, estoy muy cansado. -Bostezó sin cubrirse la boca, y el gesto fue imitado por mi cuerpo-. Ha sido uno de los días más largos de mi vida.

-Tienes razón. -Me aparté de él unos centímetros y escruté su pálido rostro-. En verdad lamento haberte traído hasta aquí.

Se incorporó con dificultad, dejándome sola en la tibia cama que aún desprendía el aroma de su cuerpo. Tragué saliva al inspeccionar su bien trabajado torso, y reprimí un suspiro de admiración. Enseguida, tomó su playera que se encontraba en una esquina de la cama, y la deslizó justo a tiempo, pues no creí soportar otro segundo contemplando sus músculos.

-Tranquila Em, desde un principio nos advertiste que no sería sencillo-respondió con voz ronca.

-Aunque tampoco creí que sería tan complicado. -Suspiré con pesadez y me senté en el borde la cama. Clavé la mirada en un punto fijo del suelo de madera, y fue inevitable recordar los semblantes atormentados de mis tres amigos antes de marcharse-. Si hubiese sabido que perdería a aquél trío, jamás hubiera salido de Jorak.

Una lágrima se escapó de mi ojo derecho, y Mark se apresuró con torpeza a detenerla con su pulgar. -Hey, ellos siguen siendo tus amigos, pero sintieron demasiada presión.

-No importa. -Negué con la cabeza y me levanté-. Lo que ahora necesitamos es un buen plan de escape.

-¿Y por qué crees que deberíamos de huir? -Arqueó una de sus oscuras cejas.

-Cuando conozcas a Olaff, estoy segura de que querrás salir corriendo de aquí.

-Emily... -Se acercó a mí y acunó mi rostro con ambas manos, obligándome a mirarlo-. Debes tranquilizarte, ¿de acuerdo? Sé que no soy el chico más fuerte del mundo pero, en caso de que sea necesario, te protegeré de lo que sea.

Mis mejillas cobraron un color rojizo, pero me aparté de él con un poco de brusquedad. No era momento de coquetear ni de tener una escena romántica. Mi felicidad estaba en juego, y no me distraería con unos ojos bonitos y un muy buen cuerpo.

Legado rojo I: Atada al peligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora