Capítulo XV

8.6K 1K 154
                                    

Creí que todo a mi alrededor se volvió etéreo, las cosas me parecían irreales, tan poco creíbles, que por un momento pensé que el corazón ya se me había salido del pecho. La figura frente a mí, provocó que cada músculo de mi cuerpo se tensara, y que mis terminaciones nerviosas se derritieran. Era una sensación indescriptible.

—Sí, yo soy Moord —dijo mientras acariciaba una de las trenzas de su barba.

Moord. Mi salvación. La única persona que realmente podría ayudarme a conseguir la felicidad.
Su ojo izquierdo, aquél que aún poseía color, me analizó de pies a cabeza, hasta detenerse en mi rostro. Prosiguió a observar a mis acompañantes, y una sonrisa amarillenta se formó en su rostro luego de contemplar a Mark, quien se encontraba detrás de mí.

—Eres valioso, muchacho —le dijo, ampliando su putrefacta sonrisa.

El cuerpo de Mark estaba a pocos centímetros del mío, por lo que pude sentir cómo se irguió para ganar más altura y no parecer intimidado.

—¿Por qué lo soy? —Preguntó con voz ronca.

—Ah, jóvenes —Moord dejó escapar un suspiro pesaroso—. Si quieren hablar, será mejor que vayamos al interior de mi hogar para...

—¡No! —Interrumpí con brusquedad. Seguía asustada por la singular decoración de la casa del anciano—. No volveré ahí dentro, parece la casa de un asesino.

De manera casi imperceptible, Jessica me propinó un codazo en las costillas, lo que me hizo voltear a verla y captar la palabra que estaba grabada en sus ojos: ¡Cállate!

—En realidad, ese lugar —señaló la casa detrás de nosotros, a la que entramos minutos antes—, es mi matadero y oficina. En cambio, la de allá —indicó con la cabeza hacia otra estructura, la cual estaba más deteriorada, pero sus ventanas no estaban cubiertas por tablones—, sí es mi casa.

Sin esperar respuesta a su invitación, Moord se abrió paso entre nosotros y se encaminó hacia su hogar. Noté que una de sus piernas era más larga que la otra, a lo que atribuí su andar forzado y tembloroso. Intercambié miradas con todos mis acompañantes, y ninguno tuvo el valor de tomar una decisión; así que suspiré y seguí al anciano.

Mark se adelantó hasta alcanzarme, y entrelazó sus dedos con los míos. Sentí las miradas de los demás sobre nosotros, pero no me importó. Nada me importaba en ese momento, únicamente el hombre que caminaba varios metros por delante.

—¿Estás asustada? —Preguntó en voz baja, para que sólo yo pudiera escucharlo. Mis nervios estaban consumiéndome con lentitud, por lo que me limité a asentir—. Tranquila, no dejaré que nada malo te pase.

—¿Qué tal que él no puede ayudarme?

—Entonces encontraré la manera de liberarte de Eduardo.

Durante el resto del camino no hablamos. Los pájaros trinaban en el cielo, y el viento movía la hierba a su antojo, creando una parsimoniosa melodía. Ni siquiera Jessica se atrevió a romper el sepulcral silencio con uno de sus estúpidos y molestos comentarios.

El ambiente tan tenso, nos mantuvo callados hasta llegar al pórtico de la casa, la cual era de dos niveles y contaba con demasiadas ventanas, y una delgada capa de polvo cubría los marcos de éstas. Las paredes grises estaban cubiertas de moho y manchas de humedad. 

—Bienvenidos a mi hogar —dijo Moord, deteniéndose en la entrada. Abrió los brazos tanto como sus viejas articulaciones se lo permitieron, y al ver que ninguno sonrió ante su amable hospitalidad, refunfuñó por lo bajo y abrió la puerta.

Uno por uno entramos a su morada, la cual nos dejó con la respiración entrecortada. El interior era acogedor, semejante a una cabaña elegante y bien equipada; inclusive, un candelabro de cristal pendía del techo de la sala. Los muebles eran modernos, y una televisión de pantalla plana colgaba de la pared. A comparación de la otra estructura, ésta tenía un agradable aroma a limón y vainilla. ¿Cómo un hombre tan desaliñado y sucio, podía tener una casa semejante a una mansión pequeña?

Legado rojo I: Atada al peligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora