♦ Capítulo 5 ♦

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CAPÍTULO V : «Bartolomeo, la araña guardián».

— El destino nos ubicó en la misma clase, ¿no crees? — comenta mientras caminamos a fin de romper el silencio entre nosotros.

— Honestamente no creo en el destino — me sincero — solo ha sido una casualidad pero una agradable en este caso.

Él se rasca la nuca divertido — Vaya, tenemos a una incrédula entre nosotros.

— Bueno, soy una chica que prefiere basarse en los hechos.

Él detiene su marcha y me mira curioso — Sorprendente — dice en un susurro para luego seguir su marcha — no eres como las otras chicas.

¿Cómo las otras chicas?, ¿me está comparando?.

— ¿Qué tratas de decir con eso? — mi voz sale algo a la defensiva. Me percato de que varios ojos nos miran cautelosos.

— ¿Ves esas chicas de allá? — señala disimuladamente a un grupito de féminas que nos observa fijamente. Noto que las chicas lo miran a él y prácticamente están babeando — si estuvieran en tu lugar, yo ya estaría sin camisa, despeinado, ultrajado y quien sabe que cosas más — suelto una pequeña risa — mientras que contigo puedo tener una plática normal.

— Tranquilo, señor "ego demasiado alto". Yo nunca haría un acto tan salvaje como ese.

¿Segura?, porque está para comérselo. Que tal si reconsideramos lo de quitarle la...

¡Basta!, ¡contrólate conciencia libidinosa!. Primero quieres que no me deje embobar y ahora quieres desnudar al muchacho.

— Eres diferente Mackenzie lo que hace que ya me agrades, y eso que te conozco solo desde hace quince minutos y treinta segundos — especifica mientras mira su reloj.

Se supone que en este momento debería contestarle "Oh, gracias. Tú también me agradas, seamos amigos e inmortalicemos este momento con un gran abrazo" . O al menos decir algo coherente pero simplemente me quedo muda. Era consciente de que estar a su alrededor me causaba una sensación rara, llámenlo nerviosismo. Y honestamente me fastidiaba ponerme así con un chico. Por Dios, soy Mackenzie Stuart, soy inmune a los métodos de conquista de los chicos. O bueno, eso creía hasta hace quince minutos y treinta segundos.

— Genial — le digo cortante — ¿a qué hora llegamos al aula? — Derek se remueve en su sitio algo incómodo.

— Ammm, ya estamos en el aula — señala con su mano el lugar que nos rodea.

¡Aguanta!.

Miro a mi alrededor confundida. Diablos, ya quemé cables. ¿En qué momento llegamos? , ¿en qué momento terminé sentada al lado de Derek?. Preguntas que jamás serán contestadas.

— Llegamos como hace cinco minutos y bueno, estos eran los únicos sitios que quedaban — retiro lo dicho, acabo de conocer a un maldito brujo. Derek se apoya en la carpeta y me mira — cuéntame Mackenzie, ¿qué te hizo inscribirte en este instituto luego de meses de haber iniciado las clases?.

— Asuntos familiares. No es como que haya sido mi decisión terminar a parar en este lugar.

Derek abre la boca para decir algo pero calla al ver que una señora irrumpe en el salón. La reconozco al instante, es la mujer que me asistió hace tan solo unos minutos.

— Alumnos, el profesor Gibbs no ha podido asistir por motivos de salud. Así que tienen el resto de la hora libre — todos los alumnos sueltan gritos de alegría. La secretaria tan rápido como entró, se va. Las personas se levantan de sus sitios y empiezan a amontonarse en la salida. Todo por querer salir primeros.

El rey de los idiotas  [EDITANDO]Where stories live. Discover now