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Han pasado algunos días desde la confrontación de Momo con Itsuki en el engawa. Antes de la noche del museo alienígena.

Momo está en el jardín trasero de la escuela, un lugar apartado que solía ser su refugio para practicar patadas psíquicas, pero hoy está demasiado frustrada para eso.

Es la hora del descanso, pero ella se ha escabullido.

​Momo se sienta en el césped, la cabeza entre las rodillas, con los puños apretados. Las lágrimas de frustración y dolor pican en sus ojos.

No ha podido ganar terreno con Okarun. Cada intento de ser "cool" o "intensa" ha terminado con Okarun mencionando a Itsuki o sus estudios. Siente que lo está perdiendo, y la promesa de Itsuki, ese brillo en sus ojos, la atormenta.

​«¡Soy una estúpida! ¡No puedo hacer que me vea! ¡Siempre es Itsuki con su conocimiento y su calma! ¡Y yo... yo solo soy ruidosa y... y lo asusto!», sus pensamientos la atormentan. Aguanta un susurro ahogado.

​Siente que su corazón se está encogiendo. Los celos la consumen, pero ahora están mezclados con una profunda inseguridad.

Piensa en su pelea con Itsuki, en su propia rabia. Se odia a sí misma por la forma en que ha actuado, pero no sabe cómo parar.

Las lágrimas finalmente fluyen, calientes y amargas. Es raro que Momo llore, pero la presión de sus sentimientos la ha superado.

​Mientras solloza, una sombra cae sobre ella. Levanta la vista, sobresaltada, secándose las lágrimas con rabia.

De pie, con un porte despreocupado pero una mirada sorprendentemente amable, hay un chico que nunca ha visto antes en la escuela.

Es alto, de cabello muy corto y oscuro, con un rostro cincelado y un aire de "chico malo" que, irónicamente, es exactamente su tipo ideal estético.

​—¿Estás bien? —pregunta él. Su voz es suave, con un genuino tono de preocupación— No es muy habitual ver a alguien llorar en un campo de batalla imaginario.

​Momo se pone de pie de un salto, furiosa por haber sido descubierta en un momento de debilidad. Su aura se agita.

—¡¿Quién eres tú?! ¡Y no te metas en mis asuntos!

​El chico levanta las manos en un gesto tranquilizador, una pequeña sonrisa se forma en sus labios.

—Calma, fiera. Solo pasaba por aquí —responde con calma—. Me llamo Zuma. Soy nuevo en la escuela. Y no es mi intención molestar. Pero cualquiera puede ver que algo te está comiendo por dentro.

​Momo lo mira. Sus ojos no son de burla, sino de una extraña comprensión. Y su calma... es diferente a la de Itsuki. Es una calma relajada, no una calculada. Por alguna razón, Momo no lo patea. Se queda en silencio.

​—No tienes que decírmelo. Pero a veces, desahogarse ayuda. Y si es con un desconocido, no hay juicio.

​Se sienta en el césped, con una postura relajada. Momo lo mira, dudando. Y de repente, las palabras fluyen de ella, una cascada de frustración, celos y dolor.

Le habla de su amigo, de su prima, de cómo se siente invisible. Zuma la escucha, asintiendo ocasionalmente, sin interrumpir, solo con una presencia fuerte y constante.

Momo se siente aliviada, al fin puede hablar de todo eso que estuvo callando los últimos días. Se siente... mejor.

​Con el paso de los días, Zuma se convirtió en una presencia sorprendente en la vida de Momo.

Se encontraron varias veces en el jardín o en la cafetería. Él no tenía habilidades espirituales, no entendía de yōkai ni de aliens, pero tenía una fuerza y una valentía propias.

Era un experto en artes marciales mundanas, un líder en su antiguo club de atletismo, y sus consejos eran prácticos y directos.

Le recordaba a Okarun en su corazón valiente y bueno, pero sin la torpeza social o el miedo.

Era el "tipo ideal" que Momo siempre imaginó para sí misma: fuerte, protector, divertido, y que no dudaba en reírse de sus locuras. Y lo más importante: la veía a ella. No a la compañera de Okarun, no a la prima de Itsuki. Solo a Momo.

​Mientras caminan por el pasillo, un día, Zuma la mira con seriedad.

—Momo, si alguien no ve lo increíble que eres, lo fuerte, lo divertida, lo leal... entonces no te merece. Y si tiene la cabeza en otra parte, no puedes forzarlo. Es su pérdida.

​Sus palabras resuenan en Momo. Ella, que siempre había luchado por la atención de Okarun, comienza a ver la verdad en lo que Zuma dice. Se da cuenta de que, con Zuma, no tiene que "competir". Él está simplemente ahí, dándole su atención sin pedirla. Y esa atención la hace sentir... valiosa, importante.

​Momo piensa, mientras mira a Zuma reírse de algo que dijo. Una nueva calma, diferente a la frustración, comienza a crecer en su pecho. «Zuma... él... él me hace sentir bien. Como si fuera suficiente. Tal vez... tal vez Okarun y yo no estábamos destinados a serlo. Tal vez... Itsuki-chan puede ganar la apuesta.»

​Por primera vez, la idea de "cederle" a Okarun a Itsuki no se siente como una derrota total.

Se siente como una liberación.

Zuma ha abierto una nueva perspectiva en su corazón. Un camino donde ella también puede ser feliz, valorada y amada, sin tener que luchar por ello.

La noche del museo está a la vuelta de la esquina, y Momo ya no está sola, ni tan desesperada. Su corazón comienza a latir con un ritmo nuevo, sorprendida de que la verdadera felicidad se encontrara en la persona menos esperada, y no en la que había estado luchando.

Lo que Okarun vea en el café esa noche será solo una fracción de lo que ha estado sucediendo en el corazón de Momo.

Lo que Okarun vea en el café esa noche será solo una fracción de lo que ha estado sucediendo en el corazón de Momo

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DATO CURIOSO

En este universo de DanDaDan, no todos los héroes o "tipos ideales" tienen que tener poderes espirituales.

A menudo, la fuerza más grande de una persona radica en su valentía, su compasión y su capacidad para conectar con los demás.

Zuma representa esta fuerza "normal", sirviendo como un contraste y un ancla para Momo, demostrando que el amor y el apoyo pueden venir de cualquier parte, sin necesidad de habilidades sobrenaturales.

DanDaDan ?Where stories live. Discover now