Capítulo 33

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Golpeó dos veces sus talones con el bate, como de costumbre. Luego dejó que la punta tocara el suelo del arenal en el que estaba de pie y ajustó la gorra en su cabeza.

Dinah y Normani empezaron un cántico con el nombre de la ojiverde y, en las gradas, miles de personas canturreaban y apoyaban su golpeo. Entonces, en una milésima de segundo, su mente creó una pequeña duda: ¿cuántos miles de humanos había llegado a ver, en sus 18 años de vida, con una sonrisa superficialmente, pero vacíos y fríos por dentro? ¿Cuántos dependientes, recepcionistas, profesores...? Aquel debía estar siendo el mejor día de su vida; así lo tenía escrito el destino para ella. O eso creía. Quizás el destino quisiera darle una lección: el día más importante de su vida, el que, supuestamente, debía vivir con más ganas e ilusión, lo pasaría deseando que llegara el momento de volver a la cama. ¿Por qué no podía ser un poco más normal? Esa era la pregunta que le reconcomía por dentro.

Lauren levanto su mano izquierda y, la pitcher del equipo contrario, lanzó la pelota hacia la ojiverde, que golpeó al extremo izquierdo del campo. Corrió y corrió. Sin fuerzas, pero lo hizo. Se esforzó. No ers tan estúpida como para no darse cuenta de que estaba en la final nacional.
Llegó a la tercera base y esperó a que Cara golpeara para completar su primera carrera.

-Bien, Lauren -dijo Rob chocando su mano cuando llegó al banquillo, después de haber traspasado la última base. -Sigue así, te necesitamos al 100 por 100.

Lauren alzó su vista a las gradas, la gente seguía aplaudiendo. Pero ella buscaba a una persona en especial, buscaba encontrar la mirada de unos ojos marrones que le recordaban a aquello que tanto le gustaba: el café.
Camila la estaba mirando, embobada. Alzo su mano tímidamente y la agitó suave cuando sus ojos se cruzaron. Lauren sonrió ampliamente; ¿cómo podía ser que, después de todo, Camila siguiera ahí, apoyándola?

Entonces Lauren recordó aquella frase que su padre le decía cuando era pequeña: "¿Y si un trozo de madera, está destinado a encontrarse con un fabricador de preciosos violines"
¿Y si Camila era su luthier? ¿Y si Camila era capaz de convertirla en todo un Stradivarius? Definitivamente la amaba. Amaba aquella sonrisita tonta que le arrancaba cuando pensaba en ella y amaba cualquier tipo de sonido que saliera de las cuerdas vocales de la latina.
Camila era su destino. Y aunque todo ocurriera por casualidad, por un par de perritos calientes y un olvido de lo más estúpido, Lauren sabía que la morena estaba escrita para ella, que formaba parte de su libro de la vida.
Fue la casualidad en su destino. El destino de su casualidad.

Para cuando quedaba apenas un tiempo, las cosas no estaban muy favorables para las chicas de Miami. Habían completado únicamente 14 carreras, frente a las 16 que habían terminado las otras. Así que, de nuevo, Rob pasó a su plan b, c o d. Lauren no sabía muy bien cómo llamarlo.

-Rob -dijo la ojiverde casi escupiendo el agua que acababa de tomar -, ¿en serio? Eso salió bien una vez. ¿No crees que dos es tentar demasiado a la suerte?

-¿Y que propones? -preguntó cruzándose de brazos. -No creo que haya una solución más factible.

-¿Factible? -preguntó Lauren. -Esto no es factible.

-Lauren, funcionó la última vez.

-Lo sé, pero esta es otra vez -dijo Lauren, sintiendo la mirada de todas las chicas, como si fuera un partido de tenis entre ella y el entrenador. -Creo que deberíamos plantear otra posibilidad. Otra que sea más fácil para todos.

Las animadoras de Miami salieron al césped mientras el descanso terminaba y el partido se reanudaba. Lauren pudo ver por encima de la cabeza de Rob, cómo Normani hacía un mortal hacia atrás en el aire y cómo Dinah se abría de piernas agitando sus pompones negros y rojos.

El destino de la casualidad (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora