||Capítulo 30.

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Doncaster, Reino Unido.

¿Qué tenía ella que no tuviera él? Era lo que se preguntaba Troy cada vez que veía a Des pasear de su mano. 

Cierto, ella era hermosa en toda la extensión de la palabra con su cabello largo, castaño y ondulado y esa sonrisa tierna. Esos ojos que parecían nunca haber tenido que ocultar largas horas llorando y ese aire de pureza que soltaba.

No podía odiarla. La envidiaba. Envidiaba que ella sí pudiera pasar tiempo con Des, que ella sí pudiera ponerse de puntitas a su lado y darle un fugaz beso en los labios, que pudiera besarlo contra los casilleros y abrazarlo en los partidos de basquetball. Le dolía verlos juntos y apartaba la vista cuando sabía que él la iba a besar a ella. 

Le dolía imaginarse a sí mismo en esa situación, al fin de lado de su novio, siendo feliz como aquella chica seguramente lo era. Ella lo veía de una manera especial como si no estuviera fingiendo su amor en lo absoluto y él también la veía así. Le dolía, quemaba en lo más profundo de su ser cuando se habían dicho tantas veces 'te quiero' y se habían visto de aquella forma. 

Su corazón le pertenecía a tal punto que soportaba aquello tan sólo con estar juntos, aunque fuera a escondidas.

Suspiró, lleno de tristeza en su interior. Era como un agujero negro que se tragaba toda la felicidad que alguna vez había tenido. Des y él cruzaron fugazmente sus miradas y Troy bajó la vista, evitándolo totalmente. Quemaba, ardía, el dolor arrasaba con todo a su paso. Quería que se fuera lejos.

—Eres un cobarde —susurró y Des alcanzó a leer sus labios.  

Troy despertó lentamente y miró absorto al techo gris, con aire melancólico y cansado. ¿Por qué cada noche que pasaba soñaba peores y peores cosas? Estaba lleno de odio, de rencor, de repudio... 

Pero también estaba lleno de tristeza, de desconfianza, de soledad. De heridas que jamás sanarían porque morirían con él. Había desperdiciado la mayor parte de su vida y estaba ahora más podrido que nunca. 

Respiró profundamente. Había tocado fondo el día en el que lo habían sentenciado a pasar años en la cárcel por causarle el mayor de los daños a su hija y cada noche que pasaba pagaba una penitencia recordando momentos que había enterrado en lo más profundo de su oscura alma. 

Estaba pagando caro sus errores. Pero a veces le ganaban sus pensamientos por la noche y sin poder conciliar el sueño en la madrugada se preguntaba; ¿Realmente él había merecido esto? 

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Harry se despertó en su cuarto, con un Louis dormido en el suelo, con una almohada en su cabeza y un par de sábanas que lo tapaban. Le había dejado dormir en su cama y él había decidido dejar su comodidad y velar por su sueño en el duro piso. Louis dormía con la boca ligeramente abierta mostrando su dentadura y creyó que no había nadie tan hermoso como él lo era en esos momentos. 

Harry sonrió, lleno de dulzura y con su corazón bombeando al mil por hora. ¿Por qué se sentía tan feliz y al mismo tiempo tan triste ese día? Había llorado hasta dormir y ésta vez no había soñado a su hermana, pero hubiera deseado que sí lo hiciera. Aún así a pesar de todas las palabras de Louis, sentía como si fuera culpa de él lo que le pasó. 

Le hubiera gustado ser lo suficientemente grande para protegerla. 

Cuando bajó a la cocina se encontró con que Anne se había ido a desayunar con la vecina que ya era una mujer entrada en años y que su madre solía visitar bastante para vigilar su estado de salud y su alimentación. 

Detrás del arcoíris ||L.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora