||Capítulo 11.

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Doncaster, Reino Unido.

Felicite y Jenn se vieron después de descubrir la Fundación Styles, pero sólo fueron unos minutos, a penas el tiempo suficiente como para saber que ambas saldrían de aquel asunto juntas y que estarían bien una vez que escaparan de sus casas. Se vieron, se abrazaron y se aseguraron de que todo saldría perfectamente. Jennifer se coló a su escuela sólo para verla, y después los profesores se dieron cuenta y la sacaron.

Se irían la próxima semana, dentro de unos días. Los padres de Fizzy la veían algo distante y algo extraña, pero ella aseguraba que era gracias a la gran cantidad de estrés y de tarea que había en su colegio.

Fizzy se mensajeaba a diario con Jenn, reafirmando el plan que debían de seguir para salir de sus casas y dirigirse a la fundación. Tenían la dirección, tenían todo listo. Solo debían estar listas ellas.

Felicite jamás se había sentido tan feliz.

Pero lo que no sabía Fizzy, era que Troy estaba enterado de todo.

Troy se había enterado del plan de que su hija se fugaría con una chica gracias a que había dejado su celular sin contraseña la última vez, y había pensado en golpearla hasta matarla por todo el coraje que había sentido cuando se dio cuenta de que ambas chicas eran novias.

Pero prefirió esperar, prefirió arruinar todo al último minuto. Sólo esperaba que llegara el día en el que su hija se iba a escapar para dejarle en claro quién era el que mandaba en esa casa.

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La vida de Louis a partir de la platica de Ed se basó en seguir viendo a su amigo por las noches y tratar de hablar con Felicite, pero ella lo ignoraba siempre, así que era difícil conseguir hablar con ella.

—No te desanimes Louis —le aconsejó Ed la última vez que se vieron, mientras caminaban por las calles de Doncaster—, ella tarde o temprano te escuchará y podrás arreglar tus problemas con ella. Dale tiempo y espacio, sigue afectada. Y como no, si yo fuera ella te habría mandado a la mismísima mierda.

Louis rodó los ojos y le dio las gracias sarcásticamente, por tanta ayuda. Pero la verdad era que Ed lo ayudaba bastante, lo aconsejaba y le decía sus verdades a la cara, y sentía que no podía estar más agradecido con él.

Así que una noche antes de que Felicite se fuera —sin ser consciente de que ella se iría—, Louis entró a la habitación de su hermana después de pensarlo mucho. Era ya entrada la madrugada y podía ser extraño encontrarla despierta, y así fue, no la encontró levantada. Estaba completamente dormida sobre su cama con el cabello castaño desparramado sobre la almohada.

Louis cerró la puerta detrás de sí y se acercó a la cama para ponerse de lado derecho, cara a cara con su hermana. Ella se veía tan tranquila que no pudo evitar sentirse culpable de nuevo, culpable de no defenderla, de no meter las manos al fuego por ella. Su hermana valía más que nada y aún así había permitido que su padre le pegara.

—Lo siento mucho, Fizzy —se disculpó con su hermana en voz baja mientras le acariciaba el cabello con delicadeza—. Tienes razón, soy un cobarde. Perdón...

La cabeza de Louis seguía teniendo un montón de dudas, pero de la única cosa de la que estaba consciente era que tenía que defenderla a capa y espada, tenía que luchar por el bienestar de Felicite y ser golpeada por su padre evidentemente no era algo bueno para ella.

Seguían rondando sus palabras, su cabeza estaba hecha un revoltijo. Pero a pesar de no aceptarla completamente decidió que lo mejor que podía hacer era defenderla. Era muy temprano para apoyarla, era muy pronto para aceptar del todo que Felicite tenía la razón y él no.

Detrás del arcoíris ||L.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora