Capítulo 15: El diario de mamá

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Sentí que algo pesado me golpeó el estómago

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Sentí que algo pesado me golpeó el estómago. No lo podía creer, este diario, le perteneció alguna vez a mi madre, a ella. ¿Pero cómo? ¿Por cuánto tiempo lo había tenido oculto? Y además, ¿ella jamás nos mencionó que tenía un diario?

Mi única reacción a tal hallazgo, fue dejar caer el grueso diario, como si mis manos se hubiesen vuelto gelatina, me quedé ahí sentado con las manos y brazos congelados y temblando por el asombro de aquello, después de unos segundos bajé los brazos completamente flojos.

—Mamá, mamá — susurré con tristeza

Una a una las lágrimas cayeron sobre la cubierta del diario y el piso de la cocina. Después de derramar mi angustia, empecé a limpiarme el rostro con la manos, pero ahora tuve la sensación que ese libro o mejor dicho diario era una muestra de lo que mi madre nos había dejado atrás, y ahora me daba cuenta de que si era un diario, y no un libro. Sin embargo, poseía una sospecha que no me quedaba clara; si ese era su diario, ¿por qué nunca nos había contado sobre lo que lo tenía? Y además, ¡¿cuándo lo había escrito?! Nunca, jamás Jack, Rick, Sofí y yo la vimos escribirlo, y tampoco ¡era una fanática de la escritura! Además, me sorprendía dónde había estado escondido: debajo de las tablas de la casa.

No sabía que pensar, en ese momento, ella ninguna vez nos los mostró a nosotros, a su familia. Ahí me quedé muy confundida, sosteniendo su diario entre mis manos y lentamente estrujándolo contra mi pecho. Nuevamente volví a sentir ese aire invisible, pero ahora estaba en todo mi cuerpo y en el corazón. Ya notado que mis lágrimas se habían secado en mis mejillas y que dejaron una sensación rara en mi rostro, después de que por fin había abandonado atrás esos sentimientos de ansiedad, dolor y melancolía por mi madre en la cabeza, retomé el asunto de su diario.

En ese momento empecé a sentir un hormigueo agudo en la parte inferior de mi cuerpo, era fastidioso, pero también note que me dolía al mover mis piernas extendidas en el piso, dejé a un lado el diario junto a mí el suelo y comencé masajearlas un poco con ambas manos cada en mis piernas adormecidas. A paso lento, pero firme con mis dedos moviéndose y sobando mis piernas tiesas, aún tenía la sensación de hormigueo desde los pies y dedos hasta los muslos, me pasaba masajeando todos los músculos hasta que por fin podía sentir de nuevo la sensibilidad en ellas. Mientras seguía con mis masajeando mis extremidades hormigueantes, me vino a la mente lo que podía tener escrito con la hermosa caligrafía, simple y limpia de mi madre, en esos papeles rústicos y amarillentos de su diario. Había muchas cosas que mi madre jamás nos pudo contar, y que deseaba decirnos, al igual que mis dos hermanos menores yo también deseaba saber realmente toda la verdad de nuestro pasado, que en ningún tiempo hemos podido saber de ello.

Mi mamá ya nos había dicho una parte de ella, pero aun así no era toda, literalmente. Sofí y yo sabíamos que ella le tenía terror; decirnos toda nuestra historia, y que cómo íbamos a reaccionar sobre eso. Siempre recuerdo días en que ella constantemente estaba muy triste, asustada y preocupada por algo, y hacía por todos los medios de ocultárnoslos. Posteriormente de su muerte, mis hermanos y yo, nos sentíamos muy mal por su partida, pero también muy decepcionados de que nuestra progenitora se hubiese llevado consigo todos los secretos, de lo que realmente era nuestra identidad con ella, a la tumba. Nosotros nunca pensamos que algún día pudiéramos descubrir lo que ninguna vez nos quedó claro, pero ahora este diario, su diario sería la puerta hacia todas las preguntas sin respuestas, que persistentemente nos atormentaron por muchísimos años.

Realmente tener, su diario, era súbitamente indescriptible la suerte de poseer toda la identidad de nuestra familia, y también al fin saber todas las incógnitas que en la vida no nos pudieron dar. Sin embargo no solo eso era un motivo para leer este diario, si no también saber definitivamente el motivo verdadero de la huida de nuestra madre, Ilusión, de su hogar y nuestra tierra natal: Italia

***

Resoplé. . Agarré un punto de apoyo, me aferre a la encimera de granito, paso a paso pude incorporarme de nuevo de pie. Me sentía sin fuerzas, como hecha polvo pero muy contenta, ahora con el diario de mi difunta madre; tal vez, mis hermanos y yo tendríamos finalmente la verdad en nuestras manos, después de mucho tiempo con las dudas sin descifrar. En eso, me sorprendí al oír un raspado de neumáticos. Venía para acá.

>>> Deben ser Vanessa y los chicos<<<, pensé

Rápidamente me acerqué a una de las ventanas junto a mí, solo quería verificar si se trataba de ellos. En efecto, vi a través de una de los cristales relucientes, que eran ellos, me llamó la curiosidad de notar que solo eran dos carros estacionándose, el convertible amarillo pollito de Jennifer y el Jeep Liberty de Jesse, aparcándose en el garaje y el patio escabroso. Ya había notado antes que solo estaba mi auto, y que el resto lo cargaban ellos; pero aun así me preguntaba, ¿dónde demonios estaban los muchachos con mi marido? En ese momento del convertible y la camioneta oscura, descendieron Vanessa, Desirée, Jennifer, mis hijos y Sofía, nada más. Pronto escuché sus voces en la puerta y los sonidos de la cerradura abriéndose. Entonces, en un dos por tres, en la puerta apareció Vanessa con una expresión de satisfacción en el rostro, dijo mi nombre con júbilo y me dio un abrazo.

Las Dos Caras de la Luna © ✓Where stories live. Discover now