Capítulo 11

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Daniel

La niña aún dormía. Eran casi las diez de la mañana y ella aún dormía. Bueno, al menos ya tenía un defecto. Porque eso podía ser un defecto... ¿o no?

La mamá de Clarissa seguía arriba con ella, jamás en mi vida me había imaginado que viviría tan cerca de mí. Cosas raras de la vida. Y mucho más raro el hecho de que no la recordara en mi vida. En fin, yo debía esperar como novio bueno aquí en la sala, tranquilo, mientras el motivo de mis desvelos estaba, seguramente, ideando una manera de escapar de esta cita.

Pero, ya había decidido que no la dejaría. Incluso ya había pensado mis respuestas para todos los "peros" que pudieran surgir.

Clarissa bajó, exactamente media hora después de mi llegada, y lucía preciosa. Sí, lo sé. Ahora hablo así, era la clarissitis que padecía. Después de hoy sabría si me curaba de ella o me quedaba enfermo.

—Buenos días Daniel...has llegado un poco temprano, ¿no te parece?

Ella tenía una de sus lindas cejas arqueada y cruzó los brazos mientras lo decía. Iba a matar, pues yo puedo ser más duro. Checa esto niña roja.

—No quería que olvidaras nuestra cita y además pensé que podríamos dar una vuelta antes, no creo que te pase nada.

—Aún no he desayunado...

Primero pero.

—Te invito a desayunar, no hay problema.

Podía ver como la máquina que era su cerebro comenzaba a trabajar otra vez. Esperé hasta que oí el pero número dos.

—Debo ir a misa y a cantar en el coro.

—Entonces es muy bueno que yo no haya ido aún, así te puedo acompañar y te escucho cantar.

Hizo una mueca, tal cual, sin disimular nada. Al parecer no le estaba agradando que le respondiera todo. Debí reprimir una sonrisa.

Y el pero número tres llegó, pero sin tanta fuerza como los otros dos.

—Debo llegar temprano si salgo desde este momento.

—Estaremos aquí a las ocho de la noche, eso le dije a tu mamá.

Y recibí otra mueca. Ja, esta cita estaría de lo mejor.

Esperé hasta que se despidió de su mamá, para lo cual tardó unos buenos quince minutos. Tiempo perdido para tomar la decisión.

Cuando por fin estuvimos fuera de su casa, caminamos por la acera sin tocarnos, aunque yo deseaba ver si sus manos encajaban en las mías. Miré disimuladamente hacia ella, Clarissa andaba tranquila, cómoda con ella. Jamás había salido con alguien como ella, que no se vistiera como para presumir el hecho de que es mujer, o con alguien que no se hubiera maquillado, o simplemente con alguien que trajera zapato deportivo.

Ella era como un soplo de aire fresco. Y en ese momento me sentí culpable, yo deseaba tratar de encerrar esa brisa, quería hacerme dueño del viento. Del aire que era Clarissa.

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Y te vi... [Editando]Where stories live. Discover now