Parte 4

4 0 0
                                    

Y ahí estaban

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Y ahí estaban. Frente a frente, los tres reacios a ceder.

— Gracias, mi reina. Por aceptar nuestra visita, una vez más — hablo Humberto a la reina. Fingida educación departe del anciano, ya que muy dentro de él venía dispuesto a lo que sea.

— No es nada. Después de todo, es deber de la reina atender a su pueblo, ¿no es así? — dijo de manera engreída.

— "Eso es lo correcto, si tan siquiera cumpliera con ese papel..." — se dijo Humberto mentalmente y con ironía.

Sin embargo, optó por responder de distinta manera:

— Es correcto, su majestad — "alago" el hombre.

Pedro notó él simulado sarcasmo en el consejero, por tanto, y para impedir una confrontación, mejor continuó diciendo:

— Mi señora; por última vez en este año, queremos que reconsidere nuestras peticiones — dijo de manera amable. Intentando llevar las cosas con más calma, después de todo, María era una mujer de cuidado, guiada nada más por sus impulsos y no por su razón.

— ¿Y cuáles serán estas peticiones? — preguntó la "reina" de manera distraída. Preocupada nada más por su apariencia física que por los problemas del reino. Así que tomó un espejo y empezó a admirarse en el, haciendo que la irá en el anciano Humberto creciera más y más.

Pedro, como conocedor de lo que podría llegar a ser su compañero de trabajo, lo tomó del brazo e impidió que este dijera algo que los comprometiera a ambos.

— Las peticiones, mi soberana, siguen siendo las mismas. Deseamos que la reina devuelva las tierras a sus antiguos dueños y deje que ellos se encarguen del comercio del reino. Cumpliendo deberes con la corona como antes lo hacían.

Con esto, Pedro intentó explicarle a la soberana como es que se manejaban las cosas antiguamente. Cada familia tenía tierras para cultivar y cosechar, tierras que sí pertenecían a la corona, pero que eran compartidas entre los reyes y el pueblo. De esta manera ambos se beneficiaban de las ganancias dejadas por los productos vendidos.

Pero María quería todo para si, por ende, las ganancias pasaban a la corona dejando al pueblo sin ningún centavo.

— Y yo que pensaba haber sido lo suficientemente clara en las ocasiones anteriores — les respondió — No se devolverá absolutamente nada a esa gente. Son mis tierras y yo veré que hacer con ellas.

— ¡Pero el pueblo muere de hambre! — le recriminó Humberto sin poder contener sus palabras — ¡Es deber de la corona responder por ellos!

Vestigios Nocturnos:  Vínculos DoradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora