Capitulo 3 | Parte 4

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No tuvo tiempo para responderle cuando Valeria había abierto la pequeña puerta y la luz natural del sol los cegaba por unos segundos de incertidumbre. Valeria se adentraba en su interior. Inspirado por unos aires de aventura, y con las decisiones aturdidas por la cerveza, Luis Arriaga la siguió sin dudarlo un solo segundo. No se trataba de una terraza, sino de la cima de la casa, el techo despintado y desgastado por el inevitable ataque del sol todos los días, en una esquina estaba la cisterna del agua igual de despintada, por el suelo una red de cables salvajes que debias ver con cuidado cuando avanzabas para no caer al vacío de la calle. Justo en medio estaba una construcción que sobresalía un metro del techo, como un protuberancia en el cuerpo de la cual uno nunca se da cuenta hasta que la siente. Ahí estaba sentada Valeria, encendiendo un cigarrillo. Luis Arraiga tuvo que resistirse a la tentación de mirar para abajo. Se sentó al lado de ella.

-¿Quieres uno? - le ofreció un cigarrillo.

“Si ya estábamos en estos rumbos de la cerveza, ¿qué más dará un tabaco?” Pensó en un suspiro pesado cargado con los vapores cálidos de la cerveza en su cuerpo. Tomó el cigarrillo que sobresalía de la cajetilla, lo analizó con cuidado, primero lo olfateo como sabueso, le pareció que tenía un olor similar al de un cereal de hojuelas sin leche; después lo peso, y no percibió que tuviera algún peso en el mundo. Finalizó, como lo hizo con la cerveza, con un análisis apresurado. Ya que no entendía cómo algo tan pequeño e insignificante, fuera el causante de más muertes en el mundo que las armas. Lo atrapó entre sus labios, Valeria se acercó con la flama encendida de su encendedor que iluminaba con una llama danzante sus rostros.

-Debes jalar como si estuvieras agarrando mucho aire - le explico mientras le encendía el cigarrillo -. Lo jalas hasta los pulmones, no lo mantengas en la boca, y después lo sacas todo.

La punta del cigarrillo se prendió como una luciérnaga en la noche, Luis Arraiga trató de seguir los pasos tal cual los había dicho Valeria. Jalo el aire con temor, pero no pudo llegar al siguiente paso sin un ataque de tos de perro viejo que le hizo que unas lágrimas falsas salieran de sus dos ojos, y que su pecho se comprimiera por el humo. Valeria rio a carcajadas mientras él luchaba por controlar la tos que lo atacaba.

-Ya te irás acostumbrando - entre carcajadas le dijo.

Luis Arraiga modificó su primera conclusión. Porque la gente no se moría por el cáncer que provoca el cigarro, sino por el sabor a ceniza prendida que se mantenía en la boca aun después de horas de dejar de fumar. Le dio otras tres caladas antes de apagar el cigarrillo en el suelo del techo, y si siguió fumando las siguientes solo fue para ver si el sabor mejoraba después de un tiempo.

 Cuando toda la escena terminó, y Luis Arriaga pudo contener las ganas de toser, el pudo admirar la vista que le otorgaba la cima de esa mansión. Era una vista espléndida. El sol caía entre las mansiones, dejando la estela de un cielo reluciente pintado con la claridad pura de algunas nubes furtivas. Las luces públicas se encendían, y en algunas casas se alcanzaban a percibir los movimientos casuales de sus habitantes. Más al sur donde la oscuridad tomaba su camino se podía ver una ciudad encendida y desconocida. Una ciudad de luces. Cada casa una vida, cada vida una historia y cada historia un final que nunca se conocerá.

-Aquí vengo cuando quiero estar sola.

-Pero ahora no estás sola. Yo estoy aquí.

Los dos miraban como el sol moría, y era reemplazado por las luces de las calles, como los ruidos de la ciudad se difuminaban en la distancia, dejando el desastre fugaz de la lejanía. 

-Lo estoy compartiendo contigo, para que me entiendas a mi. Cuando entraste no te vi… no te sientas mal, pero tienes uno de esos rostros fáciles de olvidar. Pero después que mi hermano se enojó conmigo y regresé, te vi. Eras el único que notaba mi presencia, a pesar de todo lo que tenías enfrente, solo me estabas viendo a mi. Y ahí comprendí que eras como yo. Tal vez estoy exagerando, pero suelo tener razón en estas cosas.

Una Corta Balada Llamada Vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora