Capitulo 3 | La chica del betún y la ciudad de luces.

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El siguiente fin de semana su madre había llegado con una infinidad de herramientas para pintar; cuadros canvas, pinturas de óleo con los colores existentes y por existir, pinceles de todos los tamaños, un caballete nuevo con una madera clara. Luis Arriaga le ayudó a bajar todo de su carro, era tanta la cantidad que fueron necesarias dos vueltas por cada quien para llegar hasta el último artículo. Cuando por fin terminaron los dos cayeron rendidos en el sofá de la sala. Su madre se levantó y entró a la cocina, al poco tiempo regresó con dos vasos de limonada con hielo. Luis Arriaga la tomó de un solo trago, restos líquidos quedaron en la comisura de su boca, su madre los limpio con un pañuelo y luego río.  

-¿Vas a volver a pintar? - Le preguntó Luis Arriaga a su madre.

-Así es, volveré a pintar - exclamó con orgullo -. Ahora levántate que debemos llevar todo a la habitación del fondo.

La habitación del fondo del hogar había quedado en un naufragio de posibilidades. Primero se pensó hacer con esa habitación una especie de lugar para que toda la familia convivieran, sin embargo, los cuatro ya pesaban tan poco tiempo juntos que se llegó a la conclusión que sería un espacio desperdiciado y quedaría habitada solo por los átomos del polvo. Después se llegó a pensar que podrían derrumbar la pared para así expandir la planta baja, pero el solo hecho de imaginarse en los costos y las molestias, la idea quedó descartada. Karla de la Fuente, al ver que nunca se llegaría a una decisión, decidió tomar su propia iniciativa de hacer ese espacio su estudio de arte. Desde la idea y ejecutar todo el plan solo transcurrieron unas horas.

-Este será un lugar perfecto - dijo admirando el pequeño espacio que poco a poco se conviertia en su visión.

La habitación era pequeña, apenas el espacio justo para que ella pudiera trabajar con comodidad pero sin exigir más. Una ventana amplia iluminaba con luz natural el ambiente, tenía la vista del gran árbol divisor y por la mañana se podía ver como las abejas y los pajarillos revoloteaban en comunidad en el páramo de su jardín. Acomodo todo a su placer, en una pared puso una vieja mesa de madera rectangular que solo estorbaba en la sala; ahí coloco las pinturas, los pinceles, de una manera alineada y ordenada. En una esquina, donde la luz natural favoreció, postro el caballete. Lo faltante lo fue acomodando a su gusto, hasta terminar aquel lugar vacío que pareciera que su destino era terminar en el olvido, se transformó en un estudio personal para pintar.

-Así me lo imaginaba - comentó a su hijo mientras se postraba orgullosa en medio del lugar.

-¡Quedó increíble! - exclamó Luis Arriaga, realmente impresionado por la transformación.

-Tuve un sueño anoche. Soñé con una vieja casa en medio del desierto, a un costado de ella estaba colocada ropa sobre dos palos de madera y un alambre, estaba impecablemente limpia. Yo estaba detrás de una cerca de madera desgastada por la arena, o puede ser que por la vida. Detrás de la cerca estaban tres niñas todas vistiendo un vestido blanco, una tenía el rostro volteado y no podía verla, otra estaba escondida entre la ropa y solo podía ver la mitad de su rostro, una mirada triste se impregnaba en sus ojos. La última estaba a unos metros de mí, viéndome directamente con una mirada profunda. Sentí en mis sueños como esa niña me hablaba, quería que me quedara ahí con ella para siempre.

Su madre se detuvo. Luis Arriaga la había escuchado con toda la atención, intrigado por la historia ¿Que tenía que ver todo eso con que ella regresara a pintar?

-¿Y después?

-Nada, no recuerdo otra cosa de mi sueño. Pero esa imagen tan fuerte, provocó un sentimiento que tenía apagado desde hace mucho tiempo. Me inspiro, quería contar esa historia, lo que mis ojos vieron en mi sueño. Pensé toda la noche cómo podía yo transmitir esa emoción - Karla de la Fuente se comenzó a mover energética recorriendo el lugar mientras hablaba, la mirada de su hijo estaba fija en ella -. Fue ahí cuando un cosquilleo en las manos regresó a mi, era la emoción de pintar. Esa necesidad inexplicable de crear algo… Fue fantástico

Una Corta Balada Llamada Vida.Where stories live. Discover now