Capitulo 1 | Parte 2

4 1 0
                                    

Aún faltaban dos semanas para que la escuela comenzará. El inicio de su vida en preparatoria, aunque sabía desde el principio que serían complicados, y cada vez que pensaba en eso se manifestaba un dolor en su frente. Tenía el complejo de que formar un grupo de amigos sería difícil, ya que la mayoría de las amistades ya van formadas desde los últimos años de secundaria, y son pocos los que entran a preparatoria sin conocer a nadie. Aun así a Luis Arriaga no le importaba esto, si bien, tenía en su mente la decisión de empezar una vida nueva, lo cual conllevaba a cambiar por completo su persona. Y esperaba que esta determinación no se esfumara al momento de entrar por la puerta de su salón de clase y ver todos los rostros extraños que lo observaban juzgando sus movimientos. Se hacía todo tipo de escenario, cada uno lo dejaba más avergonzado que el anterior; que si al llegar y sentarse en su silla rompería la banca y todos se ríen de él en burla, que su alarma no sonora y llegará tarde a la escuela y al entrar al salon todos se rieran de él porque llevaba la ropa al revés por las prisas; la más absurda, que simplemente se burlaran de él solo por ser el. Estas ideas atormentaban a Luis Arriaga en las noches.

Por esos mismos días de su sufrimiento, un acontecimiento inesperado sucedió en la casa, su hermano, Raúl Arriaga volvió a hablar. Fue en una mañana, sin ningún indicio previo de que su protesta terminaría. Su padre estaba preparando el desayuno, Luis Arriaga bajó primero de su habitación al oler el inconfundible aroma del tocino sobre la sartén. Se sentó en la mesa él solo.

-¿Cómo quieres tus huevos? - le preguntó su padre, sin quitar la mirada en la sartén para que las explosiones de grasa hirviendo del tocino no lo tocaran.

Luis Arriaga pidió su desayuno como siempre; un omelet con puro queso y una pizca de pimienta. Después bajó su madre, la cual se veía agotada y en su rostro se veía el cansancio de una noche sin dormir. Su padre le preguntó lo mismo a su mamá. Esta no le ordenó nada, sino que se puso ella misma a cocinar su propia comida.

-¿No te gusta como cocino? - bramo entre dientes.

-No es eso, sino que a mi me gustan los huevos sin tanto cocinar. Y tú los dejas bien hechos.

Javier Arriaga se sintió indignado. En un descuido de ella, el padre tomó el galón de leche de la mesa y vertió un poco en sus manos y lo vertió juguetón en la nuca desnuda de ella. Con un reflejo sorprendente Karla de la Fuente logró esquivar el ataque sorpresa, sin embargo, toda la leche cayó en su ropa. Una mirada de ira ciega la dominó. Ella tomó un pedazo de pan y lo remojo con agua. Ataque tras ataque de comida, una batalla de banquete, que llevaría como siempre a la victoria de Karla de la Fuente. Luis Arriaga reía tanto que no podía comer, estas peleas inocentes eran usuales en el hogar, parecían como si fueran dos niños los cuales se odian frente a los demás, pero en secreto se aman mutuamente y llevan una amistad más sólida que las públicas. La batalla terminó cuando la madre tomó un puño de avena seca y la lanzó al rostro de su esposo, uno de los pequeños granos entró al ojo derecho y tuvieron que parar para sacar con cuidado aquel invasor ocular. En el fondo Karla de la Fuente disfrutaba del delicioso sabor de la victoria de la batalla de los alimentos. En ese momento entró Raul Arriaga a la cocina, al estar todos ocupados nadie percibió su presencia.

-¿Aún queda tocino ? - preguntó Raúl Arriaga, dejando la brisa de su voz perdida en el aire.

Los tres se voltearon, observando de dónde provenía esa voz, como si se tratara de un fantasma. Al ver el rostro de Raúl Arriaga, los tres se quedaron congelados por un par de segundos. Fue su madre la que se acercó a su hijo y le dio un abrazo, una lágrima de actriz de cine salió por su ojo derecho. Raul Arriaga no quitó a su madre, pero se notaba en su rostro su incomodidad, y no solo del abrazo, sino de saber que su protesta no tuvo ningún resultado, que al final prefirió ser derrotada a que su orgullo causará que hasta el mismo olvidará el sonido de su voz. Su madre en el desayuno le hizo cada tipo de preguntas, algunas tan simples, y solo por el miedo que se arrepintiera y volviera a tomar la protesta del silencio.

Una Corta Balada Llamada Vida.Where stories live. Discover now