Capitulo 3 | Parte 2

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Luis Arriaga tocó en la puerta de la casa de Raquel Campa, esperaron unos segundos hasta que ella abrió. En su mirada se contemplaba el cansancio de una siesta interrumpida, detrás de ella se encontraba siempre vigilante Francisco con el peluche en la boca. Observó distante la presencia de Javier Sanchez, desconocido hasta ese momento para ella. Luis Arriaga la saludó y los presentó, ella no dijo nada, aun dormida por el sueño pasajero de la tarde.

-¿Y bien? - preguntó por fin, irritada.

Luis Arriaga se movió impaciente sobre su mismo lugar. Más que todo por la incertidumbre de la respuesta que por la incomodidad de haberla despertado. Javier Sanchez esperaba a sus espaldas con una postura inventada de modelo de ropa, que más hacía resaltar que su vestimenta era de una época ya olvidada.

-Te quería decir - tragó saliva en ese momento - ¿Que si tú quisieras ir a una fiesta con nosotros?

-No - dijo fulminantemente.

-Es cerca - explicó -. No será mucho tiempo, cuando quieras nos regresamos juntos.

-Si - interrumpió Javier Sanchez -, será divertido.

Raquel Campa se limitó a ver a Javier Sanchez con desdén.

-Ya dije que no - refuto Raquel Campa -. Ahora sí se podrían marchar. No me siento muy bien.

-¿Estás segura? - regreso Luis Arriaga a un tema que ya estaba terminado desde antes que tocaran en la puerta.

-Si - exclamó con la mirada de daga clavada en los ojos de Luis Arriaga .- No me siento bien.

Seguido de sus palabras cerró la puerta. Los dos amigos se volvieron a ver impresionados por la rudeza y brevedad del momento.

-Impactante - comentó Javier Sanchez -. Pero es muy bonita.

Luis Arriaga no respondió nada. Caminaron hasta la parada del autobús. Estuvieron ahí por unos diez minutos. En los cuales llegó una madre con un niño de unos cinco años tomado de la mano, el niño lloraba porque olvidó su juguete y su madre lo intentaba calmar diciéndole que pronto regresaría por él. Luis y Javier subieron al autobús, dejando atrás a la madre con su hijo que no subieron con ellos. El autobús estaba vacío. Se sentaron en los últimos asientos. Javier Sanchez platicaba sobre la pelicula que habia visto la noche anterior con su padre, sin embargo, apenas si lo escuchaba por el rugido bestial del motor del autobús, sin contar de los movimientos bruscos que daban al pasar por alguna calle mal pavimentada que les provocaba dar saltos sobre los asientos al pasar por ellos. Luis Arriaga solo asentía con la cabeza, miraba elocuentemente para la ventana, mirando como las casas se desvanecian con el movimiento. Las casas normales de los suburbios se transformaban en grandes hogares, con puertas del tamaño de su casa, jardines amplios y carros de lujo aparcados en las cocheras.  

-Nos bajaremos aquí - mencionó Javier Sanchez.

El autobús se detuvo y los dos descendieron.

-Aún falta un poco - explicó Javier Sanchez -. Solo que el autobús no llega hasta allá.

Conforme avanzaban Luis Arriaga pudo apreciar a mayor detalle la diferencia que existía entre la calle de su hogar y esa entrada a la vida de los ricos. Si bien, la familia de Luis Arriaga tenía una vida de clase media alta, y nunca le había faltado nada en su vida, no pudo ignorar comparar su vida con la de esas casas colosales. Las casas eran de todo los estilos posibles, algunas modernas con diseños arriesgados pero que al final impresionaban a la vista, otras con un estilo clásico, que les daban el estigma de que esa casa había existido por lo menos un siglo. Aunque la mayoría diferentes, todas compartían lo mismo; amplios jardines todos cercados por enormes mallas de metal oscuro, autos elegantes descansando bajo el sol en las cocheras, las puertas exageradamente grandes, y un aura de riqueza implementado por el derroche de bienes para la impresión del público. 

-Son bonitas - exclamó Javier Sanchez.

-Si lo son - dijo Luis Arriaga con los nervios de la cercanía a la fiesta - ¿Tu amigo debe de ser rico también?

-El no, sus padres.

-¿Cómo se llama?

-Rafa Buenaventura - en ese momento Javier Snchez se dio media vuelta, como si el nombre de su amigo hubiera tenido que tener una reacción en Luis. 

-¿Debería saber quien es?

-Si, su padre es famoso en la ciudad.

-Tengo viviendo aquí poco tiempo, tal vez por eso no lo conozco.

-Tienes razón - se resignó.

Javier Sanchez pasó a decir una breve, ni tan breve, biografía de Rafa Buenaventura. Aunque al final no fue tanto sobre el amigo, sino sobre el padre famoso. Se trataba de un presentador eterno del canal abierto de noticias, de esos que pasan años y años siendo la cara del noticiero, y que lo único que cambian con el tiempo son el color de las corbatas. Esa fue la información más importante, la extensión de la biografía se debía a que Javier Sanchez le encantaba llenar con detalles triviales todas las conversaciones, divagando entre sus propios pensamientos y que al final no se alcanzaba a distinguir si estaba hablando de otra persona o sobre sí mismo. 

-Mierda - pronunció en mitad de un enunciado, como una revelación de un presagio.

-¿Qué pasó? - le preguntó Luis Arriaga con la última esperanza que ese ¨Mierda¨, fuera el recordatorio de un compromiso inevitable que había olvidado Javier Sanchez en otro lugar, lo cual haría que tuvieran que regresar cada quien a sus casas evitándose la molestia de asistir a la fiesta.

-Se me olvido decirte que hay alberca en la casa.

-Oh, es eso.

-Lo siento amigo, te podría prestar mi traje de baño y yo entrar en calzoncillos.

-No te preocupes no tengo tantas ganas de nadar - mintió, ya que en ese momento de la tarde el calor aumentaba reflejado sobre el asfalto y se sentía hasta en los tuétanos. 

-Fue mi error. Le preguntaré a Rafa si tiene algún extra.

-No deberías molestarte tanto, no hay problema.

-¿Estás seguro?

-Así es.

Continuaron avanzando por las calles, a la vista de las casas como gigantes que los observaban desde la lejanía. La ansiedad de Luis Arriaga brotó en su esplendor, se comenzó a sentir intimidado ante la riqueza de Rafa Buenaventura desde antes de conocerlo, un sin fin de situaciones se imaginó, todas con un tono negativo en su presencia, sentía que no tendría nada interesante que contar, que estaría incómodo en el lugar, y que solo estaria en silencio con una risa fingida y unas ganas fieras de salir de la casa.  

-Es aquí - dijo Javier Sanchez.

Una Corta Balada Llamada Vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora