Capitulo 1 | Parte 5

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La escuela comenzó en un día lluvioso. Había llovido ya ininterrumpidamente por tres días seguidos. Su madre le insistió en que debía ella llevarlo a su primer día de clases, puso de excusa la inclemencia del tiempo, pero ella misma sabía que se trataba de un sentimentalismo de ver a su hijo crecer y querer ser parte de ese proceso. Luis Arriaga se negó en múltiples ocasiones, él quería tomar el transporte público como la mayoría de sus compañeros harían. Esperanzado a que la lluvia escampara. Sucedió lo contrario, en ese primer día de clase la lluvia fue tan fuerte, que en varias partes de la ciudad los fusiles de electricidad fallaron, y las casas estuvieron por días sin electricidad. En contra de su voluntad permitió que su madre lo llevara. Diciendose a sí mismo que tal vez estaba siendo un tanto egoísta, que un día que lo llevara no lo afectaría, ya los demás él iría por su cuenta. Subió al automóvil, en el rostro de su madre estaba dividido entre la felicidad y la melancolía.  

-Ya eres todo un adulto - exclamó.

-Apenas tengo 14 mamá.

-No, estar en la preparatoria te convierte ya en un casi adulto. Muy pronto verás que tu vida comenzará a cambiar. Harás nuevas amistades, empezarás a conocer el mundo… Eso sí, que nadie te obligue a nada, si tu no quieres hacer algo no lo hagas. Ya sabes las cosas que están mal y las que están bien.

La voz de su mamá se entrecortaba con las palabras, le era más difícil cada vez expresarse conforme se acercaban a la escuela.

-Perdoname - continuó cuando se repuso -. Es que eres mi niño pequeño, y ahora estás creciendo y apenas si me doy cuenta.

Al terminar de decir eso, su madre no pudo contener más el llanto.

-Seguiré siendo tu niño mamá. No cambiará nada. Todo seguirá igual.

-Eso no es verdad.

Su madre estacionó el automóvil a unas cuadras de la preparatoria. Tomó la mano de su hijo y lo vio directo a los ojos, porque le estaba hablando directo a su alma, desde su corazón abierto.

-Es que aun te veo como un bebe. Debes entender que nadie te va a querer como yo. Vas a crecer, tomarás tus caminos, y yo te apoyaré en todo lo que hagas.

Luis Arriaga se atragantaba en su propio llanto, pero no quiso llorar, no en ese momento. Tomó con más fuerza la mano de su madre, después le dio un largo abrazo que fue interrumpido por el claxon de los automóviles cercanos que se movían frenéticos contra el tiempo para llegar a su destino. Su madre se compuso, limpió sus lágrimas con el cuello de su sudadera y continuó su camino. Prosiguió hablando de cómo la vida de su hijo cambiaría entrando a la preparatoria. Luis Arriaga escuchaba a su madre, viendo por la ventana como las gotas de la lluvia se estrellaban con el cristal y creaban un camino limpio.  Los sentimientos del viaje habían hecho olvidar momentáneamente los nervios inmensos que se creaban en su estómago, fue hasta que se despidió de su mamá y bajó del automóvil que sintió la inseguridad de la soledad de entrar a un nuevo desafío por su cuenta. En ese momento los nervios regresaron como un volcan, no podía moverse y hasta pensó en no entrar, esperar a que su madre se fuera, y tomar una larga caminata hasta poder regresar a casa. Suspiro, desecho esa idea en un segundo, camino hasta entrar a la escuela. ̈ El comienzo de una nueva vida ̈.

El salón estaba cargado de un aire húmedo, hacía más frío que fuera, y en la parte trasera se escuchaba el eco de una insistente gotera. Los lugares ya estaban en su mayoría ocupados. Luis Arriaga permaneció un instante en la entrada del salón, observando a sus nuevos compañeros; unos conversaban entre ellos, se podía notar que se conocían desde antes, otros estaban dormidos con la cabeza apoyada en sus brazos en los pupitres, otros, y al igual que Luis Arriaga se les percibía nervioso e impacientes. Llego tarde, por lo que los lugares que quedaban eran los de la fila principal, justo enfrente del profesor. Lo cual comprometia su plan, ya que sabía que siendo de los primeros lugares no tendría oportunidad de convivir con sus compañeros de su alrededor. La perfecta fila era la de la mitad, donde uno podría estar rodeado de compañeros y conversar, pero no tan lejos como los últimos como para distraerse por completo de las clases. Estando ya ocupados, no tuvo otra opción más que tomar uno de estos lugares de la primera fila. Sin embargo, tendría más oportunidades para sentarse en la fila central, solo era cuestión de no olvidarlo.

Una Corta Balada Llamada Vida.Where stories live. Discover now