CAPÍTULO DIECINUEVE

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"Soy lo que has hecho de mí. Toma mis elogios, toma mi culpa, toma todo el éxito, toma el fracaso, en resumen, tómame".

Charles Dickens, Grandes Esperanzas.


¿Qué era lo que había pasado ahí en la bodega? Confesiones que en mi vida planeé hacer o escuchar de él. Ahora que sabía la verdad tenía una decisión que tomar, pero para ser sincera desde hacía tiempo sabía la respuesta. Esperaba de todo corazón que no fuera la incorrecta, porque toda mi vida había sentido el temor de equivocarme.

Lo que restó del día Federico y yo solamente nos hablamos para lo más indispensable, permanecimos serios, porque ambos necesitábamos pensar las cosas, más yo que él.

Cuando cerramos me acompañó hasta mi casa, se despidió con un abrazo, pero fue algo extraño, lo sentí triste, como si me dejara ir.

―Nos vemos mañana―dijo con una sonrisa que intentaba ocultar todos los sentimientos oprimidos que había en su interior―solo Elyna.

―Hasta mañana, Federico Techera―sonreí―mi uruguayo irritante, pero mi favorito―dije en voz baja cuando él estaba lejos.

Subí a mi departamento. Me bañé y me puse el vestido floreado que tanto le gustaba a Santiago, arreglé mi cabello lacio, me maquillé de manea sencilla y me puse un labial color nude. Me veía bonita, me sentía bonita, pero también culpable por lo que haría.

Cesar llegó a mi casa, bajé y él me saludó muy cordial, intentó darme un beso en los labios, pero me moví y terminó en mi mejilla.

― ¿Nos vamos? ―le dije.

Él asintió.

― ¿Qué haremos hoy? ―pregunté.

―Te va a gustar, cenaremos en una terraza con vista hacia Lagos. Se ve increíble, más de noche.

Tenía noción de donde era. Estaba lejos de mi casa. Él venía en coche. Nos subimos y nos fuimos con rumbo al lugar. Él puso música para amenizar el camino.

― ¿Qué tal tu día de trabajo? ―preguntó

―Pasé en la mañana, un poco más tarde que de costumbre y me encontré con Santiago, iba de salida se veía preocupado, le pregunté qué pasaba y me dijo que te quedaste encerrada en la bodega.

―Sí, Federico y yo nos quedamos encerrados en la bodega, voy a tener que cambiar la cerradura, porque ya no sirve―dije aunque sabía en el fondo que Santiago fue quien nos encerró aunque lo niegue.

―Con razón estaba preocupado, si su novio también estaba adentro―comentó sin apartar la vista del volante ―Me ofrecí a ir por el cerrajero, pero me mandó mensaje después, que ya había podido abrir. ¿Te dijo que fui?

―No me dijo que habías ido, seguramente con las prisas y todo lo que pasó se le olvidó.

Él sonrió.

―Es un buen amigo, y te hace mucho bien. Me agrada.

Sonreí

―Sí, es el mejor.

― ¿Sabes? Quien no termina de agradarme es Federico, no sé siento que oculta algo.

―Es algo que me dicen mucho, pero sí es buena persona―Quizás no le agradaba, porque se sentía celoso de él. Sin siquiera saber. Ó tal vez lo presentía.

Miré hacia la ventana, reconocía el lugar, ya casi llegábamos a nuestro destino. Él se estacionó.

―Hemos llegado.

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