CAPÍTULO DIEZ

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"Todo este amor me ahoga tanto que puedo sentirte en mi sangre. Todo este deseo solo por tocarte, que estoy tan asustado de renunciar a ti".

Valentine, Mäneskin


Federico tocaba firmemente mis piernas, las recorría como un mapa que solo él conocía. Sus ojos irradiaban lujuria y deseo. Fue dejando un camino lleno de besos por todo mi cuerpo, comenzó en mis labios y terminó en...

Desperté.

Con el corazón acelerado. Pasé mi mano por el cabello. ¿Qué era lo que había pasado?

Desde el beso que me dio en el bar como venganza, todas las noches había estado soñando con él, pero no eran sueños simples, sino, sueños ardientes. Nunca en mi vida había tenido ese tipo de sueños, ni de adolescente. No sabía lo que estaba pasando por mi mente y eso me tenía muy confundida. Quería respuestas, pero no podía contarle a Santiago, porque era su amigo y un boca floja y tarde o temprano le contaría.

Me levanté y me di una ducha con agua fría. Me cambié y me fui con rumbó a La Cafebrería. De camino a lo lejos pude ver a Federico, pero decidí ignorarlo. Escuché como me gritaba, pero yo traía los audífonos, así que hice como que no. Llegué al local. Estaba abriendo la puerta cuando él se paró a un lado de mí, su respiración era agitada, al parecer corrió para alcanzarme.

―Grité tu nombre.

― ¿Hablaste? ―me quité mis audífonos, fingí no escuchar lo que dijo.

―Grité tu nombre.

―No te escuché, venía escuchando música―actué distante.

―Ya me di cuenta.

Entramos y comenzamos a hacer las cosas de rutina. Limpiar y acomodar mesas, sillas y libros.

Era el día de descanso de Marian, así que estaríamos él y yo solos gran parte del día. Todo el tiempo estuve muy callada, incluso le pareció extraño.

―Si llegan clientes, los atiendes. Voy a acomodar unas cosas en la bodega

― ¿Ocupas ayuda, Jefa?

―No, y no me llames Jefa―caminé con rumbo a la bodega.

Me puse solo uno de mis audífonos, para escuchar por si me hablaba Federico, le di play a la música y comencé a sacar las cosas que había en las cajas, que eran vasos, platos, servilletas, bolsas de papel.

Sin darme cuenta comencé a cantar, estaba tan concentrada haciéndolo que no vi ni escuché cuando Federico y Santiago se pararon en la puerta de la bodega, no fue hasta que Santiago hizo un comentario al uruguayo que me di cuenta de todo.

Me giré y los miré a ambos sonriendo.

― ¿Qué hacen?

―Yo voy llegando y me encontré a Federico entretenido mirando algo, me acerqué y vi que te estaba viendo a ti.

―Yo me acerqué a preguntar algo y te encontré cantando y bailando. Jamás hubiera imaginado que tuvieras talento para eso.

― ¿Qué estás diciendo? ¿Crees que él único que tiene talento aquí eres tú? ―actué a la defensiva, no me gustaba que me vieran cuando cantaba o bailara, por eso siempre lo hacía cuando estaba sola y evitaba ir a lugares en los que tuviera que hacerlo. Y en ese momento me sentía expuesta, si me gustara que me vieran hubiera sido actriz, como Federico.

―No, yo no dije eso. Es solo que siempre eres tan seria, que no hubiera imaginado que te gustara lo artístico.

―Lina tiene una voz muy bella. Es algo que le sale natural, como los cafés o los guiones, es parte de su ser.

― ¡Qué barbero eres, Santiago! ―expresé en un mal tono― ¿Para qué has venido a buscarme, Federico?

―He venido a decirte que llegó Santiago.

―Mentira, no concuerda con lo que dijo Santiago hace unos instantes. Él dijo que cuando llegó tú ya estabas parado en la puerta.

―Está bien, no lo quería decir, pero es que escuché unas voces raras y he venido a comprobar que estés bien.

― ¿Voces raras? ―estaba juzgando mi manera de cantar.

―Como si tú cantaras perfecto.

―Touché―comentó Santiago―Confirmo que el canto no es su fuerte.

―Yo soy un actor de verdad

―Que no se supone que deben de ser buenos en actuación, canto y baile

―No, yo solo me dedico a actuar, que canten los cantantes. Mi formación es actoral―su tono fue molesto.

― ¿Me pueden dejar terminar de acomodar las cosas? Gracias―les hice un ademan con la mano para que se fueran.

Cuando terminé de acomodar, Santiago ya no estaba. La tarde pasó en silencio, solo nos dedicamos a atender a los clientes que llegaban al local. Después de media tarde, se puso tranquilo, y no hubo más clientes, por lo cual le dije a Federico, que era libre de irse, si quería.

― ¿Vos ya te vas?

―Solo hago el corte, cierro y me voy.

―Te espero.

―No es necesario, puedes irte.

―Yo quiero esperarte

A regañadientes acepté.

Hice todo en silencio y evité hacer contacto con él. Después de mis sueños, trataba de no tener contacto visual con él o evitaba pasar tiempo con él. No quería terminar de boca floja y confesar lo que al cerrar mis ojos mi mente imagina. 


Nota de la autora: 

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Nota de la autora: 

Este es el último capítulo del pequeño maratón del fin de semana a petición de una lectora. 

Los tqm hasta el infinito y más allá. 

Nos leemos el próximo fin de semana. 

Canciones, libros, películas y otras cosas sobre amor.Where stories live. Discover now