CAPÍTULO SIETE

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"Es más fácil si soy yo a quien culpas, por todo, por cada recuerdo en tu mente. Ambos tenemos historias, pero no son iguales. Así que finge que eventualmente podrás olvidar mi nombre, pero es más fácil si soy yo a quien culpas".

Blame, The maine


Rápidamente pasaron dos semanas, Alberto le enseñó todo lo que sabía a Federico, quien aprendió rápido, pero era algo lento y eso le frustraba. Con la práctica y el tiempo lograría hacerlo rápido. Me sorprendió su dedicación y empeño. Vi como fácilmente se llevó bien con Marian y Alberto. Yo no le mencioné a ninguno que él era actor en su país y él tampoco lo hizo, creo que era algo que quería mantener en secreto, tal vez y era algo que no me correspondía a mí decirlo.

Trataba de llevarme bien con él, pero de repente me acordaba de lo que había pasado hacía años. No era rencorosa, pero sí era algo que me daba mucha vergüenza, que tal si él ataba cabos en alguna conversación que tuviéramos, así que prefería mantenerme al margen. Era lo mejor.

Era el último día de trabajo de Alberto, así que le pedí a Federico y a Marian que llegaran antes, para preparar todo para despedirlo. Colgamos un cartel que decía: Buena suerte, Alberto. Y globos y serpentinas en todo el local. Algo muy colorido y alegre, como él. Quise tener ese detalle, porque fue un buen empleado y dedicado, además le tenía afecto. A él y a Marian los veía como mis hermanos menores y me daba gusto que él se fuera a cumplir su sueño.

Fui a dejar la bolsa con los globos y serpentinas sobrantes. Al girarme me topé de frente con Federico.

―Lo siento―le dije.

―Te agrada mucho ese chico, ¿verdad?

―Así es. Ha sido un gran empleado. Lo voy a extrañar mucho.

―No será que estás enamorada de él.

―Por dios, Federico. Es un niño.

―No lo es tanto, ¿Cuántos años le llevas? Unos cinco. No es mucho.

―Es como mi hermano menor. Además son más. Tengo 29 años―Alberto tenía 20 años.

―No, si es bastante.

―Además, si querías saber mi edad, solo era cuestión de preguntarme. No tenías porque hacer todo eso. Pero admito que es una buena táctica―le di una palmadas en el hombro.

Él sonrió.

―Yo no― hizo una pausa―Olvídalo, jefa. Era solo una pregunta.

Lo miré fijamente, porque sabía que no me gustaba que me llamara jefa.

―Lo siento, lo sé. Solo Elyna―caminó hacía la entrada. Escuchamos la puerta. Enseguida me asomé para ver quién era, Marian se reían.

―Ya viene, Alberto. Lo vi en la esquina.

Todos nos paramos debajo del letrero. Cuando el entró gritamos sorpresa al unísono.

―Gracias―abrazó a cada uno―En especial a ti, porque sé que fuiste tú.

Negué con la cabeza.

Canciones, libros, películas y otras cosas sobre amor.Where stories live. Discover now