CAPÍTULO OCHO

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"Y todo lo que puedo saborear es este momento, y todo lo que puedo respirar es tu vida".

Iris, Goo goo dolls


Al día siguiente, Santiago y Federico llegaron juntos. Entraron al local riéndose a carcajadas.

―No sé porque todos piensan que soy ojete. Solo tengo la cara.

―La verdad, sí creí que lo eras, por cómo te comportaste al principio.

―Buenos días, jefa―me saludó Federico. Lo miré feo―. Lo siento, Elyna.

―Buenos días, a mi persona favorita―Santiago se acercó y me dio un beso en la mejilla.

― ¡Qué barbero eres, Santiago! Tu café ya está en la barra.

―Gracias, Lina―me volvió a dar un beso―Nos vemos luego. Me avisas Fede, si quieres salir hoy también.

Él solo asintió. Me reí. 

―Creo que Santiago al fin encontré a su compinche

―Es divertido.

―Lo sé. Te recuerdo que nos conocemos de años.

Asintió.

―Me pondré a trabajar.

Sorprendentemente todo el día estuvo lleno, de chicas jóvenes, que querían ser atendidas por Federico. Le sonreían nerviosas, otras se agarraban el cabello y trataban de sacarle plática. Algunas que eran más valientes se quedaban a comer en el local y le tocaban el brazo con delicadeza y las que no tenían tanta suerte solo llegaban a hacer sus pedidos para llevar. Y como si no fuera suficiente con los cafés, también pedían ayuda con los libros. Él se excusaba diciendo que no sabía tanto sobre libros, y nos pasaba esos clientes a Marian, quien ya había comenzado su turno ó a mí. Al parecer fue una buena inversión contratarlo, porque hoy aumentó la afluencia de clientes.

― ¿Qué es lo que está pasando?

―Es el fenómeno llamado Federico Techera, como es producto extranjero es la novedad.

―Pues que no pare, porque hoy nos irá bien con las propinas.

Reí.

Cerramos después de nuestro horario, debido a que unas chicas no querían irse. Hasta que Federico hizo un comentario acerca de que iría a beber con Santiago a un bar cerca del local. Fue cuando ellas se fueron, con la esperanza de verlo allá también.

Repartimos las propias y Marian se fue junto con Federico. Yo me quedé sola apilando las sillas y mesas, barriendo y trapeando para que no quedara sucio el piso. Estaba recogiendo mi bolsa de la bodega, cuando escuché ruido en la barra.

―Ya está cerrado―grité pensando que era un cliente.

―Como te gusta quedarse sola en el local―era Federico. Tomé mi bolsa y salí hasta donde estaba él.

―Se supone que ya te habías ido

―"Se supone" ―hizo las comillas en el aire―Pero Santiago me pidió que te acompañara a tu casa, porque él no va a poder, está atorado con un asunto.

―Espero que su asunto no sea un turista rubio de ojos azules―reí

―No puedo confirmar nada―me guiñó un ojo.

―No es necesario, puedo irme sola.

―Si Santiago lo hace, yo también puedo hacerlo.

―Santiago lo hace porque es mi amigo―se me escapo decir, como siempre mi boca insensata―Además cree que es su obligación. Lo hacía cuando éramos novios, y le quedó esa costumbre.

Canciones, libros, películas y otras cosas sobre amor.Where stories live. Discover now