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Abrí los ojos cuando oí pasos por la sala, me senté en el sofá y la vi a ella comiendo quién sabe qué.

—¿Será que si estoy haciendo las cosas bien? O sea… sí, lo sé. Fue una cabrona, sí. Pero somos amigas desde los diez años… es que está muy bueno y te juro que me muero por follar con él. Bien, lo haré. Cuídate, te quiero. —colgó el teléfono

—Buenos días.

—¡Ay! ¡Hola! —me saludó— Tomé una camiseta porque-

La callé con un beso y ella se sonrojó.

—¿Ahora te haces la tímida?

—¿Anoche…?

—No pasó nada, dijiste que nada de sexo y eso pasó. —me serví un café

—Tu departamento es hermoso. —me dijo

—Puedes venir cuando quieras. —le guiñé el ojo haciéndola reír

—Hijo, perdón por llegar tarde… —la voz de Marie me hizo girarme

—Te mandé a decir con Miranda que hoy no vinieras. —le dije

—Ah… estás con una de tus tantas aventuras. —dijo mirando a Julinha quién la miró de arriba abajo

—Vete, no es necesario que estés aquí hoy.

—Cómo quieras. —se marchó

—¿Tu nana? —me preguntó

—Sí.

—Qué agradable…

—Ajá. —le pasé las manos por la cintura— ¿Y si nos damos un baño con espuma?

—Tentador. Pero no caeré en tus planes maquiavélicos. —me besó

—Aunque sea una mamada.

—Qué no.

—Me duele la polla.

—Así cuando lo hagamos será más rico. —me besó nuevamente

Se levantó de la silla, la camiseta le quedaba larga pero aún así de le dibujaba la perfecta forma del culo.

—Yo me baño primero. —me dijo— Tu puedes ir a una tienda a comprarme algo de ropa. —me dijo contoneando las caderas

—Estás demente. —rodé los ojos

—Quizá un lencería bonita… no sé. —se encerró en la ducha

—Pobre tonta.

(…)

—¿Qué me compraste? —se sentó en la cama con la toalla y el pelo húmedo

Le entregué la bolsa de Victoria’s  Secret, la abrió y se empezó a reír.

—¿Qué te hace gracia?

—No me voy a poner esto, Christopher.

—Dijiste lencería, y te la traje.

—No tiene nada en las tetas.

—Por eso, mejor vista para mí. —le sonreí y ella negó

—No.

—Nena…

—Nada de sexo.

—Pero sí toqueteo. —repetí sus palabras— Por favor.

Su sonrisa se ensanchó y se lanzó sobre mi a besarme, traté de quitarle la toalla pero no me dejó.

—Me la voy a poner.

Se metió al baño y suspiré, me dolía la verga de una manera impresionante, llevaba sin follar tres días, y por más que tratara de saciar mis ganas no lograba hacerlo.

Ella salió e inmediatamente de me secó la garganta, las tetas inmensas quedaban al aire, la tela de encaje rosado se le ceñía a la piel y cubría solo lo necesario.

—Se me ve bonita. —se admiró al espejo

Julinha tenía un cuerpo de gimnasio, se le notaba el ejercicio en las piernas firmes, los brazos y el abdomen.

—¿Te gusta? —se me acercó y no aparté la vista de sus senos

—Me encantas. —la atraje hacia mi

Se sentó en mi regazo besándome, dejé un beso en su cuello y la recosté en la cama, pasé mi lengua por su pezón y ella se estremeció.

Llevé su seno a mi boca disfrutando del tamaño, sus jadeos eran un sonido leve, pero servía para ponerme más duro.

—Fóllame. —me dijo

—¿Hablas en serio?

—Sí, no aguanto más. —me dijo— Estoy tan húmeda que podría llenar una tina.

Le sonreí besándole los labios, traté de zafar el nudo de la lencería pero ella me apartó.

—¿Tu nana volvió? —me preguntó y negué— Hay pasos afuera.

—Seguro es afuera en el pasillo.

—¡Christopher!

El grito escandaloso me sacó las ganas de todos, Julinha apretó los labios y se cubrió con la sábana.

—Ve. —me dijo

—No.

—¡Que vayas! No quiero que nos vea así… —apartó el rostro

—Si te vas a poner sentimental-

—Jódete Christopher, —se levantó— Perdí a mi mejor amiga por tu culpa y aún así estoy aquí haciendo… cosas de adolescentes calenturientos.

—¡Christopher Morgan! —volvió a gritar

Julinha se metió al baño con la sábana encima, maldije a todo el mundo y salí a encarar a la psicópata esa.

—¡¿Cómo entraste?! —le grité

—¿Quién es esta mujer? —me enseñó una foto

Se veía a Julinha encima de mi, con el vestido blanco transparentado y yo con las manos en el culo de ella.

—Que te importa.

—¡Quiero saber quién es!

—Confórmate con saber que me tiene con una de follarla increíbles. —le empujé a la salida

—Eres un hijo de puta. —me dijo con lágrimas en los ojos

—No me busques más, maldita bruja, que nosotras nunca hemos sido esposos así que entiéndelo.

Le cerré la puerta en la cara, llamé a recepción y pedí que le prohibieron la entrada.

—Me voy a mi casa. —me dijo Julinha

—No.

Se vistió con el vestido blanco nuevamente y se puso los tacones.

—No estoy de humor. —murmuró

Abrió la puerta y la tomé del cuello besándola con fuerza, la manosee y ella me besó otra vez.

—¿Julinha?

Nos giramos en redondo hacia la puerta y apreté la mandíbula al ver a Rachel de pie ahí.

Julinha se cruzó de brazos y me miró a mi como el culpable de todos sus problemas.

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Solo Conocidos. (C.M)Where stories live. Discover now